⛧༶» Parte Única «༶⛧

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Esta historia nace de mi corazón. Hoy, tras varios folios arrugados y desechados intentando volcar esta amalgama de sentimientos, voy a ser capaz de contarlo todo.

Todo comienza desde mi niñez. Mi más tierna infancia fue agradable, aún recuerdo el aroma de mamá cuando me sostenía en su regazo, el cómo el sonido de su corazón me calmaba cuando quería dormir. También la dulzura que sus postres dejaban en mi lengua cuando, en una tarde, ella cocinaba algún rico bizcocho o tarta. Ella era una persona brillante, es el aura más blanca y pura que mis ojos azabache han presenciado.

Mi padre también era amable. Siempre me ofrecía sus fornidas manos para levantarme cuando caía, y su calmada voz me llamaba por nombres ridículos en tono bromista. Cuando lloraba, él siempre me limpiaba las lágrimas con sus gruesos y bastos pulgares. Su complexión siempre fue vigorosa, y su piel tenía un tacto robusto. Era como un gran gigante de piedra, siempre ahí para proteger a su linda princesita.

Sí... Se podría decir que de eso no tengo queja. Son los recuerdos que atesoro con más afán.
Todo comenzó a torcerse a partir de ahí, de hecho.

Madre y padre no paraban de discutir día sí y día también. Había noches en las que cubría mi cabeza con la almohada para distorsionar aquellas horribles palabras que me dirigían de manera indirecta.
¿Qué podría haber pasado? No lo sé, y nunca lo haré, porque padre y madre fueron llevados a la policía por extrañas razones.

Me llevaron con una pareja extraña. Ellos al principio se veían conformes con mi apariencia. Un sedoso cabello tan negro como el manto de la noche y un par de ojos de igual color que le hacía juego. Una pequeña niña, de unos 8 años.

Su hogar era grande, y aparentemente, tenían de todo.
Pero todo ese material no reemplazaba nada. Madre y padre siempre permanecieron en mi memoria. No quería estar con personas que, cuando me veían triste, trataban de cubrir ese hueco en mi corazón con cosas materiales.

Día tras día les preguntaba por madre y padre. Y día tras día siempre recibía la misma respuesta. "Algún día te lo diremos". Hasta que en mi décimo-octavo cumpleaños, me dieron la noticia.

"Tus padres fueron asesinados en la cárcel. Al parecer, eran dueños de una deuda que no pudieron saldar a tiempo, y por lo visto, había instituciones ilegales involucradas además del banco."

Aún recuerdo el ambiente agridulce de la sala. Mi mirada podría haber derretido aquel pastel de nata montada que se encontraba en el centro de la mesa, con velas que marcaban un 18 encendidas. Me levanté de la mesa y me dirigí a mi cuarto, aún con la mirada vacía, y con la voz de aquellos extraños a mis espaldas, suplicándome que les contase qué me atormentaba. Pero yo sabía que contárselo no serviría de nada. Ellos tan sólo me acabarían comprando otro lindo conjunto de ropa para intentar remediarlo.

Todos estos años he estado mirando por la ventana de mi cuarto, esperando ver a madre y padre paseando alegremente por las calles, al mismo tiempo que llamaban por mi nombre para que acudiese en su búsqueda. Pero esa visión no ocurrió, y año tras año mis esperanzas de verlos se desvanecían al igual que la imagen de sus rostros en mi mente.

El pesar de olvidar a las dos personas que más me quisieron me comenzaba a hacer mella. No quería terminar olvidándolos por toda la eternidad, así que decidí sellar esos recuerdos en un punto de mi historia. Y ese punto es ahora mismo.

En este momento, es de madrugada. Tal vez las 4 de la mañana, no lo sé con exactitud. He abierto una botella de vino y volcado su contenido en una elegante copa de cristal, de la cuál he bebido hasta la última gota. No he sido capaz de tomar la segunda copa, conteniendo esta un poco de vino aún, el cuál no quise beber porque mi vista sería demasiado borrosa para componer esta nota.
En esta sala había escondida una pistola. El hombre de este hogar me lo dijo como curiosidad hace tiempo para tratar de sentirse algo más cercano conmigo, pero para lo único que le sirvió es para que, cuando ellos abandonasen la casa, yo buscase dónde se encontraba. Y al fin, tras un falso fondo de un cajón el cuál me costó horrores retirar, la encontré. Una pistola de pura plata con detalles dorados. Era muy pesada, y estaba bien cuidada. Tan sólo tenía una bala, pero es más que suficiente para este momento. Sellaré la memoria de mis padres con esta bala, e iré hacia donde ellos están usando esta herramienta.

Habiendo contado todo, dejo evidencia de que yo y tan sólo yo fui la que decidió quitarse la vida por negarme a aceptar que mis padres no volverían, y que su recuerdo acabaría pereciendo con el paso del tiempo.

Mi más sincero hasta siempre a todo el que llegue a leer esta nota que, alguna vez, una chica normal y corriente, sin nada destacable, llegó a escribir.

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La chica dejó aquella maltratada hoja de papel, carcomida por el tiempo, en la mesa, junto a una copa de vino a medio terminar. Agarró la pesada pistola de plata que custodiaban sus tutores legales, y metió el cañón en su boca para apuntarlo al cielo de esta.

"¿Por qué vas a hacer esto?"

La chica se giró rápidamente. Aquella voz era familiar, tal y como recordaba la voz de su padre. El aroma de su madre inundó su nariz por unos instantes, y la chica quedó hipnotizada por unos segundos. Miró a la pistola en su mano, para luego mirar la nota junto a la copa de vino. Sus ojos se cristalizaron, y negó con la cabeza.

"Tenéis razón..."

Dejó caer el brazo que sostenía la pistola con pesar. Se dirigió a la nota, y con una expresión vacía, agarró aquella copa de vino con seguridad, derramándola sobre la vieja hoja de papel.

"A nadie le importa la historia cliché de una chica cualquiera."

Y con rapidez, apuntó de nuevo la pistola al cielo de su boca, para apretar el gatillo con suma velocidad.
Tras el sonido del disparo, su sangre manchó también aquella nota, mezclándose con el vino, y acto seguido se escuchó el estruendo de su cuerpo desvaneciéndose junto al de la pistola rebotando en el suelo de madera.

Sus tutores legales salieron, alarmados por el sonido, y encontrándose aquella horrible escena. Para entonces, la nota ya era ilegible, por lo cuál, nunca nadie supo lo que aquella chica de cabello azabache tenía que expresar, ni lo que su corazón escondió tanto tiempo.

Aquella nota existió tan sólo por un efímero momento, y tal como nació, fue eliminada. Justo como su creadora.

La última notaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora