Era un treinta de abril, del año 1945.
- Hola, soy Greta, de la ciudad de München en Alemania, pero ahora vivo en Berlín con mi madre porque en mi ciudad se creó un frente de guerra. - Escribía en mi diario que me había comprado ese día.
- ¡Greta! - Gritó mi madre triste y desesperada.
- ¡Hija, ha pasado algo terrible! ¡Baja de inmediato! - Estaba llorando.
Bajé corriendo lo más rápido posible. En ese momento por mi cabeza que mi papá estaba muerto o en peligro, ya que él estaba en la guerra.
- ¿Qué pasa madre? - Mi voz estaba muy temblorosa.
- ¡Mataron al salvador! - Su voz se hacía más débil con cada palabra.
- ¡Mataron a nuestro Führer! - Suspiré aliviada, no era mi padre.
A estas alturas ya esperaría cualquier cosa de mamá. Ella era ultranacionalista, nazista y veía a Hitler como una deidad.
Yo, por mi parte, estaba en contra de muchas, si no es que la mayoría de las políticas del "Tercer Reich", yo creía firmemente en la libertad.
- No pasa nada madre, tranquila por favor. - Le respondí después de unos largos segundos de silencio.
- ¿Cómo que no pasa nada? - Me golpeó en la cabeza con el periódico, bastante enojada.
- Él era el único que sabía cómo salvar a la patria. - Me volvió a golpear y se fue a su cuarto.
Aquel día, Hitler se había suicidado, se dio un tiro en la cabeza. Aquello sorprendió a la mayoría de los alemanes. Mi madre lloraba, pero yo, en el fondo, sabía que era el principio del fin, que pronto se acabaría todo esto y podríamos empezar de nuevo, pero, también sentía temor por mi padre. Él, aunque opositor al régimen, era soldado, y no quería imaginar lo que le podrían hacer si lo atrapaban.
Aquel día salí a hacer las compras y regresé de un rato. En mi visita al mercado no encontré mucho, casi todo estaba vacío, así que sólo compré pedazos de pan y poca carne.
Era normal ya ver a niños con armas, muy cruel, pero así es la vida en una guerra. Estaban preparando las defensas para la batalla final.
Mamá no quiso cenar esa noche, en verdad le afectó lo ocurrido. Fui la única en la mesa, eso nunca había pasado.
En la noche, algunos soldados nos visitaron y nos dijeron del nuevo avance del enemigo, estaba muy cerca el final, ahora, los soviéticos ya no estaban a las afueras de Berlín, estaban en la entrada de la gran ciudad.
A la mañana siguiente de nuevo salí a buscar café, que a mi madre se le había antojado.
Regresé de la tienda en medio de una lluvia de balas desde los cielos, afortunadamente no pasó a mayores.
En la entrada recogí una carta. Tenía un sello del ejército, eso sólo podía significar dos cosas...
Fui corriendo al interior de la casa, a buscar a mi madre. Pero ella, bueno, tenía un gran agujero de bala en su cabeza, y en su mano una revolver de bolsillo.
A partir de ahí, sentí que mi vida se iba muy rápido, cada día se oían más disparos, más gritos y muchas cosas más, estaba sola, para nadie es fácil perder a sus padres a los diecinueve años...
Después de su velorio y mis tías me aceptaron en su casa, me moví para allá. Ellas, al igual que yo, eran grandes opositoras al régimen, por lo que debían cuidarse de más.
Pasaron días, los aviones bombardeaban, los tanques disparaban, los hombres morían y los edificios caían. Fue un primero de mayo cuando los rusos ya tenían casi la ciudad invadida.
A las 8:30 del otro día, mientras dormíamos en casa de la tía Alena Schumacher, los soviéticos tomaron la ciudad. Agradecía que fueran ellos y no los americanos, ellos hubieran matado a mujeres y niños también.
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No Me Busques
Historical FictionCuando hablamos de la Segunda Guerra Mundial, ¿En qué nos fijamos? ¿El día del desembarco? ¿Hiroshima y Nagasaki? ¿Stalingrado? ¿Los Balcanes? Pero, nunca oímos hablar de aquellos heroes que, por amor, hicieron lo imposible. Esta es la primer novela...