Pasaron 20 minutos desde que Sack fue salvado del pozo, tenía su camiseta de regreso, la cual después de una escurrida fuerte ya no se encontraba tan mojada. Ahora permanecía sentado en una manta tendida en el suelo; que además de grande era gruesa y cómoda. Frente a él se hallaba aquel señor carismático y la niña sentados de igual forma. El niño tenía en sus manos una taza vieja con café tibio que fue sacado de una tetera que se encontraba en la mitad de aquella manta. La luz de la lámpara del alumbrado público que estaba cerca de ellos reflejaba sus manos, manos que recordaba no ver con claridad en la oscuridad del infierno, pero que ahora podía ver tranquilamente. Estaban vendadas.
Minutos atrás la niña había ido a comprar aquellas vendas; el niño se había negado a ser ayudado, pero el señor impidió que su intento de huir de la ayuda saliese bien con uno de sus discursos. ("Dios no quiera, te haya caído una infección en las heridas de tus manos y la cosa empeore por no atenderte, no me lo perdonaría a mí mismo si llegas a perder los brazos y que el gran señor me perdone por lo que voy a decir. La vida. Nunca encontraría la paz eterna con aquel cargo de conciencia"). Remato el señor. Al final después de tanta palabrería, acepto ser ayudado. Aunque la idea de no aceptar aquel acto médico tenía una razón más allá de la terquedad; fue sencillo para el niño darse cuenta que la manta y aquel principio hacia un callejón, que era el lugar donde se encontraba, es el hogar de aquel señor; Es un vagabundo.
El callejón parecía ser extenso y se podía presenciar más genta acampando en lo largo de él. Pequeñas luces a lo lejos. Cuando la niña regreso de comprar aquellas vendas (Lo cual no demoro mucho), el señor saco una botella de una mochila que descansaba cerca de la manta. Era alcohol. Sack pensaba esconder las manos disimuladamente pero el señor lo agarro de las muñecas para colocar sus manos fuera de la manta, "Si no arde no sirve, así que solo relajase". Una mueca disimulada se dibujó en la cara del niño. No hubo cuenta regresiva, ni un aviso, ni nada; después de esas palabras Leonel echó el alcohol sin compasión.*
Suspiró al recordar lo que había pasado minutos antes, para después tomar un sorbo del café, que fue el gran premio que recibió por haber aguantado aquella sanación
—(La medicina es un infierno) —Dijo Sack. Podía agarrar la taza con mayor tranquilidad, sentía un leve ardor, pero era aguantable— (Un infierno justo)
—¿Cómo está el café joven? —Pregunto Leonel, mientras se servía más—
—Esta bueno, gracias por compartirme—Respondió Sack, asintiendo con una leve sonrisa de labios—
—Un poco simple, con más azúcar seria exquisito —Dijo Elizabeth mientras movía su taza con cuidado en giros, para crear un remolino con lo que le quedaba de café—
—Oh... ya veo, envidias mi café. —Respondió Leonel sin dirigirle la mirada—
—Claro que no, solo esta simple –Dijo Elizabeth—
—El azúcar esta medida, si le colocaba más azúcar quedaría muy dulce. Un café muy dulce pierde su encanto, además del daño que haría un café dulce, el azúcar en exceso es mala. Así que... —Hubo un segundo de silencio antes de proseguir— Esta perfecto.
—Padre esta simple
—Leonel suspiro mientras dejaba la taza vacía a un lado. Después su mirada se dirigió hacia Sack, que, en aquella conversación, solo hacia observar sin opinar— Hay un dicho que dice que "caballo regalado no se le miran los dientes". Pero en este momento le pido que le mire los dientes y me diga si esta simple o no joven Sack
—Em... —Miraba por un momento a Leonel para después ver a Elizabeth, ella lo mirada con una sonrisa, como si ella supiera lo que pensaba e iba a decir. Él bajo la vista hacia el café y con un tono apenado respondió— Si, esta simple señor
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EL JUEGO (HIATUS)
Teen FictionSack es un prodigio intelectual, y ha usado ese poder para los casinos, algo que le dará cosas buenas como también le traerá graves consecuencias, ¿Será capaz de aguantar el peso amargo de las secuelas a cambio de una fortuna?. En esta historia aver...