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 Yoongi jamás le confesaría a Jimin que su compañero de piso tan solo había sacado un par de dólares a cambio de la sortija que ahora llevaba en el dedo. 

 Era un anillo en forma de mariposa con una diminuta amatista en el centro. 

 Tenía muy poco valor, pero Yoongi sabía que a Jimin le dolía haberlo perdido. 

 —Me alegra que lo hayamos encontrado. 

 Yoongi ni lo vio venir. 

 Jimin se levantó de la silla de un brinco, posó su apetecible trasero en su regazo y le rodeó el cuello con los brazos. 

 Yoongi lo sujetó por la cintura para que no se cayera mientras él lo cubría de besos: en la cara, en el pelo..., en lo que se le pusiera por delante. 

 Yoongi sentía la emoción que irradiaba su cuerpo, la dicha que emanaba de cada poro de su piel. 

 —Gracias, Yoongi. ¡Eres el hombre más maravilloso del mundo! 

 ¡Santo Dios! 

 Le encantaba que estuviera tan emocionado, le extasiaba haberle hecho tan feliz, pero como no dejara de rozar su irresistible trasero contra su regazo, se acabaría corriendo con los pantalones puestos. Al oler su aroma le entraban ganas de devorarlo. Hasta el último centímetro. 

 —Creo que merezco un beso de verdad. Te dije que esto sí lo aceptarías —susurró con una voz sensual. 

 Jimin lo peinó con los dedos y lo tiró del pelo obligándolo a inclinar la cabeza hasta que sus miradas se cruzaron. 

 El corazón de Yoongi se quedó parado un instante al ver la pasión y el anhelo que transmitía la refulgente mirada de Jimin.

 A medida que acercaba su boca a la de él, Jimin fue cerrando los párpados despacio. 

 Yoongi también cerró los ojos antes de posarle una mano en la nuca y suspiró al acariciar la suavidad de su oscura melena. 

 Jimin sabía a exigencia, y Yoongi respondió con un deseo irrefrenable que lo arrastró hasta el límite. 

 Jimin jugueteaba con su lengua y le daba mordisquitos en los labios, que lo hacían desearle aún más, necesitarle más. 

 Yoongi le empujó la cabeza para comerle la boca, quería sumergirse en él y explorar cada centímetro de esa dulce caverna. 

 Deslizó la mano de la cadera al trasero para rozarse con cada milímetro de su cuerpo y, mientras sus lenguas se cataban y se batían en duelo, jadeó dentro de la boca de Jimin. 

 Jimin se mostraba tan ardiente, tan eufórico que Yoongi se olvidó del mundo por un momento y se perdió en aquel delicado cuerpo sin preocuparse por encontrar el camino de regreso. 

 «Jimin, Jimin...».

 El eco de su nombre le golpeaba el cráneo mientras se empeñaba en devorarlo, en hacerlo suyo. 

 Cegado por un deseo salvaje de poseerlo, metía y sacaba la lengua de su boca y la deslizaba sensualmente por la lengua de Jimin. 

 Jimin se retiró jadeando, enterró el rostro en el cuello de Yoongi y empezó a lamerlo y a mordisquearlo. 

 Yoongi sentía su cálido aliento en el oído. 

 —Jimin, no soy un santo. 

 ¡Joder, no podría seguir así mucho tiempo! 

 Yoongi tenía la polla dura como una roca y todos sus instintos le gritaban que se lanzara a por él.

 —Te deseo, Yoongi. Desesperadamente. 

 Yoongi gimió al oír aquella voz entrecortada y sensual. 

 Le estaba pidiendo que se lo follara y él se moría por penetrarlo. Pero aun así... 

 —No lo hagas para demostrar tu gratitud —gruñó. 

 Jimin se apartó para mirarlo a los ojos con una expresión que reflejaba el ardiente deseo que sentía. 

 —Jamás haría eso por gratitud. Estoy cansado de tratar de frenar la atracción que hay entre nosotros. Quiero mi noche. La noche que me ofreciste. 

 El corazón de Yoongi comenzó a latir con gran estruendo. 

 —¿Sumisión absoluta? 

 —No estoy seguro de lo que significa..., pero sí..., sumisión absoluta. Sé que nunca me harías daño. 

 Yoongi estuvo tentado a ponerse de rodillas ante aquella muestra de confianza. 

 Jimin no sabía a lo que se enfrentaba, pero lo deseaba lo suficiente como para aceptar sus condiciones. 

 Yoongi se acercó a la oreja de Jimin para susurrarle con sensualidad: 

 —Significa que necesito tener el control. Quiero atarte a mi cama, vendarte los ojos y follarte hasta que nos quedemos sin aliento. 

 Jimin se estremeció, pero aun así respondió con dulzura: 

 —Entonces, hazlo. Llévame a la cama.

 No podía creer que Jimin estuviera entre sus brazos y que se mostrara decidido a cumplir su deseo. 

 Yoongi se levantó y lo llevó a su dormitorio con la esperanza de no despertar del mejor sueño húmedo que había tenido jamás.

Mío Esta Noche || YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora