Ágata tenía una nieta.
No sé cuánto tiempo me quedé en silencio, solo pensando si era posible que...
—Maca... ¡Maca! —Me alertó Jose. —Te está saludando.
La pequeña me miraba con una sonrisa, extendiendo su puño a modo de saludo. Yo lo choqué y le sonreí de vuelta. No era gran amante de los niños, pero podía sentir que ella ya me agradaba.
—Bueno, nosotras íbamos al baño no más, así que ya nos vamos —dijo Ágata, tomando de la mano a Gema. —¿Vinieron por el fin de semana o se van a quedar?
—Nos quedamos —dijo Jose. —Indefinidamente.
—Ay, ya po —se alegró. — ¿Les tinca ir a almorzar mañana al departamento, entonces? El mismo de siempre, ¿se acuerdan?
Cómo olvidarlo.
Ambas asentimos. Ágata nos dio su número para ponernos de acuerdo y se fue. Para entonces, Rubí había dejado de mirar en nuestra dirección, solo se fijaba en la niña; pero yo no le quité los ojos de encima, al menos por algunos segundos. Quería que me viera, que me diera una señal, un algo, lo que fuera.
¿Una señal de qué, Macarena?
—¿Crees que sea hija de la Rubí? —habló Jose. No dejaba de girarse, muy poco disimulada, hacia las Cárdenas. —Se parecen.
Me encogí de hombros, como si no tuviera importancia.
¿Tenía importancia? Rubí ya no era parte de mi vida y yo no era parte de la suya, era de esperarse que formara una familia. Trataba de convencerme de que daba lo mismo, que nuestros caminos habían tomado direcciones distintas, era normal; pero en el fondo, muy en el fondo, me dolía.
Me dolía que su familia no fuera conmigo.
***
—Oye —llamé su atención. —¿Por qué no me has pedido pololeo?
Rubí se cepillaba el pelo frente al espejo, mientras yo hacía una tarea sentada en su cama. Cuando terminé la pregunta, me miró seria.
—Pensé que ya estábamos pololeando.
Me reí, pero ella seguía confundida. Dejó el cepillo a un lado y se sentó junto a mí.
—Bueno, ¿y por qué no me lo pides tú? —habló desafiante.
Entonces, se me ocurrió una idea.
Me levanté rápidamente y fui a buscar una de las flores que Ágata tenía en el florero de la mesita de centro. Aún le caían gotas por haberla sacado recién del agua, pero servía para su propósito. Volví a la pieza y me senté frente a ella. Rubí me miraba con más confusión, aunque divertida.
—Yo quiero que hagamos una promesa —comencé. Ella asintió. —Quiero que prometamos que, si algún día una deja de querer a la otra, si queremos irnos, si nos queremos dejar, lo vamos a respetar. Quiero que tengamos esa confianza. Quiero que te puedas ir si algún día sientes que tienes que irte y que vas a dejar que yo me vaya si siento que tengo que irme.
Se quedó pensativa.
—Lo prometo —dijo finalmente, antes de besarme. —Pero no me imagino queriendo estar lejos de ti, la verdad.
Sonreí en su boca. Sentí el corazón de cabeza y un cosquilleo en el estómago que no me cansaba de experimentar cada vez que estaba con ella.
—Espera —dijo, separándose de mí. —¿Estamos pololeando o no?
—Ah sí, para eso era la flor.
***
Cuando llegamos al edificio, Jose me tomó del brazo. Nos quedamos de pie un momento, observando todo lo que podíamos, buscando las semejanzas y las diferencias entre el lugar que habíamos dejado y al que estábamos a punto de entrar.
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Siempre tú | Rubirena |
Fiksi PenggemarRubí se olvidó de Maca. Años después se reencontraron, pero Rubí ya no estaba sola.