Capítulo 38. "Jefe de la Mafia"

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     Alemania, 4 de julio del 2015.

     Marco.

     Droka venda mi herida con delicada destreza, observo su rostro golpeado y la herida en su rostro, nadie salió ileso de la guerra. Termina de cubrir mi herida, me sonríe sin muchas fuerzas y toma su maletín. Puedo notar sus hombros tensos del estrés, se coloca una gorra y unas gafas para estudiarme por última vez.

- Felicidades, jefe – sus palabras me provocan un escalofrío –. Es hora de que inicies tu propio legado.

- Gracias – exhalo pesadamente, sintiendo la responsabilidad caer sobre mí –, todavía no asimilo que hemos ganado.

- Tendrás que hacerlo tarde o temprano – camina hacia la salida de mi apartamento –. Fue un placer trabajar contigo – coloca su mano en su frente, haciendo un saludo militar –. Si alguna vez necesitas de mis servicios, encuéntrame. Estoy feliz por ti – abre la puerta, topándose con Vanko. Él asiente hacia nosotros para luego mirar a Droka, esperando instrucciones.

     Me levanto del sofá y camino hacia ellos. Me acerco al hombre que me ayudó en todo este proceso, extiendo mis brazos y lo abrazo con fuerza, dispuesto a dejarlo ir. Le sonrío con algo de melancolía, él palmea mi mejilla y hace una pequeña reverencia, haciéndome rodar los ojos.

- Nos vemos luego, Jefe de la Mafia – se gira, siguiendo a Vanko por los pasillos del edificio. Los observo hasta que entran al ascensor, entro al apartamento y exhalo nuevamente.

     Droka debe desaparecer del país, no pasará mucho tiempo hasta que se corra la voz de que es un traidor. Aunque me haya ayudado y mucha gente me esté apoyando, mi padre tenía aliados fuertes que no dudarían en matarlo por traidor. Damián nos cedió a Vanko para que él pudiera dejar a Droka en un lugar seguro con los bolsillos llenos de dinero, además, pocos saben que Droka es la mano derecha de Demon, él se encargará de cubrirlo.

     Me detengo a ver mi apartamento sin sentirme dueño de esto. Es una sensación agridulce el haber ganado: Rixo ya no existe, su imperio se acabó, salvamos a más de quinientas mujeres y aunque pensé que eso me iba a traer felicidad, me siento extraño. En algún momento llegué a dudar de mis capacidades y aunque haya deseado la muerte de mi padre desde hace años, es bastante agridulce que la chica que me gusta lo haya hecho.

     Aunque sienta una sensación extraña, debo admitir que mi corazón también está lleno de esperanza y superación. Cumplí el sueño de mi mamá y salvé a la mayoría de mujeres que compartían su situación. Realmente, esto es lo que más me llena y me hace feliz. Sonrío de lado, intentando eliminar todas esas sensaciones negativas y me centro en aquellas que me hacen sentir vivo y victorioso. Con esta actitud camino hacia la habitación de invitados y toco la puerta dos veces. Su suave voz me concede el permiso para entrar y lo hago.

     Siento un poco de nervios al entrar a la habitación, saber el tema que debo tocar con Bella me da algo de miedo. Ella está lastimada física y emocionalmente, sus amigas han muerto, su única amiga viva decidió irse sin despedirse y sobrevivió a la guerra en la mansión. Sé que ver muchos muertos al mismo tiempo es perturbador y más si matas a alguien, son escenas para las cuales el ser humano no está preparado. Vivir algo así le afecta a cualquiera, los que estamos dentro de este mundo nos acostumbramos; pero los que nunca han experimentado esa adrenalina y horror, no lo están. Los primeros traumas son inolvidables, sé lo dañada que está Bella y es lo que más me pone nervioso, su inestabilidad.

     Realmente, no tengo ningún tipo de rencor hacia ella. Desde hace años que no me importa mi padre, simplemente me deja un mal sabor de boca que ella haya cometido el crimen, pero no es algo que me repugne. Crecí en este mundo y fui acostumbrado desde pequeño a lidiar con estas situaciones, mis traumas ya los superé y lo único que me queda es enfrentar mi vida.

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