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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟒: 𝐄𝐥 𝐜𝐨𝐧𝐯𝐞𝐧𝐭𝐨
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¿Cómo iba ella a vivir el resto de su vida en un convento? Podría soportarlo sí tan solo tuviese un mínimo de fe. Delilah, al igual que su padre, era una falsa creyente. Ambos tenía la suerte que el extremismo religioso de la señora Prats los mantuviese a salvo. Con frecuencia la mujer arrastraba a su marido e hijas a celebraciones religiosas.
Si la Santa Guardia Thysiana de Paralia descubriera esto, ambos podrían ser condenados a la hoguera, torturados o incluso ser acusados de brujería.
La unidad religiosa era uno de las principales medidas que habían tomado los Reyes de Paralia hace más de 200 años y que sus hijos mantenían hasta la fecha. Según ellos, el reino sufriría de revueltas y guerras si hubiese diversidad religiosa. Además sería "una crueldad" que sus ciudadanos viviesen en "una mentira", pues según sus majestades, la religión thysiana era la única y verdadera.
Si Delilah fuese enviada a un convento, estaría peligrosamente cerca de la Santa Guardia Thysiana. Cualquier mínimo atisbo de falsa fe la enviaría a la hoguera.
No sabía cómo su tía Remei podía soportar esa vida. Nunca había hablado con ella sobre sus creencias religiosas (podría llegar a ser muy arriesgado), pero Delilah tenía la teoría de que Remei era también una falsa creyente. Era sabido por todos que ella había sido enviada al convento a la fuerza por sus padres, pero aparentemente parecía contenta con su vida allí.
Delilah veía su vida en el convento como la peor de las torturas.
Pasaba las noches pensando en como evitarlo, tenía que hacerlo. Estaba la opción de huir, pero su padre acabaría encontrándola (a parte de que no sabría a donde ir).
No parecía haber ninguna otra opción y se le acababa el tiempo.
Su madre le había informado que sería enviada a mediados de septiembre, cuando la temporada social hubiese acabado oficialmente. La señora Prats aún tenía la esperanza de que un hombre rico apareciese sorpresivamente y le pidiese matrimonio. Si eso pasaba ella misma se aseguraría que Delilah aceptase por la fuerza.
La joven Prats no se veía feliz en ambos destinos que su madre le proponía: pasar su vida en un convento o ser la esposa de alguien a quien no ama. Ambos implicaban abandonar todo lo que la hacía feliz para, o bien, realizar labores religiosas o para dedicarse a la maternidad y al cuidado de una casa.
En parte había acabado en esta situación por su culpa, había idealizado el matrimonio, viéndolo como su única forma de escapar del convento. No fue hasta que vio al señor Ballester arrodillado frente a ella, que se dio cuenta de que eso tampoco la haría feliz. Siempre había pensado en casarse, no rechazaba la idea en lo más mínimo, tan solo no quería hacerlo con 15 años (y mucho menos con alguien con quien apenas había intercambiado un par de palabras), pese a que fuese lo común en Paralia.
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Montserrat y Delilah estuvieron una semana entera sin dirigirse la palabra. El señor Prats muchas veces se veía involucrado en el conflicto: su hija lo utilizaba como medio para comunicarle cosas a su madre sin tener que hablar con ella. Por otra parte, la señora Prats solo le dirigía la palabra para rogarle que le escribiese al convento de "Nuestra Señora María" o para que comprometiese a Delilah con algún amigo de la familia de buen nombre.
No fue hasta la semana siguiente que el hombre decidió actuar. Esto no contentó a su hija, no debía desperdiciar ni un segundo, y su padre ya había desperdiciado una semana de su tiempo.
—Necesitaba una respuesta de tu tía y un viejo amigo, por eso necesitaba tiempo —explicó el señor Prats ante las quejas de su hija, quien hizo una mueca.
—¿Para qué exactamente? No habrás decidido contentar a madre, ¿verdad?
—Tranquila, nunca te obligaría a casarte con nadie —intentó tranquilizar a la joven, quien se desplomó en uno de los sillones del estudio—. Primero, necesitaba que tu tía Remei estuviese al tanto del plan que he ideado, además de su total aprobación y cooperación. Ella hablará con Montse y te recogerá el 14 de septiembre como tu madre tiene previsto.
El hombre le dio a su hija dos cartas: la de su padre para su tía y la respuesta de esta.
—Pero no irás al convento de Nuestra Señora María, si no al taller del maestro Rodzina, quien actualmente acepta a aprendices de cualquier sexo, es de los pocos que lo hacen en la capital. Es una gran oportunidad para ti —Delilah dejó de lado las dos cartas para tomar las que se habían enviado su padre y el maestro Rodzina—. Dijo que te acogería sin ningún inconveniente, pero que deseaba ver algunos de tus bocetos. Lo correcto es que tú misma le escribas agradeciendo su amabilidad y le mandes algunos trabajos, ¿te parece bien?
Entre las tres opciones que tenía, está sin duda era la mejor. Le aterraba un poco el hecho de tener que ir sola a la capital, pero tampoco podía quejarse.
—Me parece perfecto —dijo con ilusión una vez terminó de leer las cartas— ¡Gracias Padre! —Delilah abrazó al señor Prats para después devolverle las cuatro cartas.
—No podremos engañar a tu madre para siempre —comentó su padre—, pero intentaré mantener nuestro plan en secreto, hasta que tu madre ya no pueda hacer nada.
Delilah besó la mejilla de su padre antes de salir del estudio.
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La joven estaba ansiosa por contarle todo a Victoria, pero no debía, cuantas más personas supiesen el plan, más probabilidades habían de que algo saliese mal. Además la joven estaba ocupada, pues a raíz del baile del señor Ballester, había adquirido popularidad.
Victoria tenía que recibir a jóvenes que iban a la casa de los Tarongí para cortejarla y buscar su afecto. Además le llovían las invitaciones a bailes de cualquier punto de Paralia.
La señorita Valentí no asistiría a ningún baile más en lo que quedaba de temporada debido a una terrible enfermedad que sufría y era contagiosa. Esto se volvió un tema de conversación recurrente en las fiestas de té y demás reuniones de señoras. Diversas teorías rodeaban a la familia Valentí.
Por otro lado, Delilah tampoco asistiría a ningún otro baile. Decisión que tomó el señor Prats, estando su mujer en contra de esto, según él, la señorita Prats tenía que dedicarse a sus labores espirituales.
Estos hechos hicieron a Victoria destacar sobre el resto de debutantes: su belleza, riqueza, carácter enamoradizo, gran corazón y buena fe la hacían la esposa ideal de cualquier joven. Todos estaban seguros de que pronto tendría una propuesta, si es que no la tenía ya.
A Delilah le apenaba no poder pasar sus últimas semanas en Litoresilva con su amiga, ambas se escribían, pero las respuestas de Victoria tardaban más de lo normal en llegar y Delilah no deseaba distraerla.
Decidió dedicarse a mejorar su técnica al pintar, haciéndolo intensamente durante las cuatro semanas que le quedaban en Litoresilva.
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-𝐋𝐚𝐬 𝐁𝐫𝐮𝐣𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐏𝐢𝐜 𝐋'𝐈𝐧𝐟𝐞𝐫𝐧-
FantasiDelilah solo piensa en salir de ese pequeño pueblo en el que está atrapada desde hace 15 años. Tiene dos opciones: casarse con un extranjero o ser enviada a un convento. Ninguna le parece lo suficientemente buena, ninguna la va a hacer feliz. Sin em...