El camino de vuelta a casa fue tan incómodo como largo.
Yuri se mordía las uñas mirando por la ventana el terrible embotellamiento en el que se habían quedado atrapados.
Para ese momento su móvil había terminado sin batería y por las circunstancias en las que se encontraban no tenía manera de acceder a él hasta que el doctor decidió darle el alta, no sin antes pasar por psiquiatría y recibir medicamentos para el dolor y una cita programada dentro de una semana para revisar sus heridas.
Aunque había jurado mil veces que no estaba tratando de suicidarse, obviamente sus lesiones decían lo contrario, pero aún así de alguna manera terminó saliendo del hospital.
Las calles siguieron igual de llenas por al menos otros 20 minutos en los que el kazajo tomó un callejón para correr con más velocidad por pequeñas calles alejándose del tumulto de bocinas y entrando a barrios más residenciales que Yuri reconocía muy bien.
A medida que se acercaban a su casa, el nerviosismo aumentaba en su ser y movía sus piernas incómodo. Por momentos, sintió un leve comezón en las muñecas que casi le obligaban a rascarse, pero cada vez que intentaba llevar sus dedos hacia las heridas la mirada helada del moreno se clavaban en él de manera amenazante, sólo pudo apretar los puños y mirar al frente.
Por un momento, desvió su mirada hacia Otabek, que tenía la misma expresión de siempre, serio pero sereno con las cejas levemente fruncidas que le otorgaba más gracia a sus facciones de por sí varoniles. Plisetsky sonrió con cierta nostalgia, dándose cuenta que era la misma mirada que tenía cuando conducía su motocicleta.
— Estamos cerca. — Mencionó Otabek girando por una curva para entrar de lleno en la calle a sólo unas cuadras de la casa del rubio.
Yuri sólo dejó salir un sonido de confirmación al mismo tiempo que el nerviosismo que había olvidado por un minuto volvía a invadir todo su cuerpo como si tratara de ahogarlo.
Suspiró tres veces en lo que tardó el carro en aparcar y, a pesar del dolor que le generaba el sólo hecho de mover sus dedos, abrió desesperadamente la puerta y se apresuró afuera. Su gata le recibió con un maullido de molestia desde una esquina debajo del árbol de plástico que adornaba el salón, pero Yuri no tuvo tiempo para darle siquiera una caricia. Fue justo eso lo que alarmó al kazajo, pues era la primera vez en todo el tiempo que conocía a Yuri en el que pasaba eso.
Al llegar arriba, el pelinegro se topó con su ex-mejor amigo frente a la puerta de su habitación, con el rostro oculto por su pelo largo y la mano extendida hacia la cerradura, pero sin tocarla.
— ¿Necesitas ayuda? — oyó Yuri desde atrás y por fin salió de sus pensamientos sobresaltándose al mirar en dirección a la voz para encontrar al hombre que juraba que más odiaba. Por fin tomó conciencia de su realidad, mirando a su casa y luego la puerta cerrada que mantenía oculto aquello que le aterraba.
— No entres. — dijo por fin después de una larga pausa.
Por más que había corrido para estar ahí, ya había fallado su misión. Lo decía el reloj al final del pasillo, que llenaba todo el ambiente con su imparable "tic tac" que calaba hondo en su interior, lo sentía cada vez más adentro, marcando sus pasos, su vida.
Giró el pomo de la puerta y entró con paso decidido antes de cerrar la puerta detrás de él sin darle tiempo al kazajo de curiosear dentro. Supuso además que la notificación que acababa de llegar a su teléfono lo mantendría ocupado por un tiempo, lo suficiente como para revisar qué opciones tenía.
Primero caminó a paso lento hasta el cargador de su móvil, que estaba conectado cerca a su velador. Conectó su celular y lo encendió para luego dejarse caer en la cama, mirando en todo momento la caja al rincón de su habitación, definiendo su forma con la mirada tratando de meter todo su miedo dentro de sí mismo para armarse de valor.
Aún dentro de su habitación podía oír el tictac del reloj y el teclear de Otabek en su celular justo al otro lado de su puerta.
Dejó salir todo el aire que traía en sus pulmones y apretó las sábanas de su cama bajo sus manos aunque eso doliera como los mil demonios y sólo así pudo ponerse de pie ignorando la vibración de su celular.
Caminó hacia la caja, con el cutter que ya antes había rasgado sus muñecas, con los dos primeros pasos firmes y los siguientes titubeantes y lentos. Se arrodilló frente a la caja, olisqueando el aire alrededor para tratar de captar algún aroma proveniente de este, sin resultado alguno.
Tomó aire y deslizó la hoja filosa por la caja, haciendo suficiente presión como para que su muñeca sangrara un poco pero logrando romper las cintas que envolvían el paquete. Miró al techo por unos segundos antes de tomar los aleros de la caja y abrirlos para descubrir el interior. Bajó la mirada poco a poco, deteniéndose en la pared frente a él, descubriendo que no podía ver bien por las lágrimas que habían inundado sus ojos, aún así no hizo nada para quitarlas. Ya el tictac se mezclaba en los latidos de su corazón resonando en su cabeza creando un ritmo denso y malsonante.
Bajó la mirada un poco más hasta el alero de la caja frente a él y, dando un fuerte mordisco a su labio inferior ya de por sí herido y agrietado, bajó por completo la cabeza en dirección al contenido del paquete, pero con los ojos fuertemente cerrados.
"Vamos maldición, no soy un maldito cobarde, puedo hacerlo" Se dijo a sí mismo acompañado con más y más maldiciones.
Y abrió los ojos.
Y el sonido en su cabeza se detuvo.
No escuchó nada, ni sintió el mundo a su alrededor mientras mantuvo contacto visual con otro par de ojos verdes como los suyos, que lo observaban, lo juzgaban como burlándose de él.
Casi parecían decir "jaque mate" con una leve sonrisa que no sabía si se estaba imaginando.
— YURA ¡YURA QUÉ PASA! — Al otro lado de la puerta, la cerradura se movió un par de veces tratando de ser forzada, pero no la escuchó.
Desesperado tiró todo su cuerpo atrás dejando que la navaja en su mano volara hacia algún lugar en el suelo y su pierna casualmente empujó el borde de la caja haciendo que esta se volteara y su contenido rodara por el piso dejando a su paso huellas viscosas junto a pequeñas larvas y un olor nauseabundo que por fin lo despertaron de la especie de trance en el que había entrado.
Sus oídos volvieron a funcionar y se descubrió gritando a todo pulmón con los ojos fijos en la cabeza que aún no estaba quieta. La cerradura seguía sonando a un lado y su celular vibraba con insistencia.
Sentía su garganta más dolorida que nunca cuando por fin pudo callarse. Se sintió sucio, asqueado, con tantas ganas de vomitar, sus manos sudaban a mares al igual que todo su cuerpo se sentía cubierto por una pequeña capa de sudor frío que lo enfermaban aún más.
Se arrastró como pudo hasta el velador tratando de tomar su móvil que cayó de sus manos un par de veces antes de que pudiera coordinar bien sus movimientos y encendió la linterna.
Para ese momento su menor preocupación era la cabeza que se mantenía cerca de uno de sus trabajos de arte y al costado de una media que no sabía si estaba limpia o sucia. Se acercó nuevamente a la caja, manchada con el mismo líquido viscoso que chorreaba aún en su puso desde el cuello y orejas de Val y alumbró dentro donde más larvas se arrastraban por un inmenso dibujo de triángulo al fondo de la caja.
Como si fuera una señal abrió la app en el celular ignorando una vez más el sonido de la puerta a punto de ser derrumbada a patadas por el kazajo.
Simon Says Game Over
La puerta por fin se abrió.
***
Hola, sí soy yo actualizando luego de 6 meses
jé punta depresión jsjsjs
Esto de ser una adulta es una mierda, no lo recomiendo 0 estrellas
Bueno, muchas gracias por su apoyo y por ser geniales y esperar por mi todo este tiempo
Este no es el final, aun falta un capítulo y la segunda temporada.
Gracias otra vez, nos vemos la proxima
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Simon Says [OtaYuri]
Mystery / Thriller"Simon dice que entres" Yuri Plisetsky tiene tres meses para conseguir suficiente dinero para la operación de su abuelo y se aferra a una leyenda urbana llamada Simon Says, una aplicación que solo unos pocos pueden encontrar... pero una vez que la...