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Min Yoongi 

Un alfa permanecía de pie, oculto en la penumbra del lujoso vestíbulo. Tenía las manos metidas en los bolsillos de los pantalones y un hombro apoyado contra el marco del ventanal que miraba a la calle. Su cuerpo entero estaba en tensión mientras observaba la acera con una intensidad y una concentración obsesivas. 

 «Pero ¿dónde se habrá metido? Ya son las once menos cuarto». 

Sabía que Jimin había ido al trabajo. Tras pasar dos días indispuesto se había incorporado hoy a Helen Place, donde trabajaba de camarero en el turno de noche. 

El alfa se lo había preguntado a su madre, que era la dueña de ese coqueto restaurante. Aunque solía responder a todas sus preguntas sin reservas, Yoongi había actuado con cautela, pues no quería que su progenitora le diera la lata hasta descubrir por qué le interesaba la vida de Jimin. 

 Si se le pasara por la cabeza que Yoongi no solo preguntaba para darle conversación, su madre, una omega maravillosa pero bastante entrometida, se comportaría como un sabueso olfateando un rastro y le daría la lata sin descanso hasta descubrir exactamente qué intenciones tenía con Jimin. . 

 ¡Como si tuviera alguna intención!  

Lo único que tenía era fantasías. 

Se imaginaba al omega tumbado en la cama y abierto de piernas gritando su nombre mientras le hacía alcanzar el orgasmo una y otra vez. 

El alfa respiró hondo y exhaló el aire despacio para liberar la tensión acumulada mientras se decía a sí mismo que tenía que estar mal de la cabeza para esperar noche tras noche en el mismo sitio a un chico que ni siquiera había conocido oficialmente. 

 Pero ahí estaba... otra vez. 

Daba la espalda al entrometido del conserje mientras observaba la calle con una lascivia propia de un acosador desequilibrado y con un único objetivo: ver, aunque solo fuera un instante, a Park Jimin. 

Por alguna razón ese omega despertaba en él unos instintos territoriales y un afán de protección a los que no estaba acostumbrado y que lo forzaban a plantarse allí cada noche a hacer guardia mientras Jimin regresaba desde el trabajo a su casa. 

Todas las noches: lo seguiría a cierta distancia para no alarmarlo y esperaría hasta que entrara por su puerta sano y salvo. Luego daría media vuelta y volvería a casa. No hablaría con él ni se le acercaría. No lo había hecho nunca. 

No porque no le apeteciera, sino porque el omega estudiaba Enfermería, trabajaba a jornada completa en el restaurante y, por lo que le había contado su madre, se negaba rotundamente a salir con nadie porque no disponía ni de la energía ni del tiempo necesario para mantener una relación. 

Y probablemente tenia razón. El muy insensato apenas dormía ni comía. Nadie se preocupaba por él, solo la madre de Yoongi... y Yoongi. 

 ¡En el último año se había interesado por Jimin más de lo que lo hubieran hecho sus familiares! ¡Y ni siquiera eran amigos!

El problema era... que no eran familia y que sus sentimientos hacia el omega no eran precisamente fraternales. 

 «¡Es que está imponente!».

 Yoongi tuvo que contener un gemido de frustración al recordar la primera vez que había visto al omega: su delicioso aroma a rosas y vainilla inundaron sus fosas nasales, sus ojos azules brillaban con simpatía, se le habían soltado algunos rizos negros y sedosos de la pequeña coleta que siempre llevaba y su ágil cuerpo se movía con gracia entre las mesas del restaurante de su madre. 

Mío Esta Noche || YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora