Capítulo 31

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La toalla se me resbala poco a poco de las manos, la he dejado de agarrar hace unos segundos, sin darme cuenta. Ahora está en el suelo. Ángel tiene el pelo húmedo y me está dando besos en el vientre, son pequeños e inocentes, suben hacia mi pecho. Al final me da un pequeño beso en los labios también y me mira directamente a los ojos. Los suyos son tan vivaces, el verde brilla cálidamente y parece estar sintiendo una honesta alegría. No sé cómo puede permitirse tal felicidad después de lo que ha hecho.

Me da otro beso, me olvido de lo que estaba pensando.

—Tienes los labios tan suaves —me dice con dulzura, dándome otro más. Tengo un escalofrío, uno bonito. —, aunque tu cara pincha un poco. No tienes apenas bello facial, pero será mejor que lo afeitemos ¿No? Luego te arreglo el pelo.

—No lo había notado —digo sorprendido, llevándome la mano a las mejillas. Al frotarla noto mi piel áspera. Nunca había pasado tanto tiempo sin arreglarme. Exhalo una pequeña risa —debo lucir horrible así de tan cerca. Qué vergüenza...

Me tapo la cara con las manos instintivamente. Es una estupidez, este hombre me ha visto en situaciones más bochornosas, pero me resulta tan humillante que me vea desaliñado. Yo siempre me esmero en estar presentable y me han robado incluso eso...

Ángel me agarra las mejillas y me descubre el rostro.

—Estás hermoso —me dice firmemente, mirándome con el ceño fruncido y su boca en una meca enfadada. Esa boca que me dijo cuanto asco daba hace no tanto. —, más hermoso que nada en el mundo.

—¿Lo dices de verdad—pregunto burlón, luego aparto la vista y las palabras salen de mi boca sin pasar antes por mi cabeza: —o es solo porque estás obsesionado conmigo?

Me congelo después de escucharme. Me pasan cosas terribles por la cabeza, pero entonces él se ríe y yo me puedo permitir respirar de nuevo.

Él no dice nada después de eso, solo toma la cuchilla de afeitar y la crema y me extiende un poco de la última por la mandíbula y el cuello. La sensación es refrescante y sus dedos impregnan bien mi rostro con tal de que hacer un trabajo perfecto. No me doy cuenta de lo peligrosa que es la situación hasta que Ángel ha deslizado ya un par de veces la cuchilla por mi rostro y la ha enjuagado. El frío filo del metal lame mi mejilla entera, llevándose la sombra de barba que pudiese tener, pero sé que sería tan fácil para él rebanarme el rostro y arrancar mi piel a tiras. La cuchilla está tan afilada que me mareo al verla y aparto los ojos, moviendo un poco el rostro.

—¡Ay!

Doy un pequeño repullo cuando noto un pinchazo en el cuello. No duele apenas, es solo un corte de afeitarse, pero empieza ponerme nervioso cuando siento que Ángel no separa la hoja de mi herida y lo noto mirándome muy fijamente.

—¿Quién te ha dicho que te muevas? —pregunta inquisitivamente.

—Ángel m-me estás cortando —digo con un hilillo de voz. La hoja arde en ese pequeño punto de mi cuello y noto la sangre yéndoseme del rostro.

—¿Quién te ha dicho que te muevas? —insiste y juraría que la cuchilla me ha punzado un poquito más hondo. Quizá ha sido porque he tragado saliva.

—Perdón... perdón. Estaba asus... me quedaré quieto a partir de ahora. —él sonríe complacido cuando me trago mis palabras y digo solo lo que desea oír. Entonces aprieta un poco más, cortándome más hondo.

El niñero (Yaoi) [EN AMAZON]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora