Vagabundeando por las calles caminaba un perro. Este perro no hacía nada cuando le gritaban. Ni cuando le humillaban. No hacía nada. ¿Para qué? ¿De qué servía?
Miraba la calle con los ojos vidriosos sin ver. Sin sentir.
Cada día se acercaba a una casa que parecía agradable: salía un buen olor a comida, se escuchaban risas... Un buen hogar. O eso parecía ser.
Un día estaba chispeando. No hacía frío. Y en la casa no sonaban voces animadas. Susurros y golpes. Gritos. Vasija rota.
El perro levantó la cabeza y miró la puerta que se abría. No pudo ver mucho. Sólo un poco del pelaje de un animal que gritaba, se rebelaba, resistía y luchaba por huir.
Lo que le impactó al perro no era el animal en sí, sino su pelaje. Tenía un color que para él era inusual. Era atractivo y le atraía.
Del ímpetu por ver a qué o a quién pertenecía ese color, asustó al animal que poseía dicho pelaje.
Y huyó.
Y el perro lo persiguió.
Lo persiguió por muchos lugares, por muchos caminos. Por muchos escondrijos.
A veces lo perdía. Otras vislumbraba el pelaje de nuevo. Una cola. Una pata. Pero siempre del mismo animal.
Hasta que un día se dio cuenta de que perseguía a una gata.
Y supo qué hacer.
Consiguió atraparla. Para verla. Para olerla. Quizá para lamer su pelaje para saber cuál era su sabor.
Cuando la pudo observar vio que tenía millones de cicatrices. Algunas pequeñas. Otras casi curadas. Y otras graves.
Quizá no fuera todo lo perfecto que quisiera, pero le gustaba. No le importaban esas cicatrices. Peores tenía él.
Se acercó a la gata, la cuál temblaba, y le lamió las heridas. La ayudó a levantarse y, sin decir ni una palabra, se volvió su acompañante.
Y el perro obtuvo algo. Pero, ¿qué? Quizá lo fuera todo. O nada. O partes de algo. O algo indescriptible y que es difícil de saber y entender.
Petición hecha por: Hund.
ESTÁS LEYENDO
Textos Improvisados.
De TodoTextos breves surgidos de la combinación de un par, tres, cuatro o cinco palabras.