XVII. Cambios.

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Con el paso de los días, su rutina sí cambió ligeramente.

Al parecer, el haber compartido esa primera noche les dio la seguridad para tocarse más. Jimin empezó a acariciar los costados de Taehyung mientras estaban acostados en la cama, entre el sueño y despertar, también ya era más abierto a darle besos de despedida en la mañana en el ascensor o esperarlo en la puerta de su despacho cuando iba a comer.

El lunes siguiente de su primera noche, Jimin llegó con dos cajas de mochis de fresa con sus amigos y se las dejó en la mesa de la sala de juntas, entre los papeles de la primera semana del mes. Ambos lo miraron confundidos, pero Jimin se limitó a sentarse en su lugar y observar sus notas antes que llegaran los demás compañeros a la junta.

—Elijan el lugar donde querrán comer todo este año, idiotas —fue su manera de aceptar su derrota. Jin se rió con fuerzas al darse cuenta que él no cambiaría pañales en un largo tiempo. Yoongi solo rodó sus ojos y le susurró un "débil" a Jimin antes de comerse un mochi.

Jimin no dijo más.

Por otro lado, Taehyung se sentía más seguro ahora con Jimin a su lado, ambos habían hablado más a fondo el domingo sobre el problema de Ro See-Wan y habían quedado que contra demandarían por levantamiento de falsos.

Jimin le explicó que la Junta los quería unir y que se dijeran la versión de sus hechos frente a los demás y frente a los abogados en el juzgado penal. Pero Jimin se había negado a exponer a su Omega ante esa acción, donde seguramente saldría perjudicado Taehyung y su imagen ante los medios. Jimin accedió a llevarlo a lo legal, pero con los videos y testigos que se tenían de ese suceso.

Ro See-Wan no había contemplado eso, pero ahora ya no había marcha atrás.

Taehyung estaba disfrutando de su nueva vida de casado, era apenas un mes y medio juntos, pero se sentía tan relajado con Jimin ahora que la tensión sexual se había resuelto un poco. Era consciente que ahora tenía más ansias de seguir probando el cuerpo del Alfa pero tenía todo un año para disfrutar de él antes de separarse.

Habían tenido una nueva rutina donde hablaban más, se tocaban más y hasta tenían una especie de amistad. Era reconfortante y divertido, se sentía a gusto al fin y empezaba a olvidarse de por qué había decidido casarse tan apresuradamente hasta que su familia se lo recordó.

Era un sábado, Jimin y él estaban descansando en el sillón viendo una película, con una caja de pizza vacía en la mesa de café y Taehyung recargado en el Alfa descaradamente.

Esto también era nuevo, el abrazarse para ver la televisión o mientras trabajaban, pero ninguno se quejaba y se sentían relajados ante la acción.

El celular de Taehyung empezó a sonar y quiso ignorarlo pero no podía. Suspiró y se estiró para tomarlo, congelándose al ver el nombre de su madre en la pantalla táctil. Hace casi dos meses que no hablaba con ella.

¿Debería contestar? No, mejor no... No lo merece.

Taehyung suspiró y contestó a la tercera llamada.

—Madre —fue su escueto saludo. Jimin lo veía desde su asiento con curiosidad. Taehyung se había sentado muy recto y tenso, dándole la espalda casi por completo.

— ¿Por qué jamás contestas a la primera? No tengo todo tu tiempo para que me contestes, niño. Así no te eduqué.

No, me educaste para ser la sirvienta perfecta para mi esposo.

— ¿Qué quieres, madre? —volvió a preguntar en tono frío y condescendiente.

Su mamá bufó, evidentemente irritada pero prefirió seguir hablando.

A (Un) Married StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora