Big Spender

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Viernes. Día desde el cual y hasta el domingo, la habitual monotonía de su rutina es interrumpida. El tedio de su aburrido trayecto desde el campus de la facultad de biología hasta el minúsculo apartamento que le sirve de morada, cambia. Su viaje en metro se vuelve más corto. Cinco estaciones antes de lo habitual es que abandona el subterráneo y comienza a caminar.

La tarde cae y el sol comienza a ocultarse. Mira al cielo y las nubes grises se empeñan en opacar el espectáculo de colores naranjas, rosados y violáceos que trae la puesta de sol. Suspira y mueve la nariz con gracia un par de veces a fin de sacudir las diminutas gotitas de agua que esas nubes comienzan a soltar.

Una ventisca de fresco aire le obliga a subir el cierre de su chaqueta de piel hasta la mitad de su pecho. Del bolsillo interno saca uno de los cigarrillos que lleva con él y le pide fuego a una joven que camina en sentido contrario suyo. Agradece y ella se despide con un simpático coqueteo y un guiño que él no tarda en responder por pura amabilidad. La muchacha sigue su camino; él regresa a verla y esta también lo hace con el rostro decorado con una radiante sonrisa de oreja a oreja.

Ríe por lo bajo y niega levemente creyendo, con un poco de altanería, que ese mínimo acto ha dejado un buen sabor de boca a la desconocida. No hay rastro alguno de humildad en su persona cuando de reconocer su belleza se trata. Sabe que es guapo. Atractivo. Incluso sexy.

Toda la gente se lo dice y él sin reparo lo acepta aunque algunas veces le han tildado de engreído o de soberbio y hasta, despectivamente, vacío. No le importa realmente. Sabe que su valía no solo se encuentra en la insuperable belleza de la que es dueño. También se considera inteligente y capaz. Sus excelentes notas en su carrera lo avalan. Así como el haber tomado la decisión que precisamente tiene como destino ese viernes. Y todo el fin de semana. Todos los fines de semana desde hace más de doce meses.

Da una última calada al cigarrillo antes de aplastarlo contra un basurero y dejarlo ahí. Sonríe al verlo por la mitad. Desde hace meses ha tratado de dejar ese terrible hábito y ahora, en total, solo fuma máximo tres al día. Así se lo ha prometido a su madre.

Una bonita sonrisa curva sus labios durazno con el recuerdo de su madre. Ella es otra de las razones de haber tomado ese empleo. Cada mes le envía algo de dinero a fin de que dejase de laborar dobles turnos en aquel supermercado de su natal King's Lynn. En aquel momento, un muy orgulloso Roger le había llamado para contarle que había obtenido una plaza como maestro sustituto de biología y que, si bien no se haría millonario, ganaría dinero suficiente para poder pagar su matrícula, sus gastos y enviarle algo de dinero.

Una mentira. Una piadosa. Era cierto que había conseguido esa plaza como profesor sustituto pero la realidad es que el salario era mísero y los horarios terriblemente esclavizantes. Tuvo que dejarlo un par de meses después ya que su beca estaba en riesgo de perderse debido al poco tiempo que le quedaba disponible. El dinero sí comenzó a llegar aunque fue gracias a un empleo diferente.

Suspira de nuevo y agita sus largos cabellos color miel para sacudir esas traviesas gotas de agua. Y aunque recordar a Winnifred Taylor es reconfortante para su corazón, por el momento prefiere dejar de hacerlo para concentrarse en el trabajo. Acomoda la mochila que descansa en su hombro derecho y repara en la figura masculina que fuma junto a la puerta de entrada.

—¿Qué tal, Bob?

—¿Qué hay de nuevo, princesa? —El hombre de unos cincuenta y pocos años ríe ante la mueca de pocos amigos que le pone el muchacho.

—Heterosexual insoportable —Fingiendo un ataque de dignidad, Roger cruza la puerta sin mirar atrás.

Sus pasos lo hacen recorrer el estrecho pasillo iluminado con brillante luz blanca hasta topar otra puerta abatible. El olor aún es ligero, solo a limpiador y lejía. Saluda a un chico que sin mucho interés friega los pisos y sigue su camino hasta el otro extremo de ese enorme salón. Cruza una última puerta más hasta llegar a una pequeña sala de estar que está semivacía aún. Saluda a los presentes por mera educación mientras rebusca en el bolsillo de sus jeans algunas monedas y se dirige hasta la expendedora que se encuentra hasta el fondo de la habitación.

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⏰ Última actualización: Jul 20, 2021 ⏰

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