Final

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—Te quedan tres meses para finalizar tu estadía aquí. ¿Cómo piensas que lo has llevado hasta ahora?

Con una mirada poco expresiva, JongDae observó a la doctora ShinHye por unos segundos ante esa interrogante. Era una pregunta atípica a comparación de las que recibía cada vez que lo ponía a analizar su propia situación.

Sus citas con ella prevalecieron con bastante frecuencia y la conversación fluía a pesar que le disgustaba mucho el hecho que ella anote porquerías en su libreta de “mujer sabionda”. Por extraño que fuera, a veces se vió en la necesidad de soltar palabras, de lo contrario, se volvía más pesado.

Los ansiolíticos habían hecho su trabajo por otras semanas, es solo que ahora, desde que obtuvo una nueva información, su cerebro entró en “modo navegante”, y no estaba seguro si era una buena o mala señal. Solo sabía que estaba tranquilo pero no quería reconocer que posiblemente, acabó por convertirse en un nuevo individuo renovado. No. Del solo pensarlo le daba repelús recordar lo que dió a entender la doctora tiempo atrás; ‘que cuando llegara el día, quizás saldría de aquí con un aspecto más tranquilo y equilibrado’.
 
—Del asco —contestó—. Pero me entiendo mejor.
 
JongDae solo encontró la maniobra rebuscada para luchar con su intolerancia y manejar sus emociones pese a los baches.
 
ShinHye curvó sus labios y nuevamente anotó en su cuadernillo.
 
—Y…¿Qué hay con las ganas de golpear?
 
—Estoy pensando seriamente en ir a clases de taekwondo, cuando salga de aquí.
 
—Oh, vaya… —se vio sutilmente sorprendida; meditándolo y asintió—. No suena nada mal.
 
—Si. Y así podría canalizar esas ganas aprendiendo un poco de ello —comentó.
 
Aunque por dentro, JongDae analizó que lo llevaría a cabo después que obtenga un trabajo para pagar las clases. Sea lavando platos o repartidor de pedidos.
 
—Exacto. La propuesta que te haces así mismo, es un significativo paso que darás. Eso dice mucho de ti.
 
Él formó una mueca de fanfarronería al sentirse extrañamente felicitado con esas palabras.
 
—Bueno, no lo considero la gran cosa. Solo...llegó la idea y... —deshizo las siguientes palabras, pues, no estaba dispuesto a mencionar a “Conejo Blanco”, cuando en la charla de hace dos semanas, prevaleció en su mente.
 
—¿Y…? —ella ladeó la cabeza.
 
—Nada.
 
—Okey... —dijo no muy convencida y pasó a la siguiente pregunta: —Y…¿cómo va tu cercanía con SuHo?
 
Ugh.
 
Ese loco era un lengua suelta con esta mujer. No se le hacía difícil desde el instante que la doctora lo mencionó por primera vez hace meses atrás; que en las citas de JunMyeon, hablaban de él. Sin parámetros. La cuestión es que JongDae quiso golpearse la cabeza contra la pared del bochorno que sintió saberlo, no lo hizo nomás, para no volver a lastimarse. Y, de hecho, no se molestó en recriminarle al otro, porque era una decisión arbitraria quizás de lo que quiso hablar con esta doctora.
 
—Pues, ¿qué quiere que le diga? ¿Somos como uña y mugre?
 
ShinHye soltó unas risitas con gracia y JongDae se cruzó de brazos, mordiéndose el labio inferior de vergüenza, aunque por dentro sintiera un ligero desgano de la realidad.
 
—Como sabrás, pronto cumplirá su retiro.
 
—...Si —le respondió con un tono más bajo—. Hasta siento envidia.
 
Los días que le siguieron a esa antigua noche, se mostraron como si nada hubiese ocurrido luego de un perezoso despertar con piernas entrelazadas, importando poco el espacio personal, y la sábana desparramada. La comunicación tomó un rumbo breve pero más profundo, con algún comentario atrofiado, junto a sonrisas y muecas. Sin embargo, JunMyeon se sumió en asuntos de sus actividades, lo cual, lo llevó a suponer que quizá, era una muda petición de tomar una ligera distancia.
 
¿Por qué? Porque ellos no eran chicle y zapato.
 
Era cuestión de lógica saber que en esta clase de internado, solo existían tratados y acuerdos. “Alianzas” con el propósito de buscar un beneficio en común. Un simple accionar que respaldara la satisfacción de ambas partes para mantenerse en soporte y equilibrio. Además, JongDae no se consideraba nadie para decirle “Hey, ¿qué ocurre contigo? ¿Me jodiste tanto las pelotas para luego hacer esto? ¿Quién crees que eres?”
 
No.
 
Él no haría algo similar como lo ha hecho BaekHyun. Porque tal como se repitió así mismo, ‘no vino a hacer amigos, llegó para cumplir un correctivo', y tal como se lo dijo JunMyeon —aunque tardó en asociarlo— 'aquí no existe la amistad, ni los amoríos'. Solo se dió cuenta que este necesitaba que alguien, por una vez —que no fuese la doctora ShinHye—, lo escuchara y viera el punto de vista de su verdadera situación.
 
La delicada y desopilante situación que lo llevó a estar allí para pasar sus días de adolescencia.
 
El trasfondo de “Conejo Blanco” era ni más ni menos, que un ejemplo de lo injusto que podían ser con alguien inocente. Es por eso que los cabos sueltos que JongDae tenía, logró atarlos con seguridad tras saber los detalles puntuales, deshaciendo esos humos que por momentos lo ahogaron demasiado. Y que su tormenta mental se calmara; se permitiera compartir un poco más de sí mismo hacia él, como un mano a mano —por más que JongDae en ningún momento pensó tener su compañía con frecuencia desde que lo notó por primera vez—, se cumplió por inercia, entre voces cálidas y bajas, con el brillo de los ojos en ambos, concluyendo un sentimiento de revoloteo hasta quedarse dormidos.
 
Pero no sin hacer a un lado la noticia de que estaba a nada de cumplir la mayoría de edad y recibir su libertad.
 
Un sentimiento como el que corroía en su sistema, no sería fácil de manejar sabiendo que nada tendría sentido si hacía algo con él. De por sí reconocer lo que sentía ya era más aplastante de lo normal y JongDae no se imaginaba lo que pasaría si pisaba “terreno peligroso con ello”.
 
Sin embargo, para hacerlo a un lado y enfocándose en lo suyo, la mañana de un jueves con la inesperada visita de su padre junto a su esposa, implicó que tomara una inminente decisión.
 
No está demás decir que el hecho de esta visita, le hizo sentir un desnivel emocional que de milagro pudo manejar, ya que por consejo de la doctora ShinHye, respiró hondo para mantener la calma, y saludó indiferente, sentándose frente a ellos. 
 
Al comienzo hablaron en términos medios y breves, con la gracia de felicitarlo 'hipócritamente' por su rendimiento en estos últimos meses. Bueno, no era sorpresa que mantuvieran al tanto a su padre, pero JongDae respondió con cortas frases y alguna que otra altanería seca. Pero todo se desbarató cuando mencionaron que Kim SeungJae lo echaba de menos y deseaba verlo pronto.
 
El resultado era como un puñal en el estómago por más que haya sido una mención titubeante. Del solo oírlo, le recordó el trato que tenía hacia el pequeño, porque para él, era un infante que de milagro existía y casi nunca veía, total, a su vista no le interesaba su persona, con saber que era algo de su padre y esa mujer, le era suficiente.
 
Rara vez le hacía caso si SeungJae le pedía 'por favor' un vaso de jugo, o si podía alcanzar algo de sus chuches o cuentos; el niño —por la actitud que mostraba— no era insistente en hablarle, solo se permitía cuando su niñera o sus padres no estaban por unos cortos minutos, y en ocasiones, se echaba a llorar por alguna tontería como muchos a esa edad.
 
Eventualmente, JongDae habrá sido muy egoísta, pero en el interior lo felicitaba por no ser como una mosca molesta deambulando en su sitio. Y es que la diferencia de edad era un punto contundente. No crecieron juntos y tampoco compartían la misma madre. Además, todo se había dado como un giro tan drástico para JongDae, sin darle tiempo de procesar y recuperarse.
 
Como si él no tuviera sentimientos.
 
Él de cierto modo se sintió tan herido que apenas se aferró al recuerdo de su madre mientras la pensaba; deseando tenerla a su lado por una vez nuevamente y darle un abrazo. Anhelar; soñar con algo así de fácil y bonito era genial así sea posible en un hilo paralelo.
 
No obstante, tal como lo habló la doctora, este tipo de situaciones se daban en muchas familias. ShinHye especuló que, no por ello debía ser tan distante con un pequeño que no tenía ni la menor idea qué pasaba por su cabeza… Y, reconocerlo, dolía.
 
Dolía horrorosamente en su orgullo.
 
Superar la muerte de alguien no era nada fácil al consistir según, en cinco etapas. Negación, ira, negociación, depresión, y aceptación. JongDae ya había pasado por las dos primeras, ahora transita entre la tercera y cuarta, las que le generaron una etapa conflictiva, un trastorno de conducta al llevar ese comportamiento tan desafiante e impulsivo, provocando daños de forma consciente.
 
Hubo veces que pensaba que no dejaría de ser así hasta en sus últimos días de vida, pero por lo visto, llegó la idea de la posibilidad de cual sería su salvación. Si se salía con la suya como lo estaba planeando, podría hacerse realidad sin la necesidad de afianzar.
 
—N-no queremos que te inquietes —apresuró a decir Kim AeRa.
 
—Vinimos con la intención de hablar bien contigo, hijo.
 
JongDae se sumió en un deliberado trance, mirando un punto invisible en la mesa tras quedarse en silencio. Se sintió cansado de escuchar de cierta manera ‘esa amabilidad’.
 
—Y si nos permites-
 
—No.
 
Sabía que estaba mal interrumpirlo. También sabía que estaba mal dejarse llevar por el rencor y el odio, la ira, sumergirse en el desprecio que le tenía a su padre.
 
Es solo que, necesitaba tiempo. Todo el tiempo para que dejara de sentir esto.
 
—No insistas —murmuró, viéndolos a la cara, en especial a DaeMyung, y tragó saliva—. ¿Tan fácil se te olvidó que tu presencia me enferma?
 
El hombre se quedó sin palabras repentinamente. Y su esposa se sintió golpeada por ello también.
 
—Si tú vienes, automáticamente doy diez pasos hacia atrás. Te lo dejé en claro la última vez que viniste, ¿no? Y qué haces. Vienes con tu esposa; cuando ella debe tener cosas más importantes qué hacer que estar aquí perdiendo el tiempo en una insignificante visita.
 
—Te equivocas —tomó el valor Kim AeRa para corregir—. Significa mucho para mí, porque así como me importa la felicidad de mi esposo, me importa el bienestar de su hijo pese a lo frío que se muestra conmigo.
 
—Qué tonterías.
 
—Puede que para ti lo sean, pero tú más que nadie sabe que no me diste el lugar, mucho menos a SeungJae. Y sobretodo, ignoras lo mucho que te quiere tu padre… Duele ver que su propio hijo lo trate así, la persona que él ama incluso por encima de su esposa. Porque lo que haya ocurrido, no implica que seas tan cruel con él.
 
—No me digas —dijo con filo.
 
—Si te digo. Tu indiferencia es simplemente el escudo por no querer asimilar la realidad; que tu padre optó por darse otra oportunidad cuand-
 
—No es necesario decirlo —aclaró—. Eso lo asimilé desde hace mucho, antes de que decidiera casarse contigo. Mi madre estaba sumida en el tema de su enfermedad y...él ya estaba en su rumbo de rehacer su vida, porque sabía que ya no la amaba a pesar del dolor que sintiera por su estado.
 
DaeMyung mantuvo silencio.
 
—Era lógico que necesitaría aferrarse a alguien después de un largo tiempo de un matrimonio que se dió por obligación y cuestiones de reputación gracias a mis abuelos —declaró en calma, pero efectivamente, letal—. Si me comporto así no es por no asimilar, es porque realmente me intoxica tenerlo cerca, y eso, él no lo ha comprendido. Incluso, tu presencia Señora AeRa. Jamás te dí el lugar porque en ningún momento te lo ganaste, así que, ¿en serio esperabas que lo hicieras también con tu hijo? Él y yo solo compartimos sangre, nada más, es ajeno a mí.
 
La mujer se vio afectada al tragar saliva, entonces, bajó la vista, apretó los labios temblorosos, mirando a su esposo, quien compartió una mirada apática y negó cabeza en respuesta. Al final, ella se retiró del lugar y quedaron padre e hijo en un silencio momentáneo.
 
—...Sé que un día verás las cosas de otro modo —se permitió retomar DaeMyung—. Quizás, yo no supe comunicarme bien contigo a lo largo de tu crecimiento y te dejé expuesto a varias irrealidades, siendo un iluso porque siempre pensaba en ser un buen padre para ti, que no te hiciera falta nada. Y sí, veo que lo hice de la forma incorrecta. Ganándome tu odio.
 
JongDae no dijo nada, decidió mirar nuevamente el punto invisible en la mesa.
 
—¿Es lo que querías escuchar? —el hombre le dió tiempo a responder pero el chico no habló—. Solo déjame decirte esto, hijo... El odio no te llevará a ningún lado.
 
Si, claro, como si no lo supiera, por ello acabó aquí.
 
—Tú querías que yo sintiera lo mismo que tú cada vez que me veías junto a SeungJae y AeRa. ¿No?
 
¿Lo quiso? Si. Hipotéticamente. Más que todo le gustó lastimarlo con palabras cada que discutían, aunque pesara.
 
—Pues, lo lograste, hijo.
 
Movió su quijada al tragar saliva, escuchando un ligero quiebre en la voz del hombre, asintiendo en comprensión. Y JongDae, tenía la garganta seca, entonces lo miró.
 
—Bien. Adiós, papá.
 
Se levantó para retirarse, dejando a DaeMyung en silencio con el atisbo de decir otra palabra, pero nomás se mostraron los ojos brillosos. Y JongDae se fue cuanto antes haciendo sonar un portazo.

"Aliado de gracia" © || SuChenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora