Capítulo XI

663 51 4
                                    


Aiden

Ashley no me preguntó dónde había estado la noche anterior, tampoco me preguntó por Alex. Parecía más borde de lo normal, pero esta vez no era conmigo ni con el mundo, sino más consigo misma, y cuando eso pasaba, era mejor no preguntar, porque eso la enfadaba aún más.

Incluso estando en un santuario de mariposas su mente estaba en otro lado, pero no la podía culpar, porque la mía también.

Le había fallado a Ashley, y es que había entrado en ese jacuzzi con intenciones muy diferentes. Pensaba seducir a Alex, tal como Ashley me había dicho que hiciera, tenerla entre mis manos, recolectar información sensible e irme. No había contado con que ver a la chica en lencería de encaje causaría semejante reacción en mi polla. Tampoco había contado con que una vez que empezara a tocarla, querría continuar hasta saciarme, y querría ir más lejos. Sus suaves gemidos aún resonaban en mi cabeza, y aún podía sentir mis dedos cosquillear cada vez que recordaba lo bien que se sentía su suave piel, y lo bien que se sentía tenerla a mi merced.

Menos habría contado con el hecho de que tuve que irme de ahí antes de que el instinto de follar a una chica virgen que además se supone odiaba le ganara a mi sentido racional. Si me hubiera permitido estar diez segundos más con Alex, habría terminado cogiéndola, y al infierno con todo lo demás.

Pero había escapado a tiempo, por suerte.

O quizá no tanto, porque incluso luego de haber escapado, casi parecía que mi cuerpo se había obsesionado con ella. Incluso varias horas después y dos duchas heladas, aún tenía la creciente necesidad de ir buscarla, cogerla de su coleta y follarla en cada superficie disponible.

—He intentado sacarle fotos a esa mariposa, y cada vez que hago más que acercarme, ¡se va! —gruñó Ashley, apuntando a una mariposa azul.

—Hay diez más de esas solo en este metro cuadrado, Ashley —dijo Gabe, rodando los ojos.

—¡Yo quiero esa!

Mientras Kyle y Gabe se encargaban de convencer a Ashley de que todas eran las mismas, yo no perdí mi tiempo, sabiendo que Ash no cambiaría de opinión.

—Oh-oh. Problemas —murmuró Kyle, haciéndome mirar.

Definitivamente problemas. Por el otro lado estaban entrando ni más ni menos que el grupo de imbéciles máximos: Jake Garret, Matt Williams , John Kellerman, y las animadoras, entre las que estaba Alex.

Antes de ponerme en modo ofensivo, perdí un poco de tiempo mirando a Alex. Generalmente nunca me había detenido a reparar mucho en ella hasta que gracias a Tanner estábamos pasando más tiempo juntos de lo que desearía, y a la fuerza me había hecho notar el escultural cuerpo que tenía, que relucía incluso con su escasa altura. Ahora que conocía un poco más lo que había debajo de esa falda corta y apretada y de esa camiseta que realzaba sus pechos, solo podía pensar en que alguien que se veía así de bien con ropa y en ropa interior, no podría hacer menos que verse magnífica desnuda.

Luego de recorrer sus torneadas piernas y sus redondeados pechos, me detuve a mirar el pañuelo del cuello y peleé sin éxito para esconder mi sonrisa, sabiendo perfectamente qué era lo que estaba escondiendo, y sabiendo que mientras tuviera esa marca, era mía.

Las cosas no habían salido como había planeado para nada. Cuando había vuelto para cerrar la puerta, solo yo había presenciado cómo se tocaba. No había visto nada, el agua se encargaba de tapar todo, pero sus suaves y torturados gemidos lo decían todo, y había sido incapaz de despegar mis ojos de ella hasta que echó su cabeza hacia atrás y sus gemidos llenaron la habitación ante su orgasmo. Nunca había deseado tanto complacer a una chica como lo había hecho en ese momento, pero eso significaría un montón de cosas a las que no podía ceder, no con Alex de por medio, a pesar de que probablemente jamás olvidaría la imagen de sus pezones resaltando en su sujetador mientras sus labios entreabiertos hacían juego con sus párpados cerrados.

La primera en vernos fue Alex, y su mirada se posó en mí casi con pánico. Apartó su mirada rápidamente y le susurró algo a Katherine en su oído, que luego nos miró con el ceño fruncido. En tan solo un segundo, Alex comenzó a caminar hacia nosotros a paso decidido, casi escabulléndose de su grupo de amigos igual de insufribles que ella.

—Preparen los escudos —murmuró Ashley, como si le divirtiera al enfrentamiento.

En cuanto Alex estuvo lo suficientemente cerca, Ash fue la primera en pararse en su camino.

—¿Se te perdió algo, princesa?

Alex se cruzó de brazos y mantuvo su mirada. Parecía bastante decidida a pelear sin echar hacia atrás con una chica de una cabeza más alta que además participaba en el equipo de lucha.

—No quiero problemas, Rhodes, vengo a hacer una tregua.

—Esto será bueno —Ash sonrió—. Te escucho.

—Soy perfectamente capaz de no armar una escena. Realmente quiero disfrutar este viaje, y no quiero que lo arruine la testosterona masculina porque he invertido mucho tiempo y dedicación en él. Hagamos un trato. Si se van ahora de aquí sin que Jake y los chicos los vean, puedo negociar algo que quieran.

La sonrisa de Ashley fue de oreja a oreja. Dio un paso hacia atrás y me miró.

—¿Qué dices, Aiden? ¿Ayudamos a la princesa a reinar a base de sobornos?

—Este viaje está siendo más interesante de lo que alguna vez creí posible —escuché que dijo Kyle detrás de mí.

Miré a Alex, que parecía reluctante a mirarme.

—Te tomaré la palabra para después —le dije, y solo entonces ella me miró.

Titubeó un poco antes de aceptar, sabiendo lo peligroso que era acceder sin saber los términos primero, pero conocía a Alex lo suficiente como para saber que haría cualquier cosa para evitar que algo desordenara su inmaculado esquema.

—Hecho —dijo.

—Bien chicos, volveremos luego —dije, sin dejar de mirarla con una sonrisa en la cara—. Lindo pañuelo, princesa. Nos vemos en la tarde en la casa de Hemingway

Las mejillas de Alex se tiñeron de un rojo carmesí antes de darse media vuelta e irse a paso apresurado.

Dándonos media vuelta, nos dirigimos a la salida, evitando que los idiotas del norte repararan en nosotros.

—Más te vale pensar en algo bueno, porque no me gusta que Alexandra King me diga qué hacer. Solo he aceptado por ti —dijo Ashley, con la necesidad de recalcármelo en la cara.

—Lo sé, Ash. Eres una santa, lo ocuparé con responsabilidad.

—¿Qué ha sido eso del pañuelo, de todos modos?

—Te contaré luego —sonreí.

The wrong side of town -  Parte I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora