La temperatura de los corazones. (Carlitos y Ramón)

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Carlos llevaba un rato dando vueltas en el colchón del piso, sin poder pegar un ojo. La brisa se colaba por la vieja ventana, y atravesaba la fina frazada que lo cubría. Sus pies estaban tan helados que no podían transmitirse el calor el uno al otro. Sin embargo, donde más frío que tenía el muchacho de rizos en ese momento, era en el corazón. Le tiritaba de soledad, le lloraba por cariño.

Inclinando la cabeza a un lado, le echó un vistazo a quien dormía en la cama a su lado. Su amigo estaba completamente quieto, boca arriba. Estaba todo tan callado, que hasta podía escuchar su suave y pausada respiración.

- Ramón - dijo despacio, con miedo de despertarlo. - Ramón, ¿Estás dormido? - volvió a intentar con un poco más de fuerza, al no recibir respuesta.

- ¿Qué querés, rubio? Dejame dormir, la concha de tu madre. - escuchó que una voz ronca le respondió.

Tuvo que pensar un momento antes de contestar, porque realmente no estaba del todo seguro de por qué le había hablado en primer lugar. - No puedo, tengo frío.

- ¿Y qué me ves, cara de calefactor? Ya te dí una frazada. - Carlos suspiró al oír a su amigo, tan brusco como siempre, aún medio dormido. Lo vio voltearse contra la pared, y dejó que la conversación se estancara ahí por un rato.

Ramón se sobresaltó al sentir un cuerpo frío meterse entre sus sábanas, junto a él. - Eh, ¿Qué haces? ¿Sos loco? - dijo mirando sobre su hombro.

- ¿Puedo dormir con vos?

Podía sentir el hombro desnudo del chico rozar su espalda. No estaba seguro de que responder. Sentía que debía decir que no y sacarlo a patadas de su cama, sin embargo no podía. Por alguna razón, que ni él mismo podía comprender, no le disgustaba la idea del todo, hasta sonaba bien, de cierta forma. - Medio tarde preguntás. - se limitó a decir.

Volteó de nuevo hacia la pared, tratando de reconciliar el sueño, cuando escuchó al rubio una vez más.

- ¿Te puedo abrazar?

Los ojos del morocho se abrieron de sobremanera al escuchar eso. - ¿Qué? ¿Te pegó puto ahora o cómo es? - dijo instintivamente mientras su ceño se fruncía. No estaba molesto por la pregunta, en realidad, y eso lo hacía enojar consigo mismo ¿Por qué quería decir que sí? Hubo un instante de silencio total por parte de ambos, hasta que luego de meditarlo, Ramón se permitió responder la pregunta en un susurro cortante. - Sí.

Fue entonces que sintió el cuerpo junto al suyo removerse, un brazo cruzar su cintura, y una mejilla posarse en su espalda. El cuerpo de Carlitos ya no sentía tanto frío, y su corazón se encontraba tibio.

Horas más tarde, cuando la habitación se iluminó con los primeros rayos de luz, el morocho se despertó desconcertado. Movió levemente el rostro, y su nariz se topó con unos rizos dorados. Poco a poco comenzó a ser consciente del peso sobre su pecho y las piernas enredadas con las suyas. No estaba seguro de cuándo había caído dormido, ni cómo había terminado en aquella posición. Se sentía tan íntimo, tan doméstico, tan indebido. La respiración contraria acompañaba la suya, ambos pechos subiendo y bajando de manera casi imperceptible. Se permitió hundir aún más su rostro en el cabello y cerrar los ojos, inhalando su fragancia, ciertamente familiar. Su mano reposaba en la pequeña cintura del chico. Estuvo tentado a acariciar la zona, pero desistió, porque aquello sería demasiado.

Su vista se dirigió al rostro ajeno. Los rasgos eran tan delicados, que podrían pertenecer tranquilamente a una mujer. La nariz pequeña, los labios prominentes y rojizos, las pestañas largas y rizadas. Un suave rubor le adornaba las mejillas.

Había quedado hipnotizado, mirando y memorizando cada detalle, perdiendo la consciencia del tiempo.

- ¿Cuánto tiempo más te vas a quedar mirándome así? - De pronto su burbuja se vio reventada por la voz de Carlitos, acompañada de una pequeña risa.

Ahora el ruborizado era él, que apartó la vista de golpe. No supo qué decir. El rubio respiró hondo y soltó un suspiro que impactó contra su piel. Consecuentemente se elevó y quedó sentado en la cama. Lo miraba con gracia, su sonrisa era casi burlesca. Ramón se frotó el rostro con frustración, y se sentó también.

- Dale, cambiate que tenemos que ir al colegio. - dijo Carlitos, pegándole una suave cachetada antes de levantarse y comenzar a vestirse.

...

Pasamos de la brutalidad y lo grotesco a lo tierno y delicado, no tengo punto medio, y les deseo tampoco tenerlo, porque en la vida es mejor pasar de lo oscuro a lo claro radicalmente y sin dramas, que pasársela bailando en grises.

No actualicé ayer porque me fui a una joda y me cagué olvidando JJASJDS perdón.

Have a nice weekend, les amo babys. ;)

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⏰ Última actualización: Apr 18, 2022 ⏰

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