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— ¡Yo-hoo~! Son realmente astutos, ¡acertaron!— exclamó el oso bicolor con euforia.— ¡Komaeda Nagito-kun, el Suertudo Definitivo, es el responsable del asesinato de la Gamer Definitiva, Nanami Chiaki-san!
Exhalaste el aire que contenías en tus pulmones de un solo golpe. Nagito...el amor de tu vida...¿culpable de un asesinato?
— Komaeda-kun...— dijo Sonia con dolor.
— Por qué...¡¿Por qué mierda lo hiciste bastardo?!— Fuyuhiko reclamó con molestia.
Se escuchó como respuesta una risa serena. El aparente culpable aceptó su destino de una mejor forma de la que se esperaba, limitándose a dibujar una tranquila sonrisa en su pálido rostro.
— Vaya, qué mal...pensé que la suerte estaría de mi lado hasta en estos momentos. Ni modo entonces...— habló, dejando escapar un suspiro.
— No has respondido a la pregunta del joven Yakuza— recalcó Pekoyama.— ¿Por qué lo hiciste?
— Je, je...
— ¿Nagito?— lo llamaste, y él alzó la mirada para verte.
La paz que adornaba sus facciones se disipó, con solo voltear a verte tras escucharte hablar con voz temblorosa. Tus ojos y nariz estaban rojos por las lágrimas que a duras penas luchabas por contener. Temblabas un poco y te costaba trabajo mantenerte de pie. A duras penas podías mirarlo a los ojos, no tenías ni la más remota idea de que haya sido él el asesino, y te está costando un árduo trabajo procesarlo.
Hinata, quien estaba a lado tuyo, te tomaba del brazo y estaba pendiente de que no te cayeras por la impresión; pareciera que estabas viendo a un fantasma.
— ¿Nagito?— volviste a llamarlo al no recibir respuesta.
Su mirada decayó, mirando hacia el suelo.
— (T/N)...realmente, espero puedas disculparme.
Todos los presentes voltearon a verte, esperando una respuesta por tu parte. No dijiste ni una sola palabra, estabas destrozada.
— Si no quieres, lo entiendo, ¿quien sería capaz de siquiera perdonar, o incluso amar a una escoria como y-
— ¡Cállate!
Gritaste de repente, interrumpiendo así a Komaeda quien se iba a menospreciar por enésima vez en el día.
El acusado cerró la boca de inmediato. Jamás te había visto así de histérica, a tal punto de que una expresión afligida se dibujara en su lindo rostro.
