Capítulo 14

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No es una caída momentánea es una caída permanente

Anastasia

—Puedo sentir el poder y la tensión en esta foto —comenta Melody pasando las páginas de la revista que muestra mis fotos con Damien el día que recibió su reconocimiento—. ¡Por Dios, la tensión en esta foto grita: sacáme de aquí y quítame la maldita ropa!

La miro mal mientras las chicas comentan cosas al respecto de cada una de las fotos. Porque sí, las muy desgraciadas tuvieron el atrevimiento de comprar una copia para cada una porque según Jenna una no era suficiente.

Observo la revista que está sobre la isla. Es la mía y no la he querido tocar por razones personales.

—¿Por qué te agobias tanto, Annie? —alzo la cara para ver a Stephanie y las demás parecen demasiados sumidas en seguir pasando las páginas.

—Está pensando en lo mal que desaprovechó la oportunidad de follar con Damien.

—No pienso eso, Melody —intento asegurarle pero me regala una sonrisa que me deja claro que no me cree.

Tiene razón.

—Annie no desaprovechó nada —creo que Jenna sale a mi rescate hasta que—: porque ella puede acostarse con Damien cuando quiera. Es que mírenlos, ¡mírenlos! —señala las fotos con euforia.

Apoyo mi mejilla en mi mano hecha puño escuchando el montón de cosas que continúan diciendo acerca de dicho evento.

—Es que basta con estar en el mismo lugar que ellos para darse cuenta de la tensión que hay entre los dos—Jenna sigue—. Damien la mira como si quisiera arrancarle la ropa.

—Yo diría que más que eso —Step le da un sorbo a su jugo y eso es suficiente para ponerme de pie.

—¿A dónde vas?

—Saldré a dar un paseo —le respondo a Melody.

Necesito aire fresco o tantas cosas me van a sofocar.

Me dicen que vaya con cuidado y me acerco a darles un beso en la mejilla a cada una antes de salir. Respiro hondo cuando pongo un pie en la acera. El día está nublado, el viento corre con fuerza y al instante me arrepiento de no haberme puesto algo más abrigador.

Siento el vestido blanco demasiado delgado y la falta de abrigo me hace abrazarme a mí misma mientras camino por las calles de Londres en busca de despejar mi mente. Desde lo sucedido en el Ritz no puedo pensar con claridad sin que imagine lo que estuvo a punto de pasar antes de que mi madre interrumpiera.

El intento por relajarme termina peor ya que acabo pensando en las palabras de las chicas, en lo que mi madre me dijo, en lo que no he dejado de sentir todos estos días y me siento tan abrumada, tan tensa que termino tomando un taxi para darle fin a todo esto.

No puedo seguir así y solo hay una manera de darle fin a mis pensamientos.

Llego al comando notando lo vacío que están los pasillos y sus alrededores. Es el día libre de la mayoría de los soldados así que la tranquilidad es todo lo que se respira aquí.

Toco la puerta de la oficina del comandante y como no recibo respuesta entro y termino encontrándome con él sentando detrás de su escritorio.

—Siempre haciendo lo que te da la gana, ¿verdad?

—Llamé y no respondiste —cierro detrás de mí.

Respiro el aroma masculino que invade la oficina. Es el olor de su loción mezclado con la nicotina del cigarrillo que está fumando.

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