Capitulo 1

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Era una gélida mañana de febrero y la lluvia brumosa empañaba los cristales mientras Devin y Rosie Cauldwell hacian el amor lentamente, todavía medio dormidos. Era el tercer día de su semana de vacaciones y llevaban dos meses intentando consebir su segundo hijo. Su primogénito, Hugh, que ya tenía tres años, fue concebido durante un largo fin de semana en las islas San Juan, concretamente en la isla de Orcas, y Rosie estaba convencida de que la lluviosa tarde y la botella de Pinot Noir tubieron mucho que ver.

De modo que tras pensar que la exitosa experiencia podria repetirse, decidieron regresar a Orcas y se aplicaron con esmero al proyecto mientras su hijo dormía en la habitación contigua con su querido conejito Bubbi.

Aunque era demaciado pronto para beber vino, Rosie interpretó la llovizna como un buen prestigio.

Sonrio mientras se abrazaban, satisfechos y relajados despues del sexo

-¿Quién ha tenido la mejor idea de todos los tiempos?

Devon le dio un pequeño pellisco en el trasero

-Tú

-Pues espera, que se me está ocurriendo otra.

-Si me das unos minutillos para recuperarme...

El comentario le arranco una carcajada mientras se apollaba sobre su torao y lo miraba con una sorisa.

-Deja de pensar en sexo, insaciable.

-Para eso tambien me hacen falta unos minutos.

-Tortitas. Necesitamos tortitas. Una mañana lluviosa una casita acogedora. Si definitivamente, faltan las tortitas.

Devin la miro con los ojos entrecerrados.

-Quien va a hacerlas?

-Que lo decida el destino.

Se incorporo y, tal como mandaba la antigua tradicion familiar de los Cauldwell, lo hecjaron a la suerte jugando a piedra, papel, o tijera. Tres turnos; quien gana dos, se proclama campeon.

-Joder - murmuró Rosie al ver que su tijera era derrotada por una piedra.

-Gana el lichador más hábil.

-Y una mierda. Pero acepto el resultado, y a demas, tengo que ir a hacer pis. -Se inclinó para darle un beso sonoro y bajo de la cama de un salto- Me encantan las vacaciones - dijo Rosie mientras corria hacia el cuarto de baño.

Sobre todo esas vacaciones en concreto, precisó para sus adentros, con sus dos apuestos hombres. Si no escapaba y, por el contrario, la lluvia arreciaba, pasarían el dia jugando en casa.

En cambio, si dejaba de llover, darian un paseo en bicicleta con Hugh montado en el portabebés o disfrutarían de una buena caminata.

A Hugh le encantaba ese lugar con tantos pajaritos, con el lago y los ciervos que habian visto y, por supuesto, con los conejitos.

Porque eran los hermanos de su fiel Bubbi.

A lo mejor él también tendría un hermanito para el otoño. Estaba ovulando. Aunque no estaba obsesionada con el tema del nuevo embarazo, claro. Contar los dias no era un síntoma de obsesión, pensó mientras se recogía el cabello, enredado por culpa del revolcón y porque todavía no se había peinado. Era una señal de que conocía bien su ciclo.

Cogio una sudadera y unos pantalones de chandal mientras miraba de reojo a Devin, que parecía haberse quedado transpuesto otra vez.

En el fondo estaba segura que había dado en la diana.

Encantada con la idea, se puso unos calcetines gruesos y le hecho un vistazo al reloj que había dejado en en el tocador.

-¡Por dios, son mas de las ocho! Anoche tubimos que dejar a Hugh agotadito para que se durmiera a esa hora.

-Seguro que es por la lluvia- murmuro Devin.

-Si seguramente.

De todas formas, Rosie salió del dormitorio para hecharle un vistazo tal como hacia todas las mañanas, ya estuvieran en casa o fuera. Enfiló el pasillo sin hacer ruido para no despertarlo, porque sería una bonificacion extra poder tomarse la primera taza de cafe antes de oir el primer 《mami》 del día.

Se asomo al dormitorio de Hugh esperando verlo acurrucado von su conejito de peluche. Ver la cama vacía no la asusto. Podia haber ido a hacer pipi, igual que ella. Ya sabia hacerlo solo y no necesitaba pedirlo.

Tampoco se asustó al no verlo en el cuarto de baño pequeño del fondo del pasillo. Como era muy madrugador, siempre lo animaba jugar una ratito antes de que fuera a despertarlos. Normalmente lo escuchaba trastear con sus coches o hablar con los muñecos, pero la verdad había estado un poco distraida disfrutando del revolcón vacacional.

¡Por dios! ¿Y si había mirado mientras lo estaban haciendo?, penso al tiempo que bajaba las escaleras. No porque en ese caso habría entrado y preguntado que a que estaban jugando.

Contubo una carcajada mientras enrraba a la salita, esperando encontrarlo en el suelo y rodeado de juguetes.

No verlo le proboco el primer sobresalto.

Lo llamó, mientras caminaba más rapido aun a riesgo de resbalarse con las calsetines sobre el suelo de madera.

El pánico se le clavó como un puñal en el estómago.

La pueta de la cocina estaba habierta de par en par.

EmboscadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora