Capítulo 25

5.3K 341 11
                                    

Pasé una de las peores noches de mi vida. Y en la mañana siguiente para cuando Elliot llegó yo estaba demasiado agotada como para pensar con coherencia.

—Tienes unas ojeras terribles—fue lo primero que dijo al verme.

—No tenías por qué decir lo obvio. Creo que yo lo sé mejor que nadie.

Y era verdad. No necesitaba verme en un espejo para saber el asqueroso aspecto que debía poseer. Él se acercó cauteloso, sin duda alerta por mi mal humor, pero eso no le impidió depositar un tierno beso en mi frente. Aquel gesto dulce me derritió y pasé mis brazos por su torso, abrazándolo con fuerza. El me lo devolvió y me tuvo ahí por un buen rato.

—Gracias. Necesitaba esto.

—Cuando quieras, bonita.

Deseaba quedarme así un poco más de tiempo, antes de pasar a las noticias que seguro me traía. Si algo Max me dejó claro, fue que las conexiones de Cristóbal son tan poderosas que no necesitan más de un día para conseguir la información que necesitaban. Así que si eran en verdad tan eficaces aunque no supiera el paradero de Natalia, si tenían mínimo que saber algo.

Basta, Clare. Debes hacer las cosas rápido, que tu amiga está contando contigo.

—Cuéntame. Estoy lista para escucharlo.

Elliot me miró un segundo con la preocupación desbordando sus ojos, para después cambiar el semblante y volver a lucir serio y centrado. Cosa que me advertía que no todo lo que me diría sería bueno.

Bien, aquí vamos.

—Empezaré por lo malo—espetó conociéndome a la perfección. Sabría que yo elegiría eso—. Aún no sabemos dónde ni quien la tiene. Poseemos muy poca información acerca de la persona que porta ese celular. Pero lo que sí sabemos es que ella se encuentra bien.

—¿Y cómo es que saben eso?

—Te ha estado enviando audios, fotos y videos.

Sentí mis piernas temblar y se me heló la sangre.

—Elliot, mi teléfono.

Miré su cara alarmada.

—No creo que sea una buena idea, bonita. No puedes hacer nada aun por ella aunque veas esas cosas, lo único que hará es que te pongas mal.

—Mi teléfono—pedí de nuevo.

No importaba que tan explícitas o fuertes ese contenido fuese. Tenía que cargar con ello, no podía simplemente cerrar los ojos e ignorar que quien le estaba causando aquella terrible experiencia a la que era como mi hermana era yo misma. Elliot comprendió que no cedería, y metió su mano en su saco. Luego de que por fin lo tuve en mis manos, me acerqué de nuevo a él y le di pequeño beso.

—Prométeme contarme cualquier otro mensaje que esa persona te mande. Aunque ya no necesito tu celular para rastrearlo, ya que de todas formas estamos interceptando toda información que te llegue.

Asentí. Después de eso me tomó de la mano y la apretó.

—Me gustaría quedarme contigo y darte más apoyo, pero tengo que verme con Cristóbal. Encontraremos a tu amiga más pronto de lo que piensas.

Sentí frío cuando su calor corporal ya no estaba cerca pero entendía que todo lo que estaba haciendo era por mí, así que simplemente subí hasta su habitación y me senté en su cama para enfrentarme al estúpido acosador. Me salté la mayoría de mensajes amenazadores y hostiles que me enviaba, diciéndome que si no seguía sus instrucciones torturaría a mi amiga. Intenté tranquilizarme y no pensar en qué pasaría si en verdad la estaba haciendo sufrir porque no contestaba sus mensajes, pero luego descubrí que si lo había hecho. O más bien que Elliot lo hizo fingiendo ser yo. Ignoré esa parte para no seguir torturándome y busque la multimedia. Ver a Natalia en ese estado quebraba mi corazón en mil pedazos. Se veía tan vulnerable y asustada. Sus ya grandes ojos parecían desorbitados, como a punto de salirse de su rostro. Comencé a sollozar mientras revisaba cada uno de los videos que enviaron. Se me revolvieron las entrañas y solté el celular. Comencé a llorar por mi amiga, por la culpa que sentía y por todo ese arrepentimiento que me carcomía por no haberle contado a Elliot a tiempo. Pasé bastante tiempo en ese estado deplorable hasta que escuché mi celular vibrar. Por un momento entré en pánico, pensando que era de nuevo el hostigador, para darme cuenta que quien me llamaba era el detective. Me aclaré la garganta y tomé un sorbo de agua de la botella que estaba a mi lado, esperando sonar normal y no como una persona atormentada.

Enamorada del líder de la mafia [PARTE I & PARTE II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora