XI

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-¿Cuánto lleváis casados? -Pregunté una tarde mientras el Duque y yo tomábamos una copa en su despacho. Durante casi una semana había podido comprobar la complicidad y cariño que se profesaban mi hermana y mi cuñado. La verdad, era envidiable.

-Casi cuatro años. -Dijo Luís.

-Jamás pensé que mi hermana caería ante ningún hombre... - Respondí alzando mi copa hacia él.

-En realidad... fue algo más complicado que eso. -Yo lo miré ceñudo y mi cuñado comenzó a relatar los acontecimientos que los habían llevado a convertirse en marido y mujer. Yo permanecí en silencio durante todo el relato.

-Y pensaba que yo era el único que había vivido una aventura en alta mar... -Dije una vez finalizó.

-No es que yo sea un maruja... pero la verdad ninguna de tus hermanas ha tenido un matrimonio sin aventura, no sabría decirte cuál de ellas ha sido más descabellada. -Quizás me este metiendo donde no debo. -Dijo con cautela. -Pero estás cien por cien seguro de que el divorcio es lo que deseas... Dra no me parece una mala mujer... tiene sus cosas pero... -Yo sonreí ante sus palabras.

-Sabes cuñado... si en el barco a mí me consideraban demasiado bueno y refinado... no sé que pensarían de ti si te conocieran. -Reí al imaginar a aquel bonachón rodeado de la tripulación.

Los días junto a los Cigar pasaron veloces, aproveché mi estancia allí para visitar a la ya no tan pequeña Zuzanny. La dulce princesa de mi memoria era ya una señorita. En un principio se mostró algo reticente, pero después de visitarla todas las tardes durante una semana, su rechazó hacia mi persona desapareció. Supongo que el acompañar mis visitas con regalos ayudó. Para mi desgracia tuve que dejar de verla con tanta frecuencia cuando la directora del centro me dijo que mi presencia alteraba en demasía el aprendizaje de mi hermana. Yo volví malhumorado a casa con la intención de pedirle a Camille que la sacara de aquel lugar.

-No digas estupideces. -Sentenció después de estar casi una hora intentando convencerme de que aquel lugar era el más adecuado para Zuzanny. – Ella es mi responsabilidad y no pienso sacarla de un lugar que no sólo la hace feliz, sino que la prepara para su futuro.

-¿Y qué futuro es ese? -Ella simplemente bufó ante mi pregunta.

-He dicho que se queda y se terminó la discusión Beorn.

-Quizás a tu maridito lo calles así de fácil, pero a mí no. -Respondí malhumorado.

-Beorn, entiendo que quieras recuperar el tiempo perdido, pero debes comprender que el mundo no puede pararse porque tú hayas regresado. -Aquellas palabras pronunciadas sin maldad supusieron un duro golpe para mí. – Y ahora voy a por Dra, es la hora del té. -Dejé que ella abandonara la estancia sin decir nada más. En el fondo sabía que ella tenía razón, estaba siendo egoísta, pero necesitaba hacer algo, sentirme útil.

Después de pasar un rato en compañía de mi alegre sobrino, me dirigía a mi habitación cuando escuché los gritos de Dra. Aquello me sorprendió. Mi hermana y ella se habían hecho bastante cercanas en el tiempo que llevábamos allí y aquello parecía beneficiar al áspero carácter de Dra. Aquella salida de tono no presagiaba nada bueno.

-¿Qué sucede? -Pregunté parándome ante la puerta y encontrándome con una situación un tanto ... peculiar. La habitación de Dra estaba patas arriba, ella parecía haberse dedicado a destrozarlo todo. Mi hermana se encontraba frente a ella intentando calmarla, pero sus palabras parecían alterarla más que otra cosa. Para mi sorpresa contemplé el rostro de Dra repleto de lágrimas y la desesperación que reflejaban sus ojos era dolorosa.

-Beorn creo que es mejor que no entres. -Me advirtió mi hermana. Dra pareció percatarse de mi presencia en ese instante.

-¡Desgraciado!- Gritó corriendo hacia mí. – ¡Todo esto es culpa tuya! -Yo intenté esquivarla dirigiéndome algo confuso hacia el otro lado de la habitación.

-¿Se puede saber que he hecho? -Pregunté en dirección a mi hermana.

