Día Z.

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Diecisiete años después.

Me siento de la mierda.

Max toca la puerta de la habitación. Hemos venido a pasar el fin de semana antes de las vacaciones de navidad, según Max, a preparar todo para la cena, según yo, para evitar el hecho de que he rechazado la propuesta de matrimonio del que era mi novio.

-¿Estás bien?- pregunta Max entrando a la habitación que alguna vez fue la de nuestros padres.

-No, Max. No lo estoy.

Él se sienta a la orilla de la cama, donde aparta con mueca de asco un pañuelo usado.

No sé cuánto tiempo he llorado. Ni siquiera sé qué estoy haciendo con mi maldita vida. Sí, soy una fotógrafa, tengo tres casas compradas, tengo una galería de arte y he hecho cuadros que han sido reconocidos y vendidos, pero acabo de rechazar al chico más lindo y dulce que he conocido.

-N-No puedo creer... que he rechazado a Gerardo.

-Silby...

-Te juro que nunca quise jugar con él... yo nunca tuve esa intensión, Max, pero... no lo sé...

-Sí lo sabes, hermanita.

-¡No me digas hermanita!

Le lanzo la almohada y él suelta una pequeña risa.

-¡No te alteres!

-¡¿Cómo quieres que no me altere?!

-Silby, tienes treinta y un años, deja de actuar como una niña.

-¡Oh, cállate, Max!

Me tapo la cara con las manos y comienzo a llorar, sin importarme que Max esté frente a mí.

-No sé qué estoy haciendo de mi vida, Max...

-¿Por qué dices eso?

-Flor está feliz con su pareja e hijo. Rosa está casada y ya va para su tercer hijo. Emily no está casada ni con hijos, pero es feliz. Y Linda se va a casar esta primavera. Tú encontraste a tu querida y hermosa María y Eric está divorciado, pero al menos es feliz con su hijo y yo... tengo dinero.

-Cosa que a Rosa le falta.

-Y a mí me sobra.

-¿Y qué tiene?

-¡Que quiero ser feliz!

Oculto mi cara nuevamente y siento como Max se acerca y me da un abrazo. Yo no dudo en rodearlo y llorar en su hombro durante un buen rato. Ni siquiera sé cuánto tiempo pasa.

-No quería lastimarlo, Max... pero... no podía casarme con él.

-Y eso está bien, Silby.

Continúo llorando en sus hombros y Max solo me palmea la espalda en manera de consuelo.

Es algo inrónico que ahora mi hermanito de diesiciete años me consuele, cuando yo hace unos meses lo consolé cuando discutió con María. Claro que él no estuvo llorando, pero sí estuve bastante tiempo dándole compañía y consejos. Cosa que... no es lo mismo en estos momentos.

Es que es en serio, ¿Por qué no pude aceptarlo?

Bueno, sí sé por qué no lo acepté. Por que aún sigo enamorada de Eric.

Han pasado años. Hemos terminado y hemos vuelto incontables veces. Hemos tenido roces y desahogos sexuales. Hemos tenido momentos románticos donde él me ha confesado seguir queriéndome, pero sin poder estar conmigo.

Día 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora