•· Capítulo 8 ·•

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TENÍA LOS PIES EN LA TIERRA, PERO LA MENTE DESGRACIADAMENTE EN LAS NUBES

—Y, espero no vuelva a ocurrir Emily, porque no respondo —dirigió su vista a todos los expectantes, es decir, todos los alumnos presentes— ¡Vuelvan a sus clases!, ¡¿qué esperan?! —escuchábamos atentamente el reproche de Amy hacia su hija para luego corrernos de la dirección.

Al final de todo, había ganado un reclamo de mi simpática directora, pero todos los estudiantes logramos la satisfacción de ver a Emily cabreada delante de todos porque su capricho no se ha cumplido.

—Ugh, pero miren ¿Katie metiéndose en problemas, eh? —pegué un respingo y me encuentro con Jacob alzando una de sus cejas.

—¿Qué, de qué hablas? —lo miro desconcertada y también indignada—Ah claro. Tú sí estabas dentro del Instituto muy cómodo por lo que veo —lo dije con el objetivo de que supiera que yo lo había pillado en medio del coqueteo con Emily.

Soltó una risilla burlona y miró mis ojos fijamente —¿Celosa, querida? —elevó la comisura de sus labios y fruncí mi ceño.

¿Qué había dicho?

—Eso sí que no —sonreí—. Jamás, por suerte.

Y me retiré con una abierta sonrisa en mi rostro, adentrándome al aula de Ciencias Sociales.

—Bien, mientras Katie permanece en el azul cielo pensando en Lucas, iremos al comedor —bufó Lindsay nuevamente sacándome de mis pensamientos, saliendo del salón con Austin y Thomas.

—Ya cállate —solté una risa nerviosa—, los acompaño.

Íbamos riendo y hablando sobre el gran tema de hoy, Emily Griffin siendo abucheada por todo el alumnado mientras su madre la agarraba con las manos en la masa. ¿Gracias a quién?, Sí, a mí.

Estaba más que distraída, aun no comprendía que me sucedía pero estaba segura que no era algo tan grave o ¿podría ser?


Cualquier tipo de laguna mental que pasó por mi cabeza desapareció en el preciso instante que choqué con alguien logrando que mi merienda cayera al suelo. Y ocurrió en mi mente tan lento que en medio que había levantado mi cabeza noté que Lucas era el alguien.

Qué locura, ya hasta parece un cliché.

—Oh, disculpa, disculpa —apenada bajé mi mirada y posé mi mano en mi frente.

—Descuida —me dedicó una sonrisa—, fue mi culpa no vi que venías tan apurada, lo siento.

Ambos miramos mi comida en el suelo y soltamos una carcajada.

—Ven, te acompaño y te compro otra.

—Ay no, por Dios. ¿Cómo crees?, Además aún ni lo había pagado —susurré—, pediré otra.

Agh, ¿por qué arruinas todo el momento?

Asintió, y en menos de cinco minutos ya estabamos comiendo en una de las mesas. Además él había pedido lo mismo, pan de sándwich con mermelada y agua saborizada.

—¿Interrumpo algo? —la voz que ya comenzaba a desagradarme, rodeó nuestra mesa y tomó asiento.

—Eh, no. Bueno, supongo que no, Jacob —el castaño me miró en busca de aprobación y solo sonreí forzadamente.

Mi vida, mis reglas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora