Recuérdame

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Toda mi vida ha transcurrido en torno a ese suceso. Decir que todo ha cambiado y que ya no siento lo mismo que hace cuarenta años sería mentir grotescamente.

Yo no había conseguido seguir con mi vida, por mucho que lo intentara, siempre me quedaba estancado en ese capítulo que solo me ocasionaba dolor y angustia. Porque, un recuerdo, solo un recuerdo sobre aquel momento innombrable y yo ya habría vuelto a caer en depresión, acordándome de todos esos momentos que compartí con ella, momentos felices, momentos tristes, momentos en los que solo reinaba el amor... pero esos recuerdos ya no volverán, porque son lo que son.

Recuerdos.

Ella ahora debe de tener sesenta y ocho años, aún así sigue tan hermosa como cuando la conocí, con solo dieciocho, en la plenitud de su juventud.

A veces, me paso horas y horas pensando en ella, en sus ojos castaños chocolate, en su pelo negro carbón, en su piel morena, en ese lunar que tiene en el cuello, justo debajo de la oreja; en ese tatuaje con mis iniciales situado en su muñeca, en sus labios carnosos y llamativos, que casi siempre pintaba de rojo... En su mirada... oh su mirada... capaz de derrotar todas tus barreras y darte de lleno en el corazón, capaz de hacer que te sientas protegido... y a la vez intimidado ante tal mirada exótica y mismamente dulce.

¡Y como olvidar su cabello negro carbón!

El cual ella decía que era ondulado... y yo me proponía rizarlo con mis dedos, mechón a mechón, observando como parecía de goma... suave, brillante y llamativo... así era su cabello. Y no era muy largo... le solía llegar por los hombros, excepto dos o tres años, en los cuales decidió dejárselo hasta el ombligo más o menos, como todas las chicas de la ciudad.

Pero ella destacaba entre todas ellas... ella era la única capaz de desconcentrarme mientras estudiaba en la mesa del salón de mi antiguo apartamento, solamente tocándose el pelo y tarareando su canción favorita... Knocking on heaven's door, de Bob Dylan.

-Señor Styles - me llamó uno de los chicos de las filas del medio.

Alcé la mirada torpemente hasta él, era un chico rubio, de ojos azules y piel levemente sonrojada, seguramente porque había adquirido toda la atención de la clase en menos de dos segundos.

-Dígame usted - le respondí sonriendo.

Ya desde pequeño, ocultar mis sentimientos o emociones era una de mis grandes virtudes... y algunas veces defectos.

-¿Quiere que le ayude a apuntar los datos en la pizarra digital? - me preguntó educadamente.

Asentí algo desganado.

Tampoco me gustaba que hicieran cosas por mi cuando yo sabía hacerlas de sobra, pero este chaval tenía razón, ya estoy mayor, setenta años son muchos, y muy difíciles de llevar. Y más aún si estás rodeado de jóvenes impertinentes todo el santo día.

El chico se levantó y comenzó a apuntar los datos con una agilidad realmente asombrosa, propia de un jovenzuelo de quince-dieciséis años.

Me senté encima de una mesa vacía y esperé a que terminara de apuntar.

De un momento a otro, la puerta de la clase se abrió de par en par, dejando ver a una muchacha con todos los libros entre las manos y carita de perdida.

-¿Es esta la clase del Señor Styles? - preguntó tímidamente.

-Y será - respondí sonriente.

Ella alzó la mirada y, cuando pude ver su rostro perfectamente, no pude evitar la tentación de levantarme y caminar hacia ella, quedando a menos de un metro de ella.

Esa criatura de Dios, era igual a Rosalie, mi amada, la mujer de mi vida, la mujer que perdí.

-N-nombre...? - le pregunté intentando guardar dentro de mi, al chico de veinte años, deseoso por recuperar de la forma que fuese a su querida Rosalie, deseoso de abrazar a esa muchacha y protegerla en sus brazos, protegerla tal y como debía de haberla protegido.

-Rosalie Smith - contestó ella, sin borrar la sonrisa de su rostro - Hay alguna mesa libre señor Styles?

El joven que habita en mi interior, deseó que dijera Evans, Rosalie Evans; pero yo, un señor maduro y respetable, deseé totalmente lo contrario.

Y así fue.

-Siéntese junto a Mike, en la primera fila, Rosalie... - le dije dulcemente, observándola sentarse.

[&]

-Buenas tardes, Señor Styles - se despidió un alumno cortésmente.

Le sonreí y seguí bajando las escaleras cuidadosamente, si llegaba a tiempo a lo mejor aún seguía en el banco del parque, dándole migas de pan a las palomas.

Apuré el paso hasta que llegué al parque y, como no, ahí estaba, sentada en el banco con una bolsa de migas entre las manos y unas cuantas palomas al lado de ella.

Su sonrisa seguía igual que siempre.

Me acerqué a ella cuidadosamente y me senté a su lado, ella alzó la mirada y me sonrió algo confundida, frunciendo el ceño como solía hacer cuando algo le extrañaba.

-Buenos días señor... ¿quién es usted? - me preguntó, pero, como siempre, cambié de tema.

-Que bonita tarde hace para pasear, verdad? - le dije.

Ella asintió y se guardó la bolsa de pan en el bolso lentamente.

-Hace un día estupendo... - siempre la misma conversación, y nunca se acordaba, eso me entristecía demasiado.

Hablar con ella todos los días de lo mismo y que para ella sea algo nuevo por culpa de su enfermedad, por la cual me dejó hacía cuarenta años.

-Ahora mismo salí a pasear con mi nieta - dijo ella sonriente.

Lo más triste es que yo la conozco más que a mi mismo... y ella... no se acuerda ni de mi nombre. Y pensar que hace cuarenta años dormíamos en la misma cama.

-Debe de ser una chica guapísima, teniendo a una abuela como usted - le dije.

Rosalie Evans me había dejado por culpa de un accidente de coche. Ella perdió toda la memoria, fue bastante traumático tanto para mi como para su familia, y... por alguna extraña razón me tenía miedo, no quería acercarse a mi... ni siquiera estar en la misma habitación que yo.

Y me dolía.

No la protegí en su momento... me di por vencido, dejé la ciudad, me alejé de ella y ella comenzó una nueva vida con otro chico, con el cual se casó y tuvo hijos... nietos... y así será por los siglos de los siglos y yo ya no podré hacer nada.

Ahora sufría de alzheimer, pero uno demasiado avanzado y, cuando supe de eso, me volví a Londres. Desde entonces paso cada tarde con ella.

-¡Mira! ¡Ahí viene! - Eso es nuevo.

Fruncí el ceño cuando vi aparecer a Rosalie Smith, mi alumna, en frente de nuestro banco. Ella llevaba el cabello sujeto en un prendedor plateado, ese prendedor se lo había regalado yo a Rosalie Evans por nuestro tercer aniversario.

Tres días antes del accidente.

-Debo irme - murmuré, intentando que alas lagrimas que amenazaban con brotar de mis ojos no bailaran por mi mejillas.

-Tan pronto? - preguntó Rosalie.

Oh mi querida Rosalie, si pudiera estaría contigo día y noche, pero no puedo...

-Debo hacer una cosa de vital importancia... Buenas tardes - me despedí.

Me iba a dar la vuelta cuando la vi observarse la muñeca, acariciando con su dedo índice el tatuaje con mis iniciales.

-Buenas tardes, Harry Styles... te quiero - murmuró.

Abrí los ojos como platos y me volví a sentar a su lado rápidamente.

-¿Me reconoces, Rosie? ¿Lo haces? - le pregunté entre sollozos.

Ella alzó la mirada y me sonrió confusa.

-Buenos días señor... ¿quién es usted?

Recuérdame√ [One Shot] |HS|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora