La vida es una reverenda hija de puta.
Awashima Seri lo supo el día de su cumpleaños numero cinco, cuando su padre abandonó la casa que compartía con su madre.
Lo supo en la primer misión en la que participó al unirse como oficial activo, aquella anciana que liberó de los escombros que dejara el uso de poder desmedido de un Strain, murió apenas le internaron en el sanatorio.
Y lo supo varios años después, cuando su Capitán avanzó hacia ella con el sable sucio por la sangre de otro Rey extinguiéndose atrás.
Ella lo veía en sus ojos y a través de los cristales de sus gafas. Lo escuchaba en su voz cada vez que dictaba los mandos para una nueva misión. Lo perciabía en los pequeños temblores de su cuerpo, tan cerca como estaba de él como su mano derecha: el miedo, la tristeza, la inseguridad.
El hombre nunca lo admitiría.
Hubo ocasiones en las que el Capitán soltaría un sofocado suspiro. No podía continuar más, decía sin palabras. Ni siquiera se preocuparía por ocultarlo, no cuando todos sus subordinados lo interpretaron como cansancio físico, resultado del ir y venir en operativos, ó incluso de tener que enterrarse bajo montañas de papeleo.
Reisi Munakata definitivamente no llevó una vida tranquila, es verdad. Es verdad también, que el mismo hombre pareció hacer todo lo posible para no dejar un sólo espacio en su día sin emplearlo en hacer algo. Moviéndose de aquí para allá con la finalidad de mantenerse ocupado. Pero ése fue otro rasgo que sus colegas dieron por hecho, se debía a la alta exigencia natural del Rey Azul por ser productivo.
Pero ni sus largos suspiros, ni el hecho de que se abarrotara de tareas, se debieron a las razones que todos asumieron.
Seri lo sabía.
Estos, fueron sólo el reflejo del desgaste mental, emocional y moral del Capitán, y la manera en la que buscó, con dura convicción, no tener el tiempo de pensar, recordar o sentir aquel hecho fatídico del Monarca, el invierno y su espada. Que lo haga inconsciente, o muy conscientemente, de eso no está segura.
En más de una ocasión, Seri Awashima, tuvo el impulso de dar golpecitos reconfortantes en el hombro de su Jefe, entonces, decirle que todo iría bien...
Pero no lo hizo.
La mujer de espíritu inquebrantable había resistido firme a su lado, apoyando en todo cuanto pudo, trangándose con una fuerza de voluntad férrea cualquier otro sentimiento que no fuese el profesionalismo de su cargo.
Como resultado colateral, había sido arrastrada a las nuevas manías adquiridas por su superior. Haciendo a la Teniente de Scepter4 estar más ocupada que nunca, trantando de seguir el acelerado ritmo en los deberes. Awashima Seri se encontró a sí misma haciendo labores más allá de lo que incluía su responsabilidad, por pura elección propia, porque el deseo de darle un respiro a Munakata fue más grande, más importante para ella que lo mucho que pudiera interesarle su propio cansancio.
Y a juzgar por el comportamiento que adoptó Fushimi Saruhiko en los últimos meses, podría jurar que no fue la única persona consciente del estado del Rey.
Fushimi siempre fue frívolo con sus palabras, y ése fue un hecho que no cambió inclusive en la situación actual. Todavía venía y crujía la lengua a su superior si en algo no estaban de acuerdo, tampoco titubearía para escupir su veneno si hacía falta. No puede decir que alguien esperó más de él. Fushimi probablemente fue muy consciente de que ser suave, condescendiente, con Reisi Munakata, no mejoraría nada.
Aún así, ella vio al tercero al mando visitando más concurridamente la oficina del Rey de lo que antes lo hizo. Una sonrisa se formaba en sus labios cada vez que veía a Fushimi esforzándose en su paciencia para con el Capitán. Él también se estuvo encargando de hacer las órdenes para sus comidas, sin que nadie se lo mandara, siempre que el Capitán estuvo atascado de trabajo. Cuando el pedido de comestibles llegaba a la recepción de la sede, el mismo Saruhiko se haría responsable de hacerlo llegar hasta la oficina. Al menos en eso Seri obtuvo un poco aligeramiento de peso.
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Los cigarros del capitán [MikoRei]
FanfictionKusanagi Izumo es sólo un espectador del nuevo escenario: el resultado de la tragedia que dejó aquel día de invierno. "Tal vez tengas que cargar con más trabajo después de todo..." Guardando las viejas palabras de alguien, tiene la inquietante sen...