1 1: Rizos pelirrojos; mañana peligris.

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El despertador nuevamente marcaba la hora en punto, y tal cual lo prevenía cada día de su vida, los minutos que tenía para levantarse y despabilarse, estaban contados, como sus horas de sueño. No veía caso o razón alguna a seguir haciéndolo, a fin de cuentas, las noches de insomnio se prolongaban, como la presencia de pensamientos intrusivos, que atentaban contra su mente. Era una máquina quemándose en combustible; jamás podría detenerse. Pensar y seguir pensando era algo involuntario, e incontrolable.

Así era el comienzo de una mañana, y el final de toda noche, para un joven pelirrojo, casualmente llamado Todd.

Diez minutos contados para frotar sus ojos; bostezar dos o tres veces; abandonar el calor de sus frazadas, y someter sus cálidos pies ante el frío de las pantuflas. Recobrar el equilibrio y caminar sin golpearse con los muebles, hasta salir de su habitación, e ir al baño a lavarse el rostro y los dientes.

Fresca y temprana mañana; tenía exactamente dos horas para prepararse y repasar un par de veces lo estudiado el día anterior, para estar con el cerebro fresco y entrenado al momento de sentarse en su pupitre, y leer los libros que sus compañeros veían como el comienzo de una perdición.

─Buenos días, cariño, ¿qué tal tu noche?─ la mujer de cabellos rojos sonreía, mientras regaba un par de plantas ─¿Tuviste frío?; heladas como la de esta noche no hubieron desde hace tiempo, tesoro─.

─La bolsa de agua caliente ayudó bastante, no tuve frío─ el pelirrojo depositaba un suave beso en la mejilla de su progenitora.

─Aún así, ¿qué tal dormiste?─.

─De maravillas, mamá, de maravillas─ musitó el joven, restándole importancia y encerrándose en el baño.

─Si necesitas las gotas de mamá para el sueño, no dudes en pedírmelas, mi cielo, quizás te hagan dormir mejor─.

─No es necesario, no necesito drogas para enfrentar el insomnio. Una condición humana tan absurda y natural no afectará mi rendimiento educativo─ gritaba el joven, cepillando sus dientes y escupiendo sobre el lavabo, para después enjuagar su boca con agua tibia.

─El insomnio no es algo que solo los adultos puedan enfrentar con "drogas", como tú dices, a los jóvenes también les afecta, y deberías dejar de leer antes de irte a dormir, luego la cabeza no descansa porque está procesando todo el tiempo las últimas palabras que almacenaste─.

─¿Eres doctora?, mamá─.

─No, pero tú tampoco. Deja unos minutos los libros, niño, prueba salir más seguido con tus amigos, ¿para qué los tienes si solo por mensajes de texto te relacionas con ellos?─.

─Para tu información, mi estimada progenitora chismosa...─ el pelirrojo salió del baño caminando dramáticamente hacia su madre, quien solo reía ─El que tú no me veas en la puerta del apartamento hablando con ellos, no quiere decir que el resto del día no lo haga tampoco. Tú no estás en la escuela; no estás en la plaza cuando salgo con ellos, y mucho menos en el patio del edificio o la casa del árbol, así que te recomiendo revisar tus fuentes confiables, y decirle a papá que deje de observarme con los binoculares, cada vez que paso por la puerta de los apartamentos para ver si "socializo"─.

─Muchos argumentos, pero has olvidado refutar el mejor que tengo─.

─¿Ah, sí?, ¿cual es?─.

─Soy tu madre, y si está mal lo que haces es porque lo digo yo. Vaya a desayunar, jovencito─.

─Te amo, má─.

─Yo también, mi pequeño necio con vocabulario de diccionario─.

─Mejor tener vocabulario de diccionario, a que después las vecinas digan que tu hijo es un mal hablado─.

Superfluo -【Sally Face】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora