Capítulo XVI

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Mi estómago cosquillea. El nerviosismo se apodera de mí. Pienso en la razón y es porque Marie me dejó una invitación para hoy en la tarde.

Miro mi reloj y no falta mucho, son las 4:30.

Nai levanta la mirada desde el mostrador a mi posición al lado de los ventanales donde me encuentro sentado.

—¿Ya te quieres ir? —Pregunta de repente.

Giro a la playa y van varias personas divertidas caminando por la orilla.

—Solo... Es que hoy caminaré. —Respondo volviendo a ella.

Nai asiente y aprieta sus labios de forma extraña y moja sus dedos apenas con su lengua para pasar a la siguente página.

—Caminarás —dice y me siento tonto, tonto porque desde que había llegado aquí lo único que hacía era estar de perezoso—. Caminarás —repite.

Suspiro para calmar mi respiración que era alterada por sus fugases imágenes y facciones que rondaban dentro de mí.

—Dios... —pauso y miró a la playa. Escucho a Nai aclarar la garganta y después esperar algo—. Está bien, voy a ver a una chica.

—Hu-hum —deja salir y alza una ceja—. Dime que esa cita va a ser con la despeinada que te ocasiona los problemas.

Ladeé la cabeza y quiero negar pero mi parte honesta me hace asentir en respuesta.

—Es linda —dice Nai al fruncir sus labios y alzar sus cejas divertida y quizá orgullosa—. Muy linda me atrevería a decir.

«Lo es, claramente es hermosa» pienso. Y el corazón me latía tan fuerte al escuchar cuando hablaban de ella.

—Me sorprende que no la hubiésemos conocido cuando entró la primera vez a la librería —confesó Nai pensativa—. Marie, cómo olvidar a esa pelirroja amistosa.

Suspiré y se sintió raro que hablara de ella así... Porque entonces yo la... Conocía, ¿nosotros nos conocíamos desde antes?

Cierro los ojos y de pronto recuerdo todas aquellas facciones de su imagen pasada; de niña, su cabello campaneado, su vista desde la lejanía.

Claro, pero ella nunca se nos acercó. Solamente era la prima de Hannah con problemas para socializar.

—Claro, esa facha que traía ese día no le hacía bien, no mostraba sus lindos rasgos, ¿No es cierto? —parloteó entre suaves risas—. ¿La recuerdas Drew?

Miré a Nai y ella aún leía algo pero espera mi respuesta y no sabía muy bien qué responder. Yo no la recordaba del todo, o como quisiera.

—Ella parece que sí te recuerda ¿no? —Preguntó Nai y volví a prestarle atención.

Eso explicaría lo bien que me trataba, la forma de bromear conmigo. Seguramente antes habíamos sido más amigos y eso, pero...

—Yo... No lo sé.

Nai giró y negó para concentrarse en lo suyo.

Veo la hora y salgo de la tienda sosteniendo la campanilla para que el sonido no me estremezca.

Relamí mis labios al empezar a caminar por el pequeño parque de patinaje, donde habían varias personas, hasta que llego a la arena de la playa. Me quito mis zapatos porque la arena empieza a colarse en ellos. Desde lejos puedo ver el muelle, pero no veo a nadie en el, y me siento aliviado al ser el primero que llega y no voy a tener que llegar saludando.

«Dios pero que mierda de pensamientos tengo» pienso y empiezo a subir por el muelle.

La madera cruje como de costumbre y caigo sentado al final del mismo. Meto la mano en mi bolsillo y saco un cigarrillo, lo enciendo y mi vista cae sobre el sol que empieza a esconderse y desprender esos colores de veranos, tan parecidos a ella; rojizos y cálidos.

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