Día Y.

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Max es bastante inteligente, pero le falla mucho en Historia, pero al menos no la reprueba.

Estamos tomando un vuelo hacia la ciudad y de ahí nos iremos en carro hacia Herson. Hacia nuestro pequeño y bonito Herson.

-¿Puedo saber el interés de volver a esa casa?

Max me mira de reojo y toma un poco de agua mientras ve hacia la ventana del avión.

-Solo quiero ir.

Lo miro con una ceja enarcada y él se sonroja.

-Quiero... mmm...- Max suspira y se le humedecen los ojos.- extraño a mis papás.

Me quedo mirando a Max, esperando a que continué, pero no lo hace, solo agacha la cabeza y retuerce sus dedos.

-Cuando lleguemos a casa.- le digo tomando su mano.- te voy enseñar algo que pocos saben de mamá y papá, ¿sí?

Asiente con la cabeza y se pasa el dorso de su brazo por los ojos.

Llegamos a la ciudad y compramos un boleto en la estación camionera para ir a mi pequeño pueblito.

La verdad, estoy muy nerviosa. Desde los dieciocho años que no vivo aquí, pero de hace un año que no piso la casa, y eso que quedó a mi nombre. No he pasado por nada del mundo.

Me han llegado bastantes mensajes de felicitaciones y mi vecina dice que me han llegado algunos paquetes a la puerta de mi casa. Creo que debí de haber avisado que regresaría a casa, pero tuvimos tan poco tiempo de planearlo Max y yo que se me olvidó mi propio cumpleaños.

Él me toma la mano cuando bajamos del camión y mientras vamos caminando, le voy contando historias de nuestra familia.

-Una vez.- digo, señalando el mercado.- cuando Susan tenía quince años, me dijeron que chocó con la parte de las lechugas.

Max suelta una risa. Yo señalo la escuela.

-Y ahí, ¿vez esos cinco salones? Yo ayudé a hacerlos.

-¿En serio?

-Sí.- sonrío con nostalgia.- Sé hacer muchas cosas. Algunas ya las has notado, como la fontanería y la electricidad. Pero también sé albañilería, sé tejer, sé carpintería, pintar, bordar, cocinar, un poquito de electrónica. También sé arreglar las cosas básicas de un carro, soy buena en las matemáticas y en la física, historia y en cantar. Sé cortar el pelo, pescar, asar y conducir bajo la lluvia.

-Pero...- me mira incrédulo.- ¿cómo sabes tanto?

Me lamo los labios, pensando si se pondrá triste o no.

-Papá nos enseñó esas cosas a tus hermanas y a mí. No todo, pero sí la mayoría.

Él no dice nada, pero veo que agacha un poco la mirada.

Seguimos caminando y algunas personas nos saludan al pasar. Algunos preguntan si volveremos a vivir aquí por las dos maletas y dos mochilas que llevamos, pero solo reciben respuestas negativas.

-¿Y si nos mudamos aquí, Silby?

-Max, una mudanza no es tan fácil.

-¿Por qué no? La casa es tuya.

-Sí, pero también tengo otra casa, un trabajo y amigos en esa ciudad.- volteo a verlo.- Al igual que tú.

-Sí, pero..

-¿Estarías dispuesto a dejar a un lado lo que tienes en la capital para venir a un pueblo solo por el recuerdo que tiene?

Max aprieta los labios pensando la respuesta.

Día 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora