Capítulo 3

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—Es la mejor decisión, Bianca —mamá me recuerda por décima vez desde que entramos a mi cuarto para cambiarme el vestido—. Apúrate, todos esperan abajo por tu capricho.

Muerdo mi lengua para evitar soltar una grosería.

—Mucho mejor —sentencia cuando salgo del baño y su mirada cae en mi nueva ropa: un vestido celeste cubierto por un estampado de flores blancas, que esta vez si llega a mis rodillas. Cubre mis hombros, mis brazos y mi cuello. Por último me pongo unos tacones negros. Ambas quedamos frente al espejo—. El celeste disimula tu gordura —acaricia mi rostro, sonríe y planta un beso en mi mejilla—. ¡Ahora si estamos listas!

Ella me adelanta bajando por las escaleras y yo debo contener mi furia, no dejo de recordar mi imagen en el espejo. Esa no soy yo, ¿o sí?

—No —me detengo, casi llegando al segundo piso—, este vestido no me gusta.

—El blanco no te favorece, querida. Soy tu madre, sé lo que es mejor.

—Me quedaba bien y voy a volver a ponérmelo.

Antes de que siquiera devuelva mi cuerpo para subir nuevamente, ella habla.

—A nuestro líder no le gusta el blanco.

—¿Qué? ¿Cómo lo sabes?

—Lo suponía.

—¿Él te pidió que me cambie el vestido?

—No. ¿Qué es esto, un interrogatorio? ¡Vamos, estamos llegando tarde por culpa de tu insensata rebeldía! —grita y mi cuerpo se tensa, por un momento me quedo paralizada hasta que en un intento de volver a controlar mi respiración sigo bajando por las escaleras y al llegar a planta baja me posiciono al lado de Branco.

Todas las familias nos dirigimos al patio delantero de la mansión que da a la calle y entramos a una camioneta. El líder maneja y charla con la nueva familia que ocupa el lado delantero. Mi familia y los Brown ocupan el medio, y junto a la familia de Branco nos acomodamos en los últimos asientos, que por cierto son de a dos.

—¿Estás bien? —Branco acaricia mis nudillos. Él es tan dulce—. Ignora a Charlie y Chanel, son un par de idiotas —ellas cada tanto me miran de reojo y se burlan de mi atuendo—. Pasémosla bien, ¿okey? Hoy es tu día especial.

—Algún día me lo cobraré. Las destruiré.

Branco suspira ante mis palabras y también porque lo he ignorado. Su personalidad es contraria a la mía: pacifico, buena onda y cariñoso.

—Espero que no me dejes fuera de tus planes.

No me des ningún motivo.

—Por supuesto que no.

No deja de parlotear durante una hora seguida, la cual nos toma salir del pueblo de Food Town. Si queremos salir a festejar, a bailar o comprar artículos de gran calidad, no es opción quedarse en el pueblo que solo cuenta con lo justo y necesario, como una plaza, dos escuelas y dos hospitales. Es miserable en su máxima expresión. El papa negro fue astuto al instalarse allí, ¿cuánto tiempo llevará en el miserable pueblito con su soledad? ¿Por qué nos dará refugio totalmente gratis?

Repudio su carácter, ego y personalidad, pero su misterio e introversión me atraen. Dirijo mi mirada hacía él, continúa explicándoles a la nueva familia cómo se deben comportar y por qué es tan importante. Nuevamente porta uno de sus malditos abrigos largos, esta vez negro, pantalones holgados de color gris y cadenas alrededor de su cuello. Los parvos reflejos del sol realzan su piel junto a su tatuaje y observar sus ojos casi transparentes resulta intimidante, su cabello marca un ritmo con el viento y varias veces pasa su mano por allí para apartarlo de su rostro.

Dulce Asesina SerialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora