El Arcoíris y el Ermitaño

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Dicen que en el mundo ya no hay más dioses, habiéndose convertido en simples mitos y leyendas, o en una u otra creencia de unos cuantos, y puede que sea así en este mundo en específico. Sin embargo, los antiguos dioses siguen existiendo en algún otro sitio, quizá ocultos, quizá sellados, quizá dormidos... en alguna otra dimensión. Puede que algún día, regresen al mundo de los mortales en búsqueda de algo, camuflándose entre sus habitantes haciéndose pasar como uno más de ellos. La cuestión es... ¿Qué motivo los llevaría a regresar? ¿Qué impacto tendrán una vez que regresen? ¿Qué es lo que quieren de los mortales? ¿Por qué querrían convivir con nosotros nuevamente?

- Porque estoy aburrida. – responde Niji. – Quiero salir...

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El Arcoíris y el Ermitaño

La Isla Arcadia, es una isla tropical bien aislada del resto del mundo, la cual una vez fue habitada por humanos y bestianos (también llamados mobianos) para llevar a cabo una clase de experimento, se encuentra ahora, entre sus instalaciones abandonadas y en ruinas, poblada por dinosaurios de varias eras, como Stegosaurus, Allosaurus, Velociraptores, Compys, Dilophosaurus, Carnotaurus, y muchos, muchos otros.

Sin embargo, hay un alma particular en aquella isla, un joven erizo bestiano, de púas largas y blancas, con un gran mechón celeste sobre su cabeza, y de ojos azules. Vistiendo un pañuelo cuadrille en su cuello, una campera de cuero marrón y lleva pantalones amarillos. En las profundidades de aquella enorme y peligrosa selva, su pequeña figura blanquecina apenas puede distinguirse de entre la abundante flora que habita, mientras se escucha el motor de la motocicleta que conduce, que pese a no estar en la mejor de las condiciones, sigue siendo funcional y una de sus más fieles compañeras.

Un grupo de dilophosaurus es tomado por sorpresa con el pasar de la moto y huyen despavoridos. El erizo ni se inmuta con sus presencias, sumido en sus pensamientos y acostumbrado a verse rodeado de aquellas criaturas. La realidad es que tiene un grave problema del cual concentrarse, y se encuentra analizando cómo solucionarlo. Se detiene para pensar mejor, y suspira mientras se pasa la mano por el copete celeste de su cabeza, con cara de sueño.

Cuando de repente, siente una presencia aproximarse tras él, se da vuelta rápidamente pero no ve nada, en su lugar, un fuerte viento pasa sobre él agitando las hojas de los altos árboles, sea lo que sea que pasó ahí, lo hizo volando a una gran velocidad y altura. "¿Qué fue eso? No fue un volador común..." se dice a sí mismo, algo perturbado y curioso. "¿Quizá una máquina...?" Baja la mirada y nota un rastro de hojas y ramas caídas en el suelo, guiándolo a la dirección a la que fue esa cosa. "Debo ir a investigar." Piensa con determinación, toma su motocicleta y sigue el camino.

Saliendo de la selva, en lo alto de un acantilado, aterriza una bestiana verde, emplumada, lleva calzado celeste, short blanco, top negro, y chaleco de cuero marrón, con un par de largos mechones de color arcoíris. Sus ojos son celestes, tiene pico verde, y sobre su cabeza tiene crestas rojas y un par de alitas, también con patrones arcoíris. Aquella extraña criatura observa el paisaje con asombro, frente a ella se haya un gran valle verde, se llegan a apreciar montañas a la distancia, con más selvas y bosques, pero lo mejor, es que hay una gran manada de dinosaurios herbívoros de todas las especies conviviendo en armonía.

- Wow... - dice en asombro con un gran brillo en sus ojos mientras sonríe. – Entonces sí era verdad... Existen aquí también...

- ¡Alto ahí! – la intercepta el erizo blanco, mientras sostiene una pistola con ambas manos y la apunta desde atrás, acercándose con extremo cuidado. - Las manos donde pueda verlas, vengo armado.

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