Capítulo 12

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Lo miro sin creérmelo aún, con ojos muy grandes y la boca abierta. Su cara se transforma de repente y vuelve a ser ese monstruo de ceño arrugado en que se convierte cuando pierde la paciencia. Sin darme tiempo a procesar lo que sucede él me agarra el brazo izquierdo, tirando de él para llevarlo al hueco de la puerta y volver a hacer lo mismo. Me da un escalofrío. Quiere machacarme los huesos de la muñeca con la puerta del coche. Este lunático. Este animal.

—¡No! ¡No, espera! —chillo totalmente aterrado, moviéndome y forcejeando como puedo con un tobillo roto, un hombro dislocado y su fuerte brazo aprisionándome por detrás.

Grito agudamente cuando veo mi brazo en el lugar, por mucho que lo sacuda y tire de él, y empiezo a luchar más violentamente, haciéndome daño en el hombro.

—Haz el favor de poner la muñeca, será mejor para ti. —dice frustrado, apretándome más fuerte contra él y tirando de mi brazo para ponerlo en el lugar. —Si sigues tirando el brazo hacia atrás te pillaré los dedos y quizá incluso los pierdas, es peligroso. —me regaña.

Yo lo miro con horror y sé que no es un farol. Sé que lo hará, le diga lo que le diga, que yo no puedo luchar contra él y menos en mi estado. Llorando y totalmente aterrado obedezco. Pongo mi muñeca en el hueco de la puerta, sabiendo que él va a cerrarla con toda su fuerza, que el peso del metal y de su poderoso brazo van a caer sobre esos huesos tan, tan pequeños. Casi anticipo el dolor. Una arcada me dobla y lloro a mares. Sorbo, sollozo, balbuceo como cuando era niño y no podía aguantar saber que mamá lloraba, que había golpes fuera de mi cuarto, que el mundo no era bonito, como yo creía.

Quiero volver, quiero volver a mis pocos momentos felices. Quiero recordarlos, quiero tener algo bueno en mi vida para pensar en ello en momentos como este.

Miro a Ángel, lamentándome desesperadamente, buscando compasión mientras mi mano tiembla exageradamente y todo mi cuerpo, contra el suyo, se contrae de terror.

Entonces empuja la puerta.

Siento el terrible y punzante vacío en mi estómago, la dolorosa rigidez de mi cuerpo y, por fin, mi garganta vomitando un hórrido grito. Cierro los ojos, me llego los oídos de mi voz asustada y espero el dolor.

No llega.

Mi cuerpo se relaja un poco, me pregunto si es por el shock y me permito abrir los ojos. Observo mi muñeca, totalmente intacta, a un metro de la puerta cerrada. ¿Ha tirado de mí para impedirlo? Lo miro, todavía temblando y llorando de miedo, pero ahora también desconcertado.

—¡Deberías haber visto tu cara! —dice, tapándose la boca para no carcajearse. Luego se calma y su expresión se endulza un poco. Me sonríe tiernamente y me habla mientras que con la misma mano con que iba a empujar la puerta y romper mi muñeca, la mano que me ha roto el tobillo, me acomoda mechones de pelo tras las orejas. — Solo bromeaba, no soy tan malo ¿Sabes? Con torcerte el tobillo creo que ya es suficiente para que aprendas. Mira, no he hecho nada ¿Ves? —dice en tono pueril, cogiéndome la muñeca y agitándomela delante de la cara como si fuese de trapo.

La tensión del momento me cae encima y empiezo a hiperventilar. Está lunático. No puedo quedarme con él ¿Qué será de mí? Mierda, joder, inspira, toma aire ¡Joder! Mis pulmones se cierran, es como si me ahogasen, como si tuviese algo en la boca. Me llevo la mano a los labios, llenos de saliva y lágrimas. No puedo. No puedo respirar. ¿Qué será de mí en sus manos? ¿Qué será? Está completamente enfermo, no hay forma de que razone con él ¿Y si me mata? ¿Y si me tortura? Oh ¿Acaso no ha empezado? No, yo no puedo aguantar eso, no puedo, esta tensión constante, impredecible, este estrés, el dolor. No puedo.

El niñero (Yaoi) [EN AMAZON]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora