Capítulo 8

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–Es bonito este sitio.

–Bueno, más bonito es Alemania–, contesté sincero mientras caminábamos por aquel precioso bosque.

Él soltó una risita y negó rodando los ojos. Me miró con una sonrisa hermosa que llenaba mi corazón de amor y dijo con sorna:

–Vale vale, don perfecto.

Reí a carcajadas poniendo mis manos en mi abdomen. Jared me siguió la risa y acabamos riéndonos de forma agradable durante unos minutos. Más tarde, cuando ya habíamos recuperado el aliento y nuestras miradas se habían cruzado haciendo que mi ritmo cardíaco se acelerara, seguimos caminando tranquilamente.

Al llegar a un pequeño riachuelo, decidimos parar a sentarnos en unas rocas y observar el lugar. Los pájaros piaban armoniosamente sin dejarse ver; solo cuando alzaban el vuelo hacia la rama de otro árbol. El agua fluía chocando con las rocas que había de por medio pero sin dejar de seguir su camino. La humedad se hacía notar con las gotas de agua que había en las hojas de los árboles. Sin embargo, todo lo demás era silencio. Un silencio absoluto, él estaba disfrutando de aquello con todos sus sentidos y yo lo admiraba a él con todos los míos.

De repente, el joven de dieciocho años rompió aquel silencio con una oración llena de nostalgia:

–¿Sabes? Esto me recuerda a mi familia. Antes de la guerra, claro...

Su sonrisa estaba llena de tristeza y nostalgia, las lágrimas amenazaban con salir y, cuando empezaron a caer por sus mejillas, no dudé en abrazarlo para consolarlo. Su cabeza estaba apoyada en mi pecho mientras lloraba sin cesar, sus manos apretaban mi americana con fuerza, sus silenciosos sollozos rompían mi alma como si fuera el cristal más frágil del planeta. No soportaba la idea de volver a tener a aquel delicado hombre llorando en mi pecho. Dolía; verlo llorar dolía muy profundo.

–Oye... mírame–, dije soltando un suspiro. Él negó con la cabeza y se aferró más a mí como si fuera un pilar que sujetaba toda su vida en ese instante. Levanté su cabeza con mi mano por su delicada barbilla y, mirando a sus marrones y rojizos ojos, lo besé antes de que pudiera decir nada. Un pequeño suspiro salió por sus labios y, sin dejar pasar más que unos pocos segundos, mi beso fue correspondido. Una sonrisa asomó en mi rostro comenzando a hacer bailar nuestras lenguas bajo nuestro propio ritmo; mis manos se posaron en su cadera haciendo que se sentara a horcajadas encima de mí. De imprevisto, un jadeo salió de sus labios conforme seguíamos con nuestro beso; mi lengua acariciaba la suya con una intensa dulzura, nuestros labios se succionaban mutuamente compartiendo saliva. Era maravilloso.

–Ce... Cedrick...–, jadeó Jared.

Sonreí contestándole con un pequeño gruñido mientras notaba como una presión ejercía fuerza en mis pantalones y comencé a mover lentamente mi cadera en círculos hacia su hermoso culo. Él soltó un pequeño gemido en mi oído y, seguido a esto, empezó a dejarme pequeños y húmedos besos por todo mi cuello.

El calor corporal era intenso, la ropa me estorbaba al igual que la suya; con un gruñido le ordené que empezara a quitarse la ropa a lo que él obedeció sumiso y desesperado con un jadeo. Comencé a quitarme la ropa con desespero mientras buscaba con necesidad sus labios para besarlos de nuevo; una vez encontrados, no los solté más. Nuestras lenguas bailaban a una velocidad elevada, la saliva recorría todos mis labios inclusive llegando algunas gotas a mi barbilla. Mis gruñidos y sus jadeos cada vez que rozaba mi erección que solo estaba cubierta con la ropa interior hacían una música celestial para mis oídos. De repente, sin que yo pudiera remediarlo, Jared se encontraba con la boca cerca de mi erección ya al descubierto debido a que me había quitado los calzoncillos; sus ojos estaban llenos de lujuria y una sonrisa en su rojizo rostro se asomaba con deseo.

–Quiero hacerlo...–, susurró pidiendo permiso para luego darle un beso a la cabeza de mi miembro.

Gruñí moviendo mi cadera y asentí con otro gruñido:

–Hazlo, no esperes.

Soltó un gemido deseoso haciendo, a continuación, que su boca sumergiera una parte de mi pene en su interior, succionando mi glande y proporcionándome un placer absoluto. Sus lamidas por todo el tronco hacía que gruñidos salieran de mis labios de manera continua; mis caderas se movían hacia arriba y hacia abajo consiguiendo que él se atragantara en alguna ocasión. Se notaba que no era su primera vez haciendo aquello debido a su amplia seguridad chupando con furor todo.

–Joder...–, gruñí cuando comencé a notar unas cosquillas que me hacían delirar y, al poco tiempo de aquello, me corrí en su boca escuchando un gemido por su parte.

Suspiré aliviado con una sonrisa y me pasé una mano por el pelo.

–Que delicia–, dijo entre jadeos subiéndose a horcajadas encima de mí mientras lamía sus labios con una sonrisa.

Sonreí relajando la tensión por todo mi cuerpo con gran felicidad. Sin embargo, antes de siquiera avisarle, lo penetré lentamente provocando un gemido involuntario por su parte; sus uñas se clavaron en mi espalda con fuerza dejándome grandes marcas. Esperé unos segundos a que se acostumbrara y luego comencé a penetrarlo de manera seguida. Sus gemidos no paraban de salir conforme mis penetraciones chocaban continuamente contra su próstata.

–Es... Es tan... gran... oh dios–, no pudo terminar lo que decía cuando volví a chocar con su punto dulce provocando un gemido involuntario de sus labios.

Nos encontrábamos en un vaivén de caderas junto con los gemidos de él y mis gruñidos, cuando comenzó a llover desmesuradamente; el agua caía por nuestros cuerpos que se retorcían de placer a punto de llegar al clímax, mi pelo caía por mi rostro de manera despreocupada mientras mis labios buscaban los suyos con desespero. Una vez encontrados, se juntaron formando un vals acompañados del agua que se mezclaba con la saliva para poder bailar también. Sus gemidos cada vez eran más altos y persistentes, todo lo contrario a mí ya que mis gruñidos cada vez se hacían más roncos y graves.

–Ce... Cedrick, me... Me voy a correr...–, advirtió mi pequeño y dulce acompañante con sus ojos cerrados y sus labios formando una "o" sobre los míos.

Sonreí con malicia y le mordí ligeramente el labio aumentando la intensidad de mis fuertes estocadas. Acto seguido, él soltó un gran gemido y apretó el agarre a mi espalda dejando fuertes marcas en ella. Y, sin aguantarnos más, nos liberamos ambos con un gruñido muy ronco por mi parte y un gemido alto y agudo por la suya. Después, todo quedó en silencio.

Ya había anochecido cuando nos disponíamos a volver a casa agarrados de la mano y charlando, - o más bien escuchando los quejidos de Jared-.

–Me duele el culo, ¿ahora como me sentaré para escribir en la máquina?–, se quejó nuevamente haciendo que de mis labios saliera una risa.

Lo miré aún riendo y encontré una mirada en sus ojos de "no tiene gracia", lo que me hizo reír el doble. Justo después de eso, él negó con la cabeza y comenzó a reír con aquella risa que tantas mariposas generaban en mi interior.

Sin embargo, toda aquella magia se desvaneció cuando vi un coche oficial en frente de la puerta de casa. Rápidamente, separamos nuestras manos y un hombre salió del coche dirigiéndose a nuestra posición.

El nudo en mi garganta era persistente al igual que mis ganas de vomitar.

Si nos había visto agarrados estábamos en un buen lío.

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⏰ Última actualización: Jul 07, 2021 ⏰

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