LILITH
Salgo de la ducha, con el pelo enmarañado y en un solo hombro. Mis ojos son la clara imagen, de una hora bajo la regadera, llorando sin control.
¿Qué más podía hacer para sentirme mejor?
No podía autolesionarme. Ya no. Se supone que lo tengo bajo control, que lo había superado, así como a esos malévolos pensamientos que, me hacen sentir como basura la mayor parte del tiempo.
El medicamento no está haciendo su efecto.
Debo consultar a papá.
Él es mi cómplice, mi amigo, a él recurro cuando algo malo pasa, me pasa. Bueno, no siempre sigo sus consejos, y tampoco voy con él la mayoría de las veces en las que recuerdo alguna que otra cosa sobre el origen de todos los punto y aparte de mis problemas.
Últimamente, los rezos y las plegarias, tampoco están ayudándome a desconectar del mundo que constantemente se esmera en destruirme.
Muerte súbita.
Me cambio con un cansancio extraño en el cuerpo. No tengo ganas de nada, sólo de llorar. Ni siquiera quiero mirar mis libros o sentarme a escribir en mi diario. Hasta el hambre se me quitó. Creo que mi plan del día es quedarme aquí encerrada. Si mamá pregunta, le diré que estoy enferma. Si alguien viene a tocar mi puerta me haré la dormida.
Suspiro y gimoteo con una cara de los mil diablos, mientras me arrastro a los pies de la cama y me meto bajo las sábanas. Pataleo y me quejo como una auténtica niñata. Sé que las rabietas son para las menores de quince, pero me da igual. Me acabo de dar cuenta que estoy maldita hasta la médula, así que mi dignidad me importa un comino.
Abrazo mi almohada, cerrando los ojos y, detectando una ligera fragancia a desodorante para hombre..., que se esparce por toda la cama hasta infestar mis sábanas de ese fuerte aroma que encuentras en los pasillos de las farmacias. Arrugo mi nariz ante el hedor, y mi estómago empieza crujir y a sentirse inquieto.
¿Y ahora qué...?
Creo que voy a vomitar...
¡Pero de la impresión!
La voz de Leviatán me hace pegar el grito en el cielo.
—Hola.
—¡Santo Dios!
Su cabeza aparece de la nada al lado de mi cara, como ese demonio de cara roja en esa película de terror, provocándome un sobresalto de infarto total, haciendo que gire y me enrolle con mis propias mantas hasta caer de costado y golpear la moqueta con mis caderas.
«Auch.»
Momento escalofriante.
«¡Y de dolor!»
Las exageradas carcajadas de Levi remplazan el asqueroso aire a desodorante para hombre. Así como mis ganas de vomitar y querer lloriquear. El dolor físico supera al emocional por mucho en este sentido.
Peleo con la sábana hasta que, ¡al fin!, consigo desenredar mis piernas y brazos de la especie de camisa de fuerza improvisada que yo solita armé.
—Ay, mija tan chula —dijo, y se ríe burlón cuando mira la rojez de mi cara y mi pelo de bruja cubriendo mi rostro.
«¿Qué demonios?»
Me incorporo y levanto con rabia del suelo, echando mi pelo hacia atrás y en todas direcciones, lejos de mi cara. Mis dedos se enredan en los encrespados mechones de mi pelo, cuando intento peinarlo lo mejor que puedo.
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¿Se pueden querer a dos personas al mismo tiempo? [POLIAMOR #1]
Teen FictionLa joven adulta, abogada y devota religiosa Lilith de veintiún años, despierta su sexualidad descubriendo emociones ocultas y avivando la llama de la inocencia que los hermanastros Bianchi Soto despiertan en ella, haciéndole una tentadora oferta que...