Capítulo 46

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Ángel asiente un poco, cabellos castaños cayendo perezosa, desordenadamente sobre su frente cuando hace ese gesto tan feliz y lleno de energía. Luego me alza un poco más y me da un sonoroso beso en la mejilla.

—Oh, tan dulce, estás tan emocionado —dice con voz enternecida, estrujándome más contra él. Supongo que ha notado la forma en que me he puesto a temblar o cómo mis párpados caídos se han abierto de repente. Solo que no es emoción lo que siento, es pánico. —¿Estás contento? —me pregunta en voz baja, inclinándose para dejarme suavemente sobre la cama.

Yo asiento, apartando la mirada. Quiero estar contento, pero la culpa y el miedo me roen hasta los huesos y no puede sentir nada más que eso. Ángel está confiando en mí, avanzando despacio y dejándome dormir con él en su propia cama, si supiese que yo le he mentido, he estado manteniendo un acto toda esta noche, con una sonrisa en el rostro y un arma para traicionarlo bajo la ropa, él simplemente se rompería. No volvería a confiar nunca más en mí. Y es extraño, porque la idea no solo me preocupa, sino que también me entristece, no quiero decepcionarle, no quiero mentirle ni engañarle, pero ¡Joder! ¿Qué otra opción me quedaba?

Pone sus manos en mi cintura y me tira un poco hacia atrás, haciéndose un hueco entre mis piernas para gatear sobre la cama; yo me reclino hacia atrás, cayendo sobre el colchón con mi largo cabello negro desparramado y los pensamientos a punto de derramarse también ¿Y si confieso? ¿Y si le digo ahora que lo que llevo en la cadera derecha? Quizá él me perdonaría y confiaría en mí de nuevo, al fin y al cabo, él aprecia mi sinceridad. Pero... no. No puedo. Dormiré con él quieto y tranquilo, una mano sobre la cuchilla y la boca cerrada. Mañana, cuando me deje en el sótano para salir a comprar o para lo que sea, aprovecharé mi oportunidad y la esconderé.

—¿Dónde tienes la cabeza, Ty? —su aliento dulce y caliente me golpea, luego lo hacen sus labios.

Yo le beso sin decir nada. Lento, quizá demasiado lento. La lengua en mi cabeza no deja de parlotear y discutir, hablar de lo mala idea que es confesar y de lo mala idea que es no hacerlo, de cómo estoy jodido y de por qué no debería haber hecho la tontería de coger la cuchilla si de todos modos tan siquiera sé para qué coño la quiero.

—¡Ah!

Un afilado dolor me recorre la boca, trayéndome de vuelta al mundo fuera de mi cabeza. Ángel me mira sonriente, lamiendo una gota de sangre de sus labios.

—Te he hecho una pregunta, Ty —insiste y acto seguido da un lametón a mi boca. Noto ardor y luego veo su lengua roja, me ha hecho otra herida.

—Perdón —respondo con voz apocada, pero sé que una disculpa no es suficiente. —, estaba pensativo. —digo estúpidamente, sabiendo que no es la respuesta que él espera.

—Puedo ver eso —suspira, la sonrisa desvaneciéndose de sus labios. Se recuesta más cómodamente encima de mí, apoyándose un poco en mí. Noto su cuerpo duro y pesado sobre mi abdomen y mi pecho y no es hasta ahora que me hago consciente de que lo tengo totalmente encima. Ángel suspira y pasa un dedo por mis labios, llevándose otra gota roja directa a los labios. —. Dime ¿En qué piensas tanto que logra distraerte de mis besos?

—En nada, no es nada... —susurro, apartando mis ojos con temor.

Él alza una ceja y vuelve sobre mi boca. Me siento aliviado de que sigamos con los besos, no quiero hablar más, no quiero mentir más. Después de esto no volveré a engañar a Ángel con nada. Dioses ¿Quién iba a decir que se sentía tan jodidamente mal?

Me besa un poco y luego vuelve a morder, esta vez sobre la herida. Chupo aire sonoramente, aturdido por el dolor que me pulsa en el labio, y me llevo las manos a la boca. Ángel se separa del beso, no demasiado molesto.

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