Capítulo 39

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Cada vez que recuerdo algo me siento más inquieto. Debería estar feliz, estoy recuperando las memorias que me fueron arrebatadas, pero... no se siente como si me perteneciesen. El protagonista de mis recuerdos es un extraño. Tiene mi cara, mi voz, mis manos. Tiene de mí todo, excepto que no dice las cosas que yo diría y no hace las cosas que yo haría.

Y me pregunto ¿Qué pierde uno al perder los recuerdos? Siempre he pensado que mis lagunas eran solo una falta de información sobre mí, nada más que eso y que recuperar los recuerdos era algo así como cuando tienes una palabra en la punta de la lengua y por fin te sale o cuando acabas de usar tu teléfono y no lo encuentras, hasta que te das cuenta de que lo tienes en tu mano. Pensaba que sería algo tranquilizador, que recordar mi pasado sería como poner algo por fin en su sitio. Pero estas escenas que me vienen a la mente se sienten desencajadas.

Si alguien olvida su pasado, sus motivaciones, sus pasiones, sus sentimientos respecto a ciertas cosas y personas, si alguien olvida sus miedos, sus cosas favoritas y sus rarezas y peculiaridades, sus anécdotas más graciosas, sus planes de futuro, sus valores, lo que ha aprendido a través de sus errores ¿Sigue siendo la misma persona?

Quizá en el momento en que perdí esos recuerdos dejaron de pertenecerme, quizá se perdió con ellos la persona que fui. Ese desconocido que protagoniza mis recuerdos y al que tanto me resisto a llamar yo. ¿Y si el chico de mis recuerdos murió cuando yo lo olvidé y yo nací ese día? Si es así ¿Qué derecho tengo sobre esos recuerdos? ¿Por qué los reclamo? Y si se me devuelven ¿Volverá ese chico tras su letargo para reclamar esta cara, esta voz, estas manos, como un lugar que le pertenece desde antes de que yo naciese? Si esto es una lucha y yo no soy más que fragmentos...

Retengo la respiración.

¿Qué quedará al final? ¿Quién?

Y si tengo razón ¿No significa eso que todos cambiamos a cada segundo? ¿Qué en un minuto somos sesenta personas distintas?

En ese caso el desconocido de mis recuerdos me es tan extraño como el yo de hace un mes o una semana o una hora. No me reconozco en ningún lugar. No puedo asir algo concreto o señalarlo y decir, con toda seguridad <<Esto. Esto soy yo>>; la persona que empieza la frase es distinta a quien la termina.

Cada vez me da más miedo recordar ¿Quién soy? No siento que se me esté haciendo justicia, siento que se me persigue: un pasado que no reconozco como mío me atormenta.

Si el chico de esos recuerdos goza ¿Me pertenece esa felicidad? Si erra ¿soy responsable de las consecuencias? Quiero decir que no, pero entonces ¿A dónde irá la culpa?

—Ángel... —murmuro separándome un poco de su camiseta. Está húmeda al pasarme la mano por el rostro me doy cuenta de que estaba llorando ¿Me he dormido? —Ángel —insisto.

Ya no está abrazándome por la espalda, sino que lo encaro, mi rostro se había hundido en su pecho y tenemos las piernas entrelazadas. Lo miro a la cara y veo sus ojos cerrados y la forma apacible en que respira. Está dormido y tiene una pierna y un brazo sobre mí, apresándome.

Me abrazo a él cuando noto un poco de frío, acercando nuestras caras. Es extraño, hasta ahora no lo había visto tan de cerca nunca, siempre que nuestras caras se aproximaban mis ojos estaban borrosos de llorar, cerrados para anticipar un beso o simplemente me sentía incapaz de sostenerle la mirada. Ahora parece la cosa más inofensiva del mundo y su cara está frente a mí como algo para admirar deliberada y pacientemente.

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