-¡Eres una rata asquerosa y malnacida! -Chillaba Dra fuera de sí. Yo dirigí mi mirada a ella pero fue demasiado tarde. Dra comenzó a golpearme y la sorpresa me hizo perder el equilibrio.

-¿Estás loca? -Dije desde el suelo, pero ella no se detuvo, se abalanzó sobre mí y no me dejo otra alternativa que aprisionarla con mi cuerpo y sujetar sus manos.

-¡Suéltame y pelea como un hombre! – Las lágrimas seguían surcando sus mejillas, pero ya no estaba seguro de si eran por tristeza o por impotencia y rabia.

-Dra, tranquilízate. -Ella continuó luchando haciendo cada vez más complicado mantenerla sujeta. - ¡Joder! -Exclamé tras recibir un fuerte puñetazo en el rostro. -¡BASTA!- Mi berrido pareció hacerla entrar en razón, porque acto seguido dejó de luchar y siguió llorando. Yo me dejé caer a su lado sabiendo que no me atacaría más. -¿Qué ha ocurrido? -Pregunté tras unos minutos de silencio.

-Ya no hay vuelta atrás... -Dijo casi en un susurro. -Maldito sea el capitán... él lo sabía...

-¿Qué sabía? -Pregunté cada vez más confundido.

-Lo sabía y por eso dijo que no podríamos deshacerlo...

-¿Dra?

-No lo permitiré... No lo permitiré.... No lo permitiré. - Repetía sin parar cada vez con más insistencia al tiempo que se incorporaba. Yo me puso también en pie y caí en la cuenta de que mi hermana había abandonado la habitación.

-Dra me estas asustando...

-Estoy embarazada. -Escuché aquellas palabras, pero mi cerebro no parecía querer oírlas. Pestañeé un par de veces y tragué con mucha dificultad. Sentí mi cuerpo perder toda su fuerza y tuve que sentarme en la cama para no caer de bruces contra el suelo.

-Eso lo cambia todo...- Aquellas fueron las palabras que salieron de mi boca.

-No, no cambia nada. -Su firme semblante me hizo estremecer.

-¿Qué quieres decir? ¿Me crees acaso capaz de dejar a mi hijo sin amparo? No, no permitiré que sea un bastardo.

-Y si no es tuyo... -Sus palabras no sonaron muy convincentes.

-¡Claro que es mío! ¿Te crees que soy idiota o qué? Tú yo no acostamos por lo menos dos veces... -Dije aquello porque la verdad, ninguno de los dos podía asegurar que la primera vez lo hubiéramos hecho.

-Eso no fue nada... ¿te crees que no podía estar ya embarazada o qué?

-¿Qué no fue nada? -Estaba enfadadísimo, aquello sí que era un insulto. Era cierto que esa noche no había sido perfecta, yo llevaba demasiado tiempo sin estar con una mujer, o por lo menos no de forma consciente y la verdad, Dra parecía dejarse llevar por lo que su cuerpo le pedía, como si no supiera muy bien qué es lo que debía hacer, pero aun así para mí había sido una de las mejores noches de mi vida. Había disfrutado y pensaba que ella también. Aquello era un duro golpe para mi ego. -Ese niño es mío. – Dije con firmeza.

-No lo es... -Volvió a repetir, pero yo seguí sin creer sus palabras.

-Mira me da igual lo que digas, cuando nos acostamos en el barco tú no tenías ni idea de lo que hacías y eso no me lo puedes negar. -Ella pareció sorprendida por mis palabras.

-Sabes algo princesa... yo necesitaba una forma de ser libre y la encontré... -Yo le miré desafiante. -Cuando me acosté contigo en el barco no era mi primera vez... así que no seas iluso. -Aquella declaración no me sonó a mentira, pero aun así... ese niño que ella llevaba dentro podía ser mío.

-Podrías jurar por la vida de tu hijo que no es mío. -Ella no dijo nada. -Me lo imaginaba. No vamos a hacer nada para romper este matrimonio, y no permitiré que me alejes de mi hijo. -Dicho esto abandoné la habitación con demasiadas cosas en las que pensar rondando por mi cabeza. 

La hipocresía del destino (2º Libro saga 'VERDADES OCULTAS')Donde viven las historias. Descúbrelo ahora