Las Flores de La Hilandera

9 1 0
                                    

Dicen que nada es lo que parece, que todo tiene un trasfondo y que la sombra que, pegada a tus pies te sigue, es la muerte acechando su próxima victima.

Pero, ¿llegaba la muerte a la calle más desolada y sencilla de Cokeworth?

¿O era sólo una calle, con casas hechas de polvo, mugre y ladrillos pegados unos a otros a base de cemento sin nada en especial?

Seguro que el chico de cabellos negros que vivía en el fondo de la calle se pasaba cada mañana, tarde y noche mirando con sus ojos negro azabache a lo que fuese que le interesase de la calle más aburrida de toda Inglaterra.

Todo era gris, mirases por donde mirases, lo único que destacaba era el color de la madera roñosa que recubría los bordes de las escasas ventanas que la pequeña casa contenía.

Y unas flores que correteaban por la calle.

La calle estaba casi desierta, tanto el pavimento como las casas que la calle constituía; La mayoría de personas que vivían allí eran lo bastante viejas como para dormir en ataúdes, de esa forma ya tendrían un lugar donde caerse muertos.

Todo parecía tan simple, tan monótono... nada nuevo pasaba en esa calle.

Hasta que vio a las flores discutiendo en mitad del asfalto.

-¡Es mi turno, Lily!- gritó una pequeña figura en la distancia.

Esta, le arrebató de las manos lo que parecía ser una pelota de pequeño tamaño y empezó a golpearla contra la pared de la parte principal de la casa.

La casa tan poco familiar de los Snape, por fin veía más movimiento que el de los viejos con bastón saliendo. Al menos ahora el pequeño de los Snape veía a gente de su siglo

Atemorizado, avanzó con la cabeza gacha hasta que pudo ver mejor a las dos niñas delante de sus ojos.

Una de ellas, de cabello castaño, discutía fervientemente con la otra chica, de cabello rojizo, que deslumbraba tanto como una llama en un cementerio.

-¡Has tenido mucho tiempo la pelota!-protestaba la castaña a gritos

No veía la cara de la pelirroja pero estaba seguro de que rodó los ojos.

-Lo siento, Petunia- se disculpaba entre risas a la vez que le cedía la pelota sin ningún gesto aparente de enfado por su parte.

La castaña, molesta, cogió la pelota refunfuñando y se dirigió hacia la pared de la casa.

Severus Snape, quien creía tan inusual la escena, no sabía cómo aquellas niñas podían estar enfadadas la una con la otra cuando podían estar juntas siempre que quisieran.

La soledad le acompañaba desde pequeño.

Observó a la niña pelirroja, que jugaba con unas hojas y flores en el pequeño jardín de la casa, que daba un toque natural a la lúgubre avenida.

Esta, hacía juegos con las hojas y flores, veía los pétalos y...
¿los hacía cambiar de color?

Severus, confundido, avanzó inconscientemente hacia donde ella se encontraba y se sentó en la acera de en frente.

Lily, la pelirroja, tan absuelta en su tarea de las flores, no se percató de los ojos negro azabache que la miraban desde el otro lado de la acera.

Pasaron las horas y Severus estaba embelesado mirándola: mirando sus movimientos tan sutiles con los pétalos de las flores, y cómo su pelo danzaba con la brisa tardía del final del verano.

¿Era posible?
¿Había encontrado Severus alguien con quien compartir su soledad, alguien igual a él?

El pequeño se armó de coraje y se aproximó a la niña de cabellos llameantes.

"Su nombre es Lily, creo" - pensó mientras hacía memoria

Tan inmersa estaba la niña en su tarea de pintar las flores del jardín que, seguramente no hubiese notado la presencia de Severus sino fuera por la sombra de su cuerpo, que le bloqueaba el color tan brillante de las flores que recién pintaba.

El coraje que albergaba el cuerpo de Severus no pensó en qué hacer una vez la niña se percatase de su presencia.

Y cuando esta alzó los ojos...fue como si mirasen a través de él, como si le examinasen parte por parte, pensamiento por pensamiento y al mismo tiempo, esa mirada se convertía en burlesca y se reía de todos y cada uno de sus aspectos.

-Y-yo...

Lily miró a esos ojos negro azabache que parecían no tener fondo, vio a la figura delante de ella, expectante de algún movimiento por su parte y al mismo tiempo ninguno, pues el niño brotaba miedo y terror por todos sus poros.

"Sonríe Lily, sonríe, no tengas miedo de ser tú misma" - recordó la pequeña las palabras de su madre a la vez que le dedicaba una sonrisa ladeando la cabeza al manojo de nervios en frente suya.

Se giró a su lado y cogió un lirio; con un giro de muñeca y un embelesado movimiento de sus delicados dedos, transformó el verde lirio en uno negro.

Se lo tendió al pequeño con la sonrisa aún en los labios.

-Me gusta el color de tus ojos- profuró Lily, aún esperando a que el niño tomase su flor.

-Y-yo...-Severus cogió el lirio por fin y se lo metió en el bolsillo de la camisa-Gra-gracias, p-por la flor y p-por el cumplido - logró decir este titubeando.

Lily no dejaba de sonreír, no podía.

En sus 6 años viviendo en esa lúgubre calle, jamás había visto a ningún chico, sólo veía a hombres mayores con bastón que le daban flores cuando pasaban.

Siempre le gustaba cuando le daban flores a ella, Lily supuso que a aquel extraño temblante también deberían de gustarle, y estaba en lo cierto.

-A mi me gusta tu pelo- dijo Severus entre temblor y temblor.

Se aproximó hacia la niña y se sentó a su lado en aquel pequeño bordillo de la acera.

-Soy Lily- comentó la pelirroja, mientras le extendía su mano.

Severus pareció calmarse, al menos un 50%, y le cogió la mano.

-Soy Sev...- el pequeño fue interrumpido por un estridente grito que provenía de la otra flor, Petunia.

-¡Lily, a cenar!

Severus se levantó a la vez que Lily y se giró, empezó a andar camino hacia su casa, pero...

-¡Espera!- gritó Lily

Sorprendido, Snape se giró sobre sus talones y cual farola, esperó a que la pelirroja se aproximase hacia él.

-No me has dicho tu nombre - exclamó

-Soy Severus - murmuró el niño

-Encantada - declaró aún con la sonrisa en la cara Lily, - ¿puedo llamarte Sev?

Severus, que parecía más cómodo ya, asintió y atisbó una sonrisa hacia Lily.

Él estaba a punto de darse la vuelta cuando ella volvió a hablar:

-¿Vendrás mañana? - pidió Lily a aquel extraño, ahora no tan extraño, con sus grandes ojos verdes expectantes de su respuesta.

-Está bien- accedió este.

Lily, con la sonrisa más grande que Severus había visto jamás, se despidió, y prometió esperarle mañana en el bordillo.

Volviendo a casa, Severus volvió a recorrer con suspiros esas largas  y agotadoras paredes grisáceas.

Cualquiera que viese la escena hubiera pensado que nada había cambiado en aquella pequeña alma que caminaba igual que hace horas.

Pero a diferencia de esta mañana, el alma ya no andaba, sino que saltaba de alegría, con la actitud propia de un niño, con sus altivas miradas al cielo y su profundo brillo en los ojos.

Severus volvía a casa y admiraba el lirio negro, admiraba el mundo como nunca lo había hecho y aguardaba la llegada del mañana.

Aguardaba impaciente verla.

Y así, la calle tan solitaria, ya no lo era, y todo, por las flores de La Hilandera.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Dec 05, 2021 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

The Marauders BadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora