siete

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.....

Tus dedos jugaban entre sí, tratando de sobrellevar los nervios que atormentaban tu cabeza. Los sonidos del bolígrafo deslizándose en las páginas ásperas del cuaderno solo ayudaba a desesperarte con más razón. Una semana había pasado ya, desde que Hange se había ofrecido para ayudarte a entender química. Raramente, en ese corto lapso de tiempo, no solo aprendiste sobre aquella materia que tanto te disgustaba, al final de cada sesión ambas se quedaban hablando sobre distintos temas, permitiéndose una a la otra saber más sobre ustedes.

Ahora mismo te encontrabas impaciente, esperando por la nota final de tu trabajo. Volteaste hacia Hange, quien aún estaba en el escritorio. Ella notó tu acción, respondió cruzando sus dedos, haciendo una seña de suerte. Le sonreíste nerviosamente desde lejos, antes de que la voz de la maestra captara nuevamente tu atención.

- Correcta, correcta, ¡correcto!.- giró la pasta del cuaderno, cerrándolo.- Has mejorado notoriamente.- sonrió dulcemente.- No sabes lo mucho que me alegra.

- G-gracias, señorita Carla.- recibiste el cuaderno entre tus manos.

- Solías ser pésima... ¿Como... como fue que aprendiste en tan poco tiempo?.

Giraste hacia Hange, quien se veía emocionada desde su asiento.

- Hange me enseñó.- respondiste orgullosamente.

- Así que Hange... ya veo, es una excelente alumna. Me gustaría que pasaras más tiempo aprendiendo con ella, no creo que sea una molestia para ti, después de todo es una chica carismática.- la vio, moviendo su mano después de notar que la castaña estaba observándolas desde hace rato.

- Eso haré.- sonreíste al ver tal acto.

..

- ¿Ves?.- dijo la castaña emocionada.- ¡Te dije que serviría!

Sonreíste por lo bajo ante la emoción de la contraria, parecía sumamente orgullosa de ti, y de lo mucho que habías aprendido.

- Gracias Hange.- paraste de caminar, ante tal repentino acto; la de lentes lo imitó.

- No tienes porqué hacerlo, (N).- sus mejillas se coloraron de un suave rosa, apretándolas por la aparente sonrisa que se formó luego de eso.

En un momento para otro, la castaña abrió sus brazos, indicándote que te metieras entre ellos. Fuiste hacia ella, y lo permitiste, se formó un cálido abrazo entre ambas. La contraria puso su nariz en tu hombro, acariciando tu espalda despacio, se sentía tan bien y reconfortante, su tacto era tibio y delicado. Después de unos segundos se separaron, con algo de vergüenza entre ambas.

- 𝒔𝒊𝒏𝒔 | hange zoe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora