La primera advertencia.

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Toqué el puente de mi nariz y reí. —ADIÓS. —Dije divertido y colgué.

Las chicas me miran algo extrañadas.

—Era mi padre. —Dije, aclarándome la voz. —Quería saber si todo estaba bien. ¿Joanne esperas por mí? Iré a bañarme.

Ella asiente. —Sí, seguro.

—Bien, no tardo. Vayan desayunando. —Les pido y subo las escaleras a la segunda planta de la casa. Me demoro unos veinte minutos, sabía que tenía que ser rápido porque Joanne tenía que ir a su casa a bañarse y el tiempo no nos alcanzaba.

Bajé corriendo y observé que Joanne no estaba más. Fruncí el ceño algo extrañado, Elena comía un trozo de pan junto a su té.

—Le he dicho que se bañe en el cuarto de tu padre. —Me dice antes de que pueda preguntarle, acertando a mi pensamiento.

Asentí. —No recuerdo que haya traído ropa. —Le dije.

—Sí, ella la traía en una bolsa pequeña. —Me dice. —Quizá sabía que podría hacérseles tarde.

Me acerqué a la mesa y me senté para desayunar.

Elena había preparado fruta, y pan tostado con mantequilla de maní, adicional al jugo de naranja. Comí en silencio, observándola de repente, ella me mira.

—¿Te sucede algo? —Me dice algo preocupada.

Negué. —No, ¿por qué lo dices?

—Bueno, al verme esta mañana no has pronunciado palabra alguna y estás como un idiota viéndome.

Reí levemente y asentí. —Bueno, me he sorprendido de verte con el cabello negro. Anoche que llegaste eras pelirroja. —Me atrevo a decirle y asiente.

—Creí que sería bueno un cambio. —Me dice bebiendo de su taza.

La observé algunos minutos. —Te ves muy bien, El. —Le digo.

—Bueno, parece que no es así...por tu silencio. —Dice divertida.

Mastiqué la fruta que tenía en la boca y tragué. —No es así. Sólo que al verte con ese tono...me di cuenta de que te pareces tanto a ella. —Le digo.

Ella me mira.

—Te pareces tanto a mi madre...que cuando te vi...quise abrazarte. —Me atrevo a confesarle. —Fue algo inesperado y...—Ella no dice nada, se levanta rápido y me abraza muy fuerte por el cuello. Me veo algo sorprendido y entonces me giro para abrazarla.

Sus ojos están cristalizados, y pronto unas lágrimas comienzan a brotar.

—¿Qué sucede? —Le pregunto y ella niega. Elena comienza a limpiar las lágrimas de su rostro.

—Lo lamento, me ha dado mucho sentimiento. —Una pequeña sonrisa aparece en mi rostro. —También la extraño mucho. —Me dice.

Asentí.

—Si quieres puedo quitarme el color...—La interrumpo.

—No, no, nada de eso. —Le digo con una sonrisa. —Está bien para mí. Me gusta pensar en ella para no olvidarla, y es bonito verla en ti. —Le digo. —Bueno, sólo te faltan los lunares en el rostro y los ojos azules...pero está bien. —Comienzo a reír y ella me sigue.

Los ojos de Elena eran mieles con verde, los había sacado a mi abuela materna.

Las suelas de los tenis de Joanne se escuchan y la miramos. —¿Sucede algo? —Pregunta al vernos callados. Elena niega y rodea la mesa, limpiando su plato.

Los colores del alma| LG(B)TQ+Donde viven las historias. Descúbrelo ahora