19. Al amanecer

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Esa mañana estuvimos jugando y pasándola muy bien. Noté que era buenísimo jugando, y él me comentó por qué. Me contó su historia de antes de todo esto, cuando junto con Andrew eran muy buenos jugadores. Iban juntos a cada partido que jugaban en su club, y gracias a ese deporte se conocieron. Su gran forma de jugar se complementaba, y por eso ganaban los partidos de una manera que destacaba. Era una dupla excelente en aquel grupo de niños entre diez y doce años que generaba un muy buen desempeño en el equipo. Andrew estaba ahí porque en ese momento era muy pequeño de cuerpo, además de que un familiar suyo era el profesor, lo que le facilitaba entrar y jugar con su amigo. Si a él lo unían con chicos más grandes, podían lastimarlo, así que aprovechaban para jugar juntos.

Cuando comenzó este nuevo mundo, estaban en camino a un partido importante, pero sin sus padres. Esa separación marcó el inicio de esta nueva y horrible vida. Brahim hablaba de ello con un tono que mezclaba resignación y aceptación, como si hubiera rehecho su mundo con lo poco que tenía. Lo único positivo que ambos podían ver era que, al menos, se tenían el uno al otro. Juntos habían enfrentado lo inimaginable, sobreviviendo como podían. Pasaron por varios grupos de desconocidos, pero nunca permanecieron demasiado tiempo en ninguno. Andrew, más reservado, desconfiaba de quienes los rodeaban. Cada vez que algo no le daba buena espina, convencía a Brahim de seguir adelante, buscando siempre algo mejor, algo más seguro. Así fue como terminaron solos, vagando de un lugar a otro, hasta que finalmente los encontramos.Mientras Brahim me contaba su historia, noté que, a pesar de mencionar a sus padres, no se veía triste. Más bien, parecía haber aprendido a hablar del pasado sin dolor, como si protegerse de esos sentimientos fuera la clave para no romperse. Yo, en cambio, me quedé en silencio, reflexionando sobre cuánto habrían extrañado a sus familias, preguntándome si habría días en los que lloraran en silencio, cuando nadie más podía verlos. Brahim notó mi distracción y, sin previo aviso, me quitó la pelota de las manos. Con una sonrisa traviesa, corrió hasta el aro más cercano y encestó con facilidad. "¡Y así es como se hace!" exclamó, mientras comenzaba a reírse, bailando exageradamente en señal de victoria. Su actitud contagiosa rompió mis pensamientos y me arrancó una carcajada.

"No te creas tan bueno", respondí mientras lo empujaba juguetonamente. Recogí el balón del suelo y, sin dudarlo, se lo lancé al pecho con fuerza. Él, siempre dispuesto a seguir la broma, me la devolvió casi al instante. Pero yo, distraída por el momento, no vi venir el balón, y este me golpeó de lleno en el pecho. Me llevé las manos al lugar del impacto, soltando una risita dolorida mientras me inclinaba hacia adelante. Brahim corrió hacia mí, visiblemente preocupado. "¡Perdón! ¡No quise hacerte daño!" dijo apresurado, con los ojos totalmente abiertos por la sorpresa, mientras intentaba asegurarse de que estaba bien. Apenas el dolor disminuyó un poco, intenté vengarme. Lo empujé con toda mi fuerza, atrapándolo desprevenido. Tropezó hacia atrás y cayó al suelo, pero no sin antes aferrarse a mi ropa, llevándome con él. Ambos terminamos desplomados en el suelo, yo sobre él, soltando risas incontrolables mientras trataba de disculparme.

Me tiré a un costado para salir de encima suyo y giré mi cuerpo hacia él, colocando mis manos debajo de mi cabeza. Ambos nos quedamos en el suelo un momento, él no dejaba de hacer bromas mientras yo solo lo miraba. Estábamos tranquilos, disfrutando de la calma del momento, el aire fresco y el silencio que nos rodeaba. No hacía calor, solo una agradable brisa. De repente, él agarró la pelota que estaba cerca y la lanzó al aire. Nos cubrimos enseguida, ya que su idea era que el que se golpeaba tendría que cocinar la comida esa noche. Yo, un poco más tranquila, puse mi rostro en su hombro mientras me tapaba la cabeza con las manos. Él, en tono de broma, me acusó de ser una tramposa. Pero antes de que la pelota cayera, la empujó hacia un costado, porque sabía que él sería el que se golpearía.

Cuando levanté la vista, nos encontrábamos muy cerca, apenas unos centímetros entre nuestras narices. Mi corazón latía con tanta fuerza que creía que podría oírlo, mi pecho parecía acelerado y un nudo en el estómago no dejaba de apretar. Podía ver con claridad cada detalle de su rostro, las líneas de su expresión, y esa sonrisa suya que tenía la capacidad de envolver a cualquiera. Pero no tuvimos mucho tiempo en esa posición, ya que en ese preciso momento Andrew apareció con la pelota en la mano y una expresión de cansancio en el rostro, como si ya estuviera harto de dormir. Había estado durmiendo junto con los demás, pero Leon y yo, como siempre, nos despertamos temprano para jugar. Al vernos, Andrew soltó un suspiro, rodó los ojos y se acercó. Yo me levanté del suelo rápidamente y Leon, de manera lenta, hizo lo mismo.

Will All This End?  Parte IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora