Capítulo único.

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  Megumi nunca pensó mucho sobre sí mismo. Cuando tu existencia y bienestar comienza a depender de ti y de una niña casi de tu misma edad, era algo que no encontraba un lugar donde subsistir en la vida por mucho tiempo. Mientras pudiera llegar al final del día completo, no esperaba mucho más.

 Cuando Satoru apareció en su vida un día cualquiera y decidió bajo una falsa propuesta de libre albedrío que sería su tutor y el de Tsumiki, la situación no cambió casi nada a partir de allí exceptuando la presencia del extraño joven que correteaba alrededor suyo y su hermana.

 Vivir así fue una manera simple y buena, ser consciente de uno mismo lo justo y necesario y tirar hacia adelante con lo que tenía.

 No era de gustos caros ni de deseos frívolos, sus pensamientos eran prácticos y sencillos, agiles cuando se les re quería y tranquilos cuando la situación no era adulterada.

 Pero ahora estando allí, en medio de ese elegante salón de fiestas, rodeado de un mar de gente rica y que disfrutaba alardear de su cuenta bancaria como si sus vidas dependieran de cuántos elogios recibiesen, no pudo evitar que la oscuridad se expandiera por su mente como un veneno mortal.

 No era como si Megumi temiese a la oscuridad, toda su persona siempre fue descripta de esa manera, y, cuando las cosas dentro del mundo de jujutsu se convertían en algo que no podía suportar, ocultarse en la oscuridad de sus sombras, rodeados de sus shikigamis, se volvía su único medio de escape. No obstante, la oscuridad que manchaba sus pensamientos en ese instante era del tipo que le ponía los nervios de punta y que desesperaba a su corazón hasta el punto de doler.

 Ver a su alrededor dolía.

 Mujeres esbeltas y bellas, rodeadas de una compostura sofisticada y pulcra que relucía en cada paso que daban seguras en torno al centro de atención de esa noche. Los hombres también conseguían brillar bajo los reflectores, con trajes hechos a medida y zapatos caros centellantes como el oro recién pulido, tan dominantes y acaparadores de ojos hambrientos que se posaban en ellos.

 Era una reunión de los más grandes elitistas que pisaban todo Japón reunidos para celebrar al elitista por excelencia que existía en toda la fas de la tierra: Gojo Satoru.

 ¿De qué iba la fiesta? Ni siquiera el propio Satoru lo sabía, por lo tanto, Megumi tampoco tenía conocimiento al respecto. El clan Gojo no solo era considerado de la realeza para los hechiceros y maldiciones, sino que también había conseguido extrapolar su prestigio y posición al mundo normal donde la mayor preocupación de las personas allí presentes era el próximo auto o teléfono celular que iban a adquirir mañana. Los Gojo eran visto como el pináculo en la aristocracia japonesa actual y cualquier situación que los llevase a estar en una misma habitación con alguno de sus miembros era visto como ser bendecidos por una divinidad.

"—El poder es poder, y cuando se tiene mucho de él las puertas se abren sin tener que pedirlo en voz alta", o algo así fueron las palabras de Satoru al contarle sobre la fiesta. "Si quieres mantenerte en donde estás debes seguir alimentando tu estatus, ¿y qué mejor manera de hacerlo que celebrándome a mí? Dicha es la mía que no necesiten un motivo más aparte de que estaré presente para que asistan. ¿No te parece un poco triste, Megumi? ¿Esa mentalidad de ganado que comparten? Ah~ envidio que Itadori y Nobara no tendrán que ir a esa aburrida e insulsa fiesta llena de pequeñas presas fingiendo ser feroces depredadores, pero está bien, a fin de cuentas, ¿qué clase de maestro sería si arrastrara a mis adorables alumnos a ese tipo de ambiente?", también dijo algo como eso, dos segundos antes de entregarle un traje negro de tres piezas y empujarlo a esa fiesta llena de lujos colgado de su brazo como un lindo muñeco que presumir.

Ocultos del mundo || Gofushi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora