Yo solo soy yo

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Subo las escaleras corriendo y voy a mi habitación, estoy demasiado nerviosa.
Deshago el moño que me hice antes de ir a la mansión Wirrow y lo vuelvo hacer de forma más ordenada, dejo el mismo pequeño detalle de dejar un par de mechones sueltos.
Desdoblo el mono y lo miro con detalle, realmente tenemos a un modista entre nosotros, es precioso y parece estar hecho para mi. Lo coloco con cuidado y puedo notar como se ciñe a mi figura, voy hacia el espejo y efectivamente el señor misterioso no mentira cuando decía que había un gran descubierto en la espalda. Me veo espectacular y a decir verdad estoy demasiado cómoda, espero que para cabalgar a Rudolf sea igual de cómodo.
Me quito las perlas que adornaban por seguridad, no sería la primera vez que se me clavan al caerme o algo parecido.
Bajo las escaleras rápida y sigilosamente, seguramente padre estará durmiendo.
-Lisa, donde crees que vas así vestida?
-Padre, haga ruido o algo, me has asustado. Ya te dije que saldría a cabalgar junto con Izzy.
-Si si, lo sé querida, pero no crees que ese atuendo es demasiado... ajustado?
-Padre no sea anticuado.-le digo burlona-No te preocupes, padre. Saldré con Izzy y recuerda que me llevaré a Rudolf, para que no te asustes si no lo encuentras.
-Esta bien pequeña, pero cogete una rebeca, por si luego refresca. Por cierto vi que hoy no cubriste tu tatuaje en todo el día, estoy muy orgulloso de ti, no deberías de avergonzarte de él ni mucho menos taparlo.
-Lo sé padre, pero es para evitar comentarios de la gente.
-Pensé que los comentarios no te afectaban...
-Y así es padre, pero ya sabes como son las damas de aquí, modistas y perfectas. Mi deber es estar a la altura y esforzarme por ello.
Seguido de esto cierro la puerta tras de mi. No me gusta mentirle a padre, pero jamás dejaría que saliera sola por el bosque.
Me imagino sus palabras: "Ni hablar Lisa, un hombre que no es capaz de recoger a una dama no es hombre digno, te quedarás en casa y no se hable más. Si tan interesado está en ti, vendrá ha hablar conmigo."
Es muy protector conmigo, sobretodo en ámbito amoroso. Para él el único digno de mi mano es Cris, el nieto de la señora Wirrow.
Recorro el establo en busca de Rudolf y siempre tan hermosa, con su cola rozando el suelo y su pelaje blanco bien peinado.
La dirijo hacia fuera de donde estaba hace unos instantes y omito ponerle las cosas que son supuestamente necesarias. Me gusta montar a caballo naturalmente, sé que a Rudolf le incomoda esos cachivaches.
Subo en ella y vamos dando un paseo. Por el camino observo las nubes en busca de alguna forma entre ellas, me dejo llevar por mis pensamientos e imaginación y todo a mi alrededor desaparece. Imagino miles de escenas con el señor misterioso, es un tanto iluso de mi parte, pues a penas nos conocemos, pero durante toda mi vida he ido buscando el amor y atención que me faltó de parte de madre. Sé que ella no tiene la culpa, ya que ella no eligió su enfermedad. Según padre ella me amaba con locura, era su pequeña dragoncita, de ahí el tatuaje. Observo a los pájaros como se alinean todos juntos y se van volando, es maravilloso el hecho de que se sincronicen de manera que consigan relajar toda célula de mi cuerpo. La naturaleza simplemente me parece espléndida, una brisa mueven los pequeños mechones que caen sobre mi moño y hasta ese simple gesto por parte de la vida me parece de lo más interesante.
La gente va con prisas, todos andando con pasos acelerados, omitiendo muchos detalles de la vida. No me gusta llamar la atención, por eso disimulo bastante mi lado observador, no sería la primera vez que me llaman loca por mirar fijamente a mi alrededor, es por eso que miro disimuladamente todo aquello que mi campo visual capta.
Rudolf hace una señal de que ya está cansada, por lo cual me detengo y le doy algo de beber y una manzana roja. Dejo que descanse y de mientras yo me tumbo en medio de la nada, boca arriba, mirando las nubes. Son tan perfectas a su manera, a pesar de tener distintos tonos de blanco, de ser de distintas formas todas y cada una de ellas me parece sumamente hermosas. Lo mismo me ocurre con las personas, me es incuidado si eres moreno, blanco, si eres español, inglés, alemán, xino, latino o africano, si eres hombre o mujer. Esos detalles no son de suma importancia para mi, no como a la mayoría del planeta, que todos se dejan llevar por las apariencias y se basan en sus prejuicios mal formados.
Puede que yo sea como una de esas nubes que tanto observo, a pesar de ser tan simple y tan bella a la vez no todo el mundo consigue apreciarme o simplemente mirar con atención.
Pero al fin y al cabo ellas son solo nubes y yo solo soy yo, por mucho que eso me entristezca.

Mis últimas nubesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora