Bajé volando, deslizándome por la barandilla de las escaleras tras lanzar la mochila al suelo desde arriba. Caí de pie, cogiéndola del suelo y corrí a la cocina entre risas mientras mi hermana me seguía.
—¡Me pido la taza rosa! —Gritó.
—¡No! ¡Es mía y si la coges me voy a enfadar!
—¡Eso quiero verlo!Entré a la cocina, abrazando la taza para evitar que mamá dijese nada y tras mancharme la ropa, ella entró.
—¿Qué coño hacéis? Suelta eso y vete a cambiar.
—Pero la taza...
—QUE TE VAYAS A CAMBIAR.Retumbó en mi cabeza, noté el dolor de mis oídos gruñendo por ese horrible eco. Me quitó la taza y la rompió contra el fregadero, yo corrí escaleras arriba dándole una patada a una silla mientras el mundo se me tiraba encima y espachurraba contra el suelo. Me tapé los oídos encerrándome en la ducha para no escuchar nada y traté de olvidar lo que había pasado, pero me interrumpió mamá dando un portazo y gritando cosas que aún no termino de entender qué eran.
—...y dúchate! —Fue lo último que escuché antes de otro portazo. Temblando mientras hiperventilaba abrí el armario de las medicaciones y tomé 15 pastillas de lo primero que encontré, cada una de 1g. Lo último que recuerdo además de mucho calor en todo el cuerpo es mamá gritándome mientras me sentía mareada. Mi hermana al parecer se había ido con la vecina al colegio y mamá me llevó al hospital en el coche... las enfermeras se me tiraron encima, prácticamente me arrancaron de las manos de mamá.
—Venga campeona, toma esto, bébetelo.
Miré fijamente el líquido... tenía la espesura de la pintura del colegio y era negro como el carbón. Qué sorpresa...
—Es carbón activo, tienes que bebértelo ¿vale?
Miré el líquido y di un primer sorbo, si hubiese desayunado seguro que todo habría estado por el suelo regurgitado. Era tal y como pensaba, beber pintura de guardería... tras unos 30 minutos terminé el vaso y lo rellenaron de nuevo, acabando una botella no muy grande.
—¿Es enserio?
—Te lo has buscado, termínatelo. —Dijo otra enfermera diferente a la de antes, que me hizo pensar en tirárselo a la cara, aunque me aguanté y lo hice, me lo bebí de un trago y arrugando el vaso hasta dejárselo en la mano y ensuciarla.
—Te lo has buscado, llévatelo. —Murmuré con una sonrisa y vi llegar a otra enfermera, que me puso una vía y sacó sangre.Pasaron horas, yo estuve con el móvil hasta acabarse la batería y luego viendo a la gente pasar. Una bebé llorando, dos crías chillando, incluso una habitación de colegio en la que habían aspirado algún gas y tenía a los críos llorando.
—Bien, tienes el paracetamol en sangre por las nubes, pero también tienes suerte de no haber sufrido un fallo hepático. Ahora campeona vas a hablar con la psiquiatra del hospital y te podrás ir a casa si te ve bien.
Asentí ante lo que me dijo y prácticamente a los 2 minutos entró una mujer castaña de ojos claros y con una libreta entre los brazos. Devorándome a base de preguntas y yéndose al rato... una enfermera me llevó a un cuarto del ala de psiquiatría y me instalé. Lo primero que hice fue dejar cargando el móvil y encontrarme una enfermera que vino a revisar mis cosas, todo con el pretexto de no hacerme daño a mí misma... pero me interrumpieron las ganas de vomitar, así que ella revisó todo mientras yo echaba el intestino en un... ¿cuenco? De cartón.
Salí el lugar y con permiso de la doctora fui a dar un paseo con mi madre, quien no se dignaba a abrir la boca cerca de mí.
—¿Quieres ir a la cafetería y comes algo? —Le pregunté.
—Vale.Y allí fuimos, cruzando un gran pasillo de cristal que nos cambiaba de edificio... me senté en una silla de por allí mientras mamá buscaba algo de comer y una chica se sentó frente a mí.
—¿Eres de psiquiatría?
—¿Cómo lo sabes? —Pregunté.
—Sólo a nosotros nos dan unos calcetines tan feos.Dijo moviendo los dedos de los pies mientras me los enseñaba, eran igual que los míos pero de color azul.
—Son cómodos.
—Eso sí, desde luego ¿cómo te llamas?
—Jess ¿y tú?
—Yo soy Connie, encantada. ¿De qué cuarto eres?
—Pues... del 4, 5 o 6, no lo sé.
—Somos vecinas, soy del 5... Sara volverá hoy, es tu nueva compañera, seguramente os llevéis bien... os veis igual de frikis las dos.
—Es por mi pelo ¿verdad?
—Y por tu camiseta ¿de verdad juegas al League of Legends?
—Sí.Su madre llegó sentándose con nosotras y saludó, mi madre también llegó pero guardó silencio.
—Hola chicas ¿qué tal?
—Mamá, esta es Jess, la nueva vecina de cuarto.
—Encantada Jess... las visitas ya se van a acabar cariño, me voy. —Dijo la mujer besando la cabeza de Connie y despidiéndose de mí con la mano.
—Voy con usted. —Se apuntó mi madre ofreciéndole un cigarro. Las dos salieron a fumar.—¿Y ahora deberíamos volver al cuarto o algo así?
—Tenemos que ir al aula, si las enfermeras ven que falta alguien lo buscan... pero eso no suele pasar. —Contestó mientras se levantaba e iba para allá, yo la seguí andando un poco atrasada.
—¿Cuántos somos?
—Depende de si han venido más.
—¿Son bordes?
—No, cada quién tiene lo suyo pero todos son buenas personas y se ve de lejos. Tú por ejemplo te llevarás bien con ellos, estoy segura.Asentí y llegamos a nuestro pasillo, cruzándolo hasta el final y entrando a lo que parecía un cuarto con ventanales. Me senté donde Connie dijo, a su lado en unas sillas que formaban un círculo. Había cuatro adultos sentados entre nosotros.
—Bien chicos, hay gente nueva así que creo que lo mejor será presentarnos y jugar a algo que ya conocéis. Arriba. —Dijo una de las mujeres adultas cuando entró la última persona y cerró la puerta tras de sí. Todos hicimos caso.
Dio dos golpes en su pecho con las manos y una palmada.
—Celia, Celia.
Otro monitor dio dos golpes y una palmada.
—Celia, Celia. Marco, Marco.
Y la siguiente era Connie.
—Marco, Marco. Connie, Connie.El juego duró un rato, algunos se trababan por los nervios, otros simplemente por vergüenza... pero tras una ronda de ese juego todos nos sentamos.
—Bien, entonces ¿queréis presentaros? Preguntó Marco, el psiquiatra.
Yo miré para otro lado al hacer contacto visual y él miró a otra persona nueva.
—¿Thais?
Una chica morena de pelo corto subió la mirada hasta el psiquiatra y respiró hondo, jugando con sus manos entre ellas y volviendo a mirar al suelo.
—¿Por qué no te presentas?
—Yo... me llamo Thais. —Y un silencio corto se hizo, aunque para ella por lo incómoda que estaba juraría que fue eterno.
—Yo soy Marco, estoy aquí porque soy vuestro psiquiatra y quiero ayudaros a pasarlo bien mientras estéis en el hospital y que podáis salir allí fuera con las herramientas para arreglar todos vuestros problemas. ¿Thais? —Dijo dejándole ese ejemplo.
—Soy Thais y me gusta leer... —Susurraba al hablar, se notaba que no quería decir más.
—Gracias. —Interrumpió otra psiquiatra.Miré al suelo y volví a subir la mirada, al parecer querían ir al orden de las agujas del reloj, después de dos personas me tocaba a mí.
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Armadura de cristal
Teen FictionUn grupo de amigos del hospital, quienes se conocieron allí, descubren un mundo maravilloso a partir de una terapia rutinaria. Cada uno, de una manera, toma las riendas.