Capítulo 12

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Si a Anastasia intentas tocar las consecuencias debes pagar

Anastasia

Recojo mis pertenencias y verifico en mi bolso que no me falte nada. Distraída comienzo a bajar las escaleras hasta llegar al pasillo donde están las oficinas de los capitanes, entre ellas la mía.

Abro la puerta arrojando el bolso al sofá, voy al baño a lavarme la cara para despejarme un poco y salgo con la intención de ir al salón de entrenamiento.

Mi boca se abre en sorpresa y no controlo la felicidad que siento al ver al hombre de edad mediana que está parado en medio del pasillo revisando algo en su celular.

—¡Ross! —exclamo acercándome a él para darle un abrazo.

El susodicho se gira con la misma expresión de sorpresa que yo y no duda en abrir los brazos para darme un abrazo cálido, propio de él.

—Anastasia, que alegría verte, hija —deja un beso en mi coronilla y la felicidad no se me va aún cuando me aparto de él.

La intención de ir a entrenar queda a medias cuando comenzamos a platicar de cómo le ha ido en la vida estos dos años, me cuenta gran parte de lo que ha hecho y yo hago lo mismo. Me invita un café y no se lo niego así que ambos terminamos en la cafetería hablando por más de una hora.

En un momento de la conversación desvía su mirada al celular que yace en la mesa y suelta un suspiro de cansancio.

—¿Todo bien, Ross?

Niega poniéndose de pie, hago lo mismo y ambos salimos de la cafetería.

—Damien es un dolor de cabeza cuando se lo propone —se queja pero no lo hace de mala manera, sino con preocupación y no me sorprende en absoluto ya que desde que lo conozco siempre le ha tenido mucho cariño al hijo de Philippe.

—¿Qué pasa? —no puedo dejar mi curiosidad de lado.

—El viernes por la noche le darán un premio reconociéndolo como uno de los hombres más jóvenes en darle el prestigio internacional a una empresa como FAIF —me explica guárdandose el celular en el bolsillo izquierdo del pantalón—. Y el muy cabrón no quiere ir porque no le interesa —niega con un poco de aflicción pero detiene la acción abriendo los ojos de par en par y esboza una sonrisa de entusiasmo en mi dirección—, ¿qué tal si hablas con él?

—¿Yo? —me señalo a mí misma creyendo que no es una buena idea.

—Sí, Annie —no deja de sonreír como si en realidad hubiera encontrado una solución al problema que lo tenía tan estresado hace unos minutos—. Estoy segura que eres la única que puede hacerlo entrar en razón.

—La verdad lo dudo mucho, Ross...

—Haz el intento, por favor —me da un beso en la mejilla—. ¿Lo harás por el viejo Ross?

Termino soltando un suspiro y esbozo una sonrisa amable.

—Lo intentaré —termino aceptando—, pero no prometo nada —me despido antes de irme al entrenamiento al cual ya llevo más de una hora de retraso.

Doy vuelta en el pasillo que me lleva al salón de combate y entrenamiento, saludo a algunos soldados y cadetes que conozco y abro la puerta doble de madera entrando al espacio amplio donde ya casi no hay nadie.

El coronel Depmster no está, no hay más que dos tenientes de una tropa beta al fondo del salón y me encuentro con el comandante revisando algunas armas. Me acerco a él para tomar un arco y comenzar con la práctica y como que siente mi presencia porque mueve la cabeza en mi dirección pero no tarda más de dos segundos en volver a lo que estaba haciendo.

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