Nuevas sensaciones

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- Hola primita- saludó tranquilo.

- ¡Asclepio!- exclamó Grecia, al tiempo que corría y saltaba a abrazarlo.

El Dios de la medicina era bastante alto, cabello castaño corto, ojos marrones y una barba bien recortada. Llevaba puesto unos jeans holgados y una camiseta amarilla, definitivamente traía las pintas de un doctor.

- ¿Pero a quiénes tenemos aquí? Primita, no me dijiste que ya tenías niños- bromeó.

- No digas esas cosas, los pequeños son Paolo y Giacomo, hijos de una vecina a la que le hago el favor de cuidarlos; el de pelos verdes es Alex, hijo de Loki; el chico a su lado es Percy Jackson, has de conocerlo; y el que está al borde de la muerte en el colchón es el poder antiguo nórdico, el cual te agradecería bastante que revisases- era curioso cómo es que había logrado sintetizar todo y dar a entender que la ayudase.

Sin esperar más, el recién llegado se acercó a Norte para comenzar a revisarlo y, de la nada, apareció un botiquín a su lado.

Justo entonces, la madre de los niños llegó, se la veía tranquila al volver a ver a sus hijos. Conversó un rato con la azabache y se llevó el pastel que habían estado haciendo desde hace un rato, pudo ver que uno de los pequeños se giraba y sacudía su mano hacia Grecia, diciendo adiós, era tan tierno.

A decir verdad, extrañaba a su hermanita, Stella, le habría encantado pasear con ella por Atenas, por más que sabía que tal vez estuviese todo el día dormida.

- ¿Qué descubriste?- le preguntó la chica, ni bien los mortales se hubiesen ido.

- El veneno que recorre su sangre es bastante poderoso, pero creo tener el antídoto- con eso logró calmarlos a todos-. Estuviste bien al purificar ese veneno- felicitó a la poder antiguo devolviéndole los cabellos de una manera fraternal.

- Ya... Me avergüenzas frente a los semidioses- le reclamó, más bien, le hizo un berrinche.

De repente, volvieron a llamar a la puerta.

- Voy yo- se ofreció el hijo de Poseidón.

Ni bien abrió la puerta, sintió una manada subírsele encima y arrojarlo al suelo, mas no le molestaba, ya que sabía que era la forma en la que sus amigos demostraban afecto, específicamente Annabeth, Piper y Leo. Vio que, a unos pasos más allá, también los estaban acompañando Faraón y Roma.

Los hicieron entrar, mientras observaban cómo Asclepio curaba a Norte.

- ¿Todavía tienes esas pinzas?- le preguntó a Grecia, a lo que ella le alcanzó unas pinzas que, supuso, eran a las que él se refería-. Supongo que esto significa que ya no nos veremos tan seguido, ¿Estás lista para salir de la jaula?

- No tienes idea de cuánto- le aseguró la antes mencionada con un brillo de pura emoción en sus ojos.

Qué curioso que estuviese tan emocionada en un contexto tan oscuro, es decir, estaba saliendo de Atenas para pelear en una guerra.

Luego de tener a sus amigos unos segundos encima, lo ayudaron a levantarse y se encontró cara a cara con la hija de Atenea, la cual miraba con cierto recelo al poder griego.

- Hermosa casa- observó el poder romano, lo cual también lo extrañó, el antes mencionado no solía halagar a la gente-, hermosa al igual que la dueña.

¿Acaso estaba coqueteándole... A Grecia? Lo veía y no lo creía, días antes, aquel poder se mostraría insoportable con él, ¿Para que cuando apareciese el poder de Grecia se comportase divinamente?

De la nada, escucharon a Asclepio contener una carcajada, a lo que todos se giraron y encontraron a la azabache con una expresión de asco.

- ¿Te digo algo, amigo? No tienes oportunidad- decía divertido el Dios de la medicina.

La luna y el mar van juntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora