Capítulo 34.

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Nuestra mesa está estratégicamente colocada en un extremo apartado del salón, con Luke ocupando la mesa más cercana pero a una distancia prudente para no entrometerse.

Espero.

—¿Y qué sugieres? —pregunta Christian mirando el menú.

—¿Eh?

—¿Has estado aquí antes? ¿Qué deberíamos pedir?

Baja el menú para mirarme y señala la lista de los platos principales. Carajo Ana, concéntrate.

—Honestamente solo he probado los postres, pero papá siempre dice que los buenos platos llevan carne —sonrío—. Estoy segura que todo estará delicioso.

Christian inclina la cabeza de nuevo, luego levanta el brazo para llamar la atención del camarero. Le señala un par de cosas y luego algo más en las bebidas.

No necesito recordarle que no puedo beber por el embarazo, y me pregunto si esto es algo que él desea compartir, el proceso del embarazo.

Cuando el camarero se aleja, centro mi mirada y atención en él para hablar del tema principal de esta cita.

—¿Y bien? —sus ojos se entrecierran un poco por mi tono—. ¿Cuáles son tus intenciones sobre nosotros?

Esta vez será él quien hable, para eso viajó hasta aquí, así que mejor empiece a explicar sus intenciones.

—Te quiero de vuelta, conmigo, en Seattle.

Oh.

Presiono mis labios ligeramente para que Rose no chille de felicidad. Espero en silencio a que continúe.

—Hemos tenido muchos malentendidos, sobre todo por las cosas que decidimos no decir y eso tiene qué acabar.

—Estoy de acuerdo.

—Y también a causa de mi trabajo, porque no tengo nada qué ofrecerte a ti y a Ray. En mi situación, no puedo hacerme cargo de ustedes.

¿Por qué le importa tanto el dinero?

—Nunca te lo pedí. —intento aligerar su carga aunque no debería.

—Pero quiero hacerlo, quiero darles todo lo que merecen. Y sé que si me aparto ahora, otro podría ocupar mi lugar.

¿Otro? ¿Quién? ¿El chico invisible? No he conocido a nadie tan interesante como para relacionarme con él.

—¿Entonces? —digo en cambio.

—Esto es lo que va a pasar. —puedo ver la decisión en sus ojos—. Lidiamos con este asunto de la fama, los bebés y conseguiré un trabajo. Haré lo que sea.

Aww.

Quiero decir si a todo, incluso quiero decirle que el dinero no me importa, pero parece ser un tema importante para él.

—Me parece bien. —mis hombros se encogen ligeramente—. ¿Y sobre nosotros?

No hay duda en su voz cuando responde.

—Voy a proponerte matrimonio cuando tenga un anillo, eso es lo que sigue para nosotros.

Matrimonio, ya estamos hablando de cosas serias. Estoy luchando contra otro chillido de felicidad.

—Pero tengo una petición.

Mis cejas se arquean de sorpresa. Permanece callado porque el camarero vuelve con nuestros platos y los deja frente a nosotros, luego pone copas de limonada y una jarra en el centro.

Siento la boca seca de ansiedad.

—¿Cuál es esa petición?

Toma el cuchillo y el tenedor con sus elegantes dedos y comienza a cortar el trozo de carne, manteniendo su voz baja.

—Quiero que dejes la actuación.

—¿Qué? —chillo en voz alta.

—No quiero a ningún jodido fulano besándote o poniendo sus manos en ti. Eres la madre de mi hijo, llevas a mi otro bebé en el vientre, nadie te toca excepto yo.

Mis ojos se ponen en blanco antes de tomar un tenedor.

—Los besos de película son falsos, Christian.

Además, dudo que las ganas de besar a alguien estén ahí cuando las náuseas aparezcan. Ni siquiera estoy segura de querer trabajar cuando mi panza sea demasiado grande.

Pero él no tiene por qué saberlo.

—Preferiría que no hubiera ningún tipo de besos con desconocidos.

Adoro cuando está un poquito celoso.

—Entendido, no besos con compañeros actores cuando estemos comprometidos.

El bocado que estaba a punto de tomar se detiene y sus cejas se fruncen en desacuerdo.

—No fue eso lo que dije.

—Si, eso fue lo que pediste. No voy a tomar ninguna desición drástica en mi vida hasta que tenga motivos para hacerlo.

Eso de mudarse de forma impulsiva al otro lado del país se acabó.

Gruñe algo muy bajito que no entiendo, y vuelve por eso bocado de carne que interrumpí. Y me sorprende ver qué esto está funcionando, estoy orgullosa de mi por no caer en sus brazos tan pronto como me mirara.

—Aún tenemos qué decirle a Grace y a Carrick que tendremos otro bebé, antes de que los medios lo descubran.

—Lo sé.

Tengo el presentimiento de que no volveré a mi departamento en Nueva York en mucho tiempo, incluso si lo hago después de dar a luz, mi lugar no es adecuado para criar a un par de bebés traviesos.

—Come —ordena, señalando mi plato—. Tienes qué alimentarte bien desde ahora.

—Lo hago —gruño pinchando el puré de papas—. También estoy tomando las vitaminas y llevando el seguimiento con la doctora, no soy una novata Christian.

Cuando he comido lo más que pude, Christian pide el menú de postres, lo cual me sorprende. Me deja elegir un postre de helado y frutas con chocolate.

—Tome, —le dice al camarero cuando trae el plato—. Cobre la cuenta aquí.

Saca una tarjeta del bolsillo y la pone en la mesa. Antes de que el chico la tome, apoyo mi mano en la de Christian.

—Esta cita fue mi idea, déjame hacerme cargo de la cuenta.

—No —le lanza una mirada seria al camarero para que se marche—. Me avergonzaste lo suficiente con esas compras en la tienda de bebés.

Dios.

—Es solo dinero. —sonrío, pero él no le mira—. Y cuando estemos casado, la mitad será tuyo.

Un momento después, finalmente él me mira.

—No soy un mantenido, nena. Sé que tienes dinero, pero no le daré motivos para que crean que estoy contigo por dinero.

Decido no presionarlo más porque este parece ser un tema importante para él, incluso si para mí no significa nada.

El camarero regresa con su tarjeta y el ticket, luego Christian le entrega un billete como propina. Como un caballero, se levanta para apartar la silla y tomar mi mano.

—Me haré cargo de ustedes, nena. Sé paciente, llegaré ahí pronto.

—Lo sé, Christian —entrelazo mi brazo en el suyo—. Te creo.

Glamour: La Vida Secreta De Una EstrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora