Despierto. Acabo de tener una pesadilla, y estaba empapado de un sudor frío, con el corazón a cien. Las luces estaban apagadas y las cortinas entreabiertas, dejando entrar un haz de luz que hacía el ambiente un tanto siniestro. Adormilado, me levanté, jadeando y exhausto. Olía a tierra debido a las obras de en frente así que deduje que los trabajadores habían hecho su labor diario. Puse los pies en el suelo, notando plenamente el frío que debía hacer y en la oscuridad, hice el intento de tantear el suelo en busca de mis zapatillas. Al ponérmelas, noté el suave tacto de su superficie, mientras me levanté haciendo la tarima crujir bajo mis pies. Gracias a la luz que desprendía la ventana, vislumbré el pomo de la puerta, rallado, debido a la vez que estuvimos de obras. Al abrir se oyó un pequeño rasguido metálico producido por el pestillo de la cerradura antigua y oxidada
Me encontraba en el pasillo, tundra con suelo de madera. Me dirigí al baño produciendo el menor ruido posible para no despertar a nadie. Encendí la luz, y mirándome en el espejo, pude ver como una gruesa línea roja emergía de mi nariz. Me lavé, ignorando el origen de la sangre y devolví mi atención al reflejo, Tenía la mirada nublada a causa de mis largas horas sin descanso. Una ojeras del tamaño de catedrales asomaban bajo mis ojos. Mi pupila estaba más dilatada de lo normal y describía un color grisáceo y vacío. Más a la derecha, estaba el corte que me hice adrede por mi pena. Estaba rojo y destacaba sobre mi piel. Me quedé mirándome por largo tiempo, en silencio, sin decir palabra. Alcé la mano izquierda ante el espejo, dejando ver unos cortes no muy profundos ya cicatrizados, entonces derramé una lágrima, pues me acordé de todo aquello que me había hecho sufrir en esta vida. No entendía nada ni por qué razón las cosas me dolían tanto así que Me dirigí a la escalera para bajar al piso inferior noté el hedor a sobras del día anterior. Accioné el interruptor para dejar que la cocina se iluminase y observé que el olor venía de algunos platos sin fregar que estaban bajo el grifo. Oí el ligero eco de gotas caer e inspeccioné toda la estancia en busca de su procedencia. Me fijé en que una parte de la cristalera de la habitación estaba rota y decidí palpar lo que parecía un golpe accidental. Noté la superficie resquebrajada con mis huellas dactilares, haciéndome un ligero rasguño; volví a oir aquel goteo que me tenía sumido en la duda. Entonces, bajé mi mirada y ví como una mancha de sangre se extendía lentamente en mi camiseta interior, además de restos de ellas en mis pies y el suelo gris de piedra. Ya averigüé el origen del goteo. Me toqué la nariz con la mano izquierda que, en efecto, la sangre provenía de ahí. En está ocasión la ignoré. Decidí coger el abrigo y salir fuera, al jardín. El aire estaba helado; notaba el tacto de la humedad en mi cara y el vaho saliendo de mi boca. Me descalcé inconscientemente, hipnotizado por el torrente de pensamientos que pasaban por mi cabeza. Seguidamente, me arrodillé ante el césped artificial; miré al cielo.
Era una noche estrellada. La Luna resplandecía en su fase de Cuarto Creciente con un color que se me antojó dorado. El olor a tierra se iba perdiendo lentamente, confundiéndose con el de las vistosas flores de las jardineras. Observé a lo lejos una rosa de color intenso, alumbrada por una farola. Decidí levantarme, atraído por ella, para apreciarla desde más cerca; al llegar al lugar deseado, toqué el tallo verde y espinoso, sintiendo así, las púas que lo protegían y el fresco olor a rocío que desprendía su flor. Cogí varios pétalos, para guardarlos en el bolsillo de mi chaqueta y exhalé profundamente, rememorando aquellos buenos días cuando olvidar era tan fácil con tan solo empezar a jugar con una pelota y dar saltos de alegría y júbilo. Todo aquello tan lejano de hoy...
RELATO INCOMPLETO.
