El vacío como el largo del pasillo, le generaba incertidumbre al contrario de aquel cartel amigable de la entrada, sus manos comenzaron a sudar excesivamente, poniéndolo nervioso al ver al cuarto guardia armado del dichoso corredor y con una expresión tan amable que no se lo podrían imaginar. Un escaneo a su persona de forma desagradable lo hizo fruncir el ceño inevitablemente, irritandose tras la risita altanera del guardia, para que este finalmente se dignase a abrir la puerta detras de el, infeliz, pensó en sus adentros jurando algún día ahorcarlo con un cable eléctrico hasta morir.Al adentrarse el sonido de la entrada cerrándose inmediatamente tras el lo interpretó como si no le quedase mas de otra que avanzar a la siguiente puerta esperando con todos su anhelos que fuera la ultima, ya que su paciencia se agotaba como agua en un desierto. Cruzó el ultimo mural con alivio al divisar una sala bastante elegante con algunas personas, y un solo hombre con traje con tatuajes, anfitrion, penso, pero, su sentir duro poco al no ver indicios de alguna salida por si la cosa se ponía fea.
Luego de unos minutos, que para el resultaron horas, decidió acercarse a beber un baso de whisky con bastante vigor, al ser uno de los primeros tragos de alcohol después de cinco años de abstinencia, antes de que por el nerviosismo se sirviera otro, el hombre les pidió que se acercaran de a uno a la mesa en donde los sentaba con la intención de investigarlos minuciosamente. Al llegar su turno, el contrario de pelo morado demandó sus pertenencias, en estas, estaba su identificación, que fue lo primero que el ojeroso inspeccionó en lo que asumió ser una computadora de la policía, tecleo un rato mientras pasaba de toda su información, hasta que se detuvo en una, para después sonreír.
Eso lo alerto, para después fruncir su ceño al ver como otro hombre hizo presencia en la sala, y para su mala suerte, con un arma en mano. Rápidamente dirigió su mirada al azabache, quien con sus ojos color violeta, sintió que vio lo más profundo en el, y antes de que entrará en pánico y pudiera levantarse, el pelimorado hablo.
- bienvenido a la mafia - saludo sonriendo de forma orgullosa, seguido de devolverle sus cosas, no sin antes fijarse en su nombre- Bakugou Katsuki - finalizó dándole el arma junto con su identificación.
.
.
.
Ya había pasado un mes desde que el rubio cenizo se unió a la mafia, una organización que le ha estado dando bastante problemas al gobierno y al FBI como para ser solo una banda de pandilleros sin nada mejor que hacer. Su misión de infiltrarse tenía sólo un único propósito, investigar quien era su líder y así desmontarlo desde la cabeza, una vez que eso estuviera hecho, obtendría bastantes reconocimientos, aun que por otro lado también podría resultar muerto debajo de un puente.
Cincuenta, cincuenta.
Ha estado pudriéndose tanto en la oficina que casi rogó por tener permiso para está operación, que resultó siendo planeada con crayones al ser el único quien esta arriesgando su trasero por el bien de la nación. Por otro lado, termino por encajar bien aquí, ya de por si su actitud da entender que no es un caballero, su sentido de la justicia como agente estaba ni cerca del general y ni llegaba a ser un bienhechor mierdero como cierto peliverde que lastimosamente era su compañero.
Desempeñaba su rol de forma normal, obtuvo algunos detalles sobre como interactuaba la mafia sobre la sociedad, pero nada fuera de lo que ellos ya sabían, hacia recados de vez en cuando de golpear a alguien, lo cual era bastante sencillo para el cenizo, tras no sentir culpa al saber que eran delicuentes y que se lo merecían de todos modos. Y como sospechaba, no todo iba a salirle bien para siempre, pues sus problemas comenzaron cuando le tuvo que tocar un compañero, había sido enviado para averiguar cosas ultra secretas y hasta hora, de lo único que ha estado seguro, es de que su "colega" se podría describir como impertinente, tedioso y realmente.......estúpido.