77. La furgoneta negra.

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Elúltimo día de curso cayó en viernes, y Angus tuvo que ir a Uppsalapor la mañana, a recoger a las chicas, que no asistirían a ningunade las múltiples fiestas que habían organizadas en el mundoestudiantil porque se sentían tristes. Así que Alexander, el chófermás joven y alocado, sustituyó a Angus en la furgoneta de lacompra, como ya había hecho en alguna otra ocasión. Y Rüdigueraprovechó el momento para colarse dentro sin que su abuela seenterase, teniendo su complicidad y la de Tess.

Noera la primera vez que lo hacía. Con Angus también tenía confianzapara hacer aquellas cosas, pero se divertía más con Alexander,porque se dedicaba a provocar a las cajeras, le gastaba bromas a Tessy era más divertido.

Tess,que también tenía mucha imaginación, ante la insistencia de lacajera por saber donde estaba su "hijo" el vergonzoso, cuandoiban a hacer la compra sin él, tuvo que inventarse que se había idoa estudiar fuera y en su lugar había venido Alex, su sobrino, queocupaba su habitación. Cuando la acompañaba Angus, fingía ser elmarido de la condesa, o sea, el abuelo. Había creado una familianormal y corriente para no llamar la atención y sobre todo paramantener su anonimato y no temer por su seguridad. Los demás leseguían la corriente divertidos, incluso Angus, que se metía en supapel de abuelo perfectamente. Cuando iban Rüdiguer y Alex juntos,Tess decía que le habían dado permiso a su hijo y cosas así. Ellosse reían de las trolas que improvisaba aquella mujer. Era muydivertido fingir una vida que no era la suya.

Aqueldía aparcaron la furgoneta en la misma puerta del súper, el sitiomás concurrido de aquel parking, porque así no tenían quearrastrar el carrito, lleno hasta los topes, tantos metros. Hicieronla compra como de costumbre, se metieron un poquito con la cajeraporque les resultaba divertido y porque la chica se prestaba a ellocon sus contestaciones subidas de tono. Seguramente ambos teníanfantasías sexuales con ella en la intimidad de sus habitaciones.Pero era normal, la chica estaba buenorra y encima no se cortaba enir bien escotada fuese enero o agosto. Seguro que le tiraba lostrastos a todo chico joven que pasara por allí. Incluso puede quefuese una de las cláusulas de su contrato.

Bueno,al salir al parking con la compra, la cargaron en la furgoneta en unplis plas y, mientras Tess iba a devolver el carrito, Alex siempre ledejaba a Rüdiguer dar una vueltecita por el parking con lafurgoneta, para que practicase. Una vez lo dejó conducir hasta lasalida del pueblo, ¡con la de cruces que tenía aquello! Y lahubiera llevado hasta la mansión si no hubiese sido porque Tessestaba histérica y no se fiaba ni un pelo de él.

Peroaquella vez ocurrió algo.

Unafurgoneta negra con neumáticos deportivos, se acercó a ellos a granvelocidad, frenando en seco ante sus narices. Ellos se quedaronpetrificados, todavía fuera de la Ford Transit.

Gran error.

Antessiquiera de que la furgoneta se detuviera del todo ya se estabanabriendo las puertas de donde bajaron dos tipos vestidos de negro ycon pasamontañas. En un principio pensaron que venían a atracar elsupermercado, pero pronto descubrieron que se dirigían hacia ellos.O mejor dicho: Hacia él.

Unode ellos fue directo a Alex y le pegó un puñetazo en el estómagoque lo pilló desprevenido. Así, sin más, sin mediar palabraalguna, cayendo al suelo retorciéndose de dolor. Rüdiguer, al verlelas orejas al lobo, pudo esquivar el golpe del tío que venía a porél con las mismas intenciones, haciéndole estampar el puño contrala chapa de la furgoneta. Y, sin esperar a que le contara su vida,salió corriendo hacia la parte de atrás, para intentar evitar susecuestro, que era lo que parecía que querían.

Porsupuesto el tipo de negro salió corriendo tras él para que no se leescapara. Rüdiguer alcanzó a Tess, que aún no había metido elcarrito en la fila de los carritos. Se lo quitó bruscamente paralanzarlo contra su perseguidor mientras le decía a Tess que llamaraa la policía. El carrito retrasó un poco al secuestrador, queestaba canijillo, pero enseguida se le unió el otro, el que le habíapegado el puñetazo a Alex, dejándolo en el suelo, que este sí queestaba más cachas. No se esperó a que se presentara y saliócorriendo de nuevo, hacia la parte trasera del supermercado. Por allíhabía muchos arbustos y un jardincito. Atravesó por en medio detodo, chafando las plantas sin piedad y a toda leche. Necesitaba algocon lo que poder despistarlos y el parking era una mierda porqueestaba desierto y no había nada tras lo que esconderse.

ETHEL, El heredero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora