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El pelinegro se encontraba sentado en su oficina con la vista perdida.

¿Debería ir por él?

Llevaba 20 minutos en la misma posicion, pensando en los ojos del rubio que en ningún momento le miraron, se veían tan apagados y dolidos, pudo jurar que al repetir las últimas palabras antes de irse, la voz del italiano titubeo.

¿Lo había lastimado de nuevo?

Quizá después de todo se merecía lo que Toni le había hecho, así se sentía, así se sentía que la persona que querías solo te usara.

Sabía de antemano que Toni aun le guardaba cariño, pero estaba molesto, roto y herido, la había cagado nuevamente con aquel chico, lo lastimo cuando eran más jóvenes y lo único que estaba haciendo ahora era repetir los mismos patrones, esperaba que Toni le dejara explicarse, le dejara pedirle perdón y pedir un poco más de tiempo para hablar con Lina, para no lastimarla más de lo que ya había hecho.

Nunca se esperó esta reacción del italiano.

Tomo su rostro entre sus manos, frustrado y con lágrimas secas. Ya arreglado, se levantó con determinación, Toni lo escucharía aunque no quisiera.

Porque era cierto, amaba tanto al italiano que dolía, dolía tanto. Pero el dolor que sentía era tan placentero, el besar al italiano se sentía tan bien, que lo mimara, con solo verlo y pasar tiempo con él, oler su colonia.

Estaba completamente enamorado de Toni Gambino.

Hasta podría decir que nunca dejo de amarlo, ni cuando se alejó de él, alejarse fue la sensación más dolorosa y tortuosa por la que pudo pasar, creyó que era por el bien de ambos, lo único que lograron por sus inseguridades y falta de coraje fue una relación complicada.

Tomo su chaqueta y abrió la puerta del despacho rápidamente, chocando con una pelinegra.

- ¿Lina?-Un escalofrió le recorrió el cuerpo.

Lina lo miro seria, hasta podía notar una ligera mirada molesta y reprochante.

-Tenemos que hablar.

-Yo tengo algo que hacer, es muy importante, si me das sol-

- ¡Ahora, Raúl!-Alzo la voz interrumpiendo al pelinegro, quien frunció el ceño. -Solo...hablemos.

Salinas asintió lentamente, quizá la charla con el italiano tendría que esperar un poco más. Ambos entraron al despacho, en silencio caminaron, sentándose cada uno en el sofá que había, en el que tantas veces Toni lo había hecho suyo, su esposa se sentaba.

Trago saliva.

- ¿Qué ocurre Lina?-Interrogo. -Es raro que vengas al despacho.

-Raúl... ¿Qué está pasando?

Pudo escuchar la voz de Lina titubear.

-Cariño, no sede que habl-

-Sabes bien de lo que hablo.

Ambos guardaron silencio, la pelinegra miraba al suelo mientras Salinas buscaba una explicación. Suspiro cansado para acercarse a su esposa.

Era hora de decirle.

-Lina-La tomo de las mejillas, haciendo que lo viera. -Yo...

Observo como el rostro de Lina de un momento a otro se llenó de lágrimas, su mirada estaba fija en su cuello, frunció las cejas en confusión.

- ¿Qué tienes en el cuello, Raúl?-La voz se le rompió. Sudor frio comenzó a recorrer la espalda del pelinegro y por instinto se llevó una mano a su cuello.

Dos locos [RONI]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora