25 - Hola familia

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Os dije, aquí va otro. 
Vamos de Familia Gómez!

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-Hola Mamá.

Luisita abrió la puerta del bar y Manolita dio un brinco detrás de la barra. Dentro había un poco más de mesas ocupadas y la decoración navideña encendida dejaba un aire aún más familiar al bar.

-Luisita. Hija mía... - La mujer salió al encuentro de su hija le guardando dentro de un abrazo que solo las madres son capaces de dar. - ¿Cómo estas mi ángel? Que te veo muy delgada, no comes bien, sabes que tiene que comer bien Luisi, por las pastillas que tomas va acabar poniéndote mala del estómago.

-Que no mamá, que estoy hasta un poco gordita, como muy bien y me tomo las pastillas correctamente, acaso no me ves. – Se apartó del cuerpo de su madre, que la miraba con lágrimas en los ojos y abrió los brazos en cruz, sin dejar de sonreír. – Te he echado de menos mamá.

-Y yo mi niña. Y yo. – Le apretaba el rostro como si leyendo las líneas de la cara de su hija, atentamente repasando con la mirada cada detalle.

Amelia miraba sonriente la interacción entre Luisita y su madre, hasta que la rubia se volteó a ella secando las lágrimas. – Mamá esta es Amelia.

Manolita le miró con una sonrisa. – Hola hija. Pero que guapa es, Luisi. – Miro a su hija abriendo los ojos un poco más para enfatizar su apreciación por la belleza de la morena.

-Sí mamá. Muy guapa. – guiño un ojo a Amelia que estaba siendo tirada a un abrazo de madre que Manolita ofrecía a la morena.

-Manolita que creo que ha visto el coche de Luisi en la calle... - Un hombre rubio adentraba el bar arrastrando un carrito de compras. -HIJA!

-jajajajajaj Hola papá.

El hombre levantó Luisita del suelo con el abrazo. – Que te como la cara Luisita. Te he echado de menos mi amor.

-Yo también papá, pero me vuelve al suelo anda. – La rubia reía y sentía la vergüenza encender las mejillas.

-Estas muy delgada Luisa.

La rubia puso los ojos en blanco. – Aja, otro como mamá. Estoy muy bien papá. Mira, esa es Amelia.

Luisita puso una mano en la espalda baja de la morena y su padre la miro detenidamente de arriba abajo con una expresión seria. Amelia trago grueso, pero no desvió la mirada.

-Que guapa. – Guiño un ojo a su hija que le respondió con una risita. – Hola Amelia.

Se aproximo de la morena y la envolvió en sus brazos. Inmediatamente Amelia sintió el estómago darle vueltas. No podía respirar, las tostadas que había comido le volvían a la garganta y ella intentaba apartar la sensación.

Marcelino se separó de ella y Luisita notó que su novia se había puesto más pálida, corrió a su lado.

-¿Estas bien amor?

Amelia sacudió la cabeza, trago saliva y forzó una sonrisa.

-Que sí, estoy bien.

Luisita no pareció muy convencida, pero luego se sentaron en la barra para tomar un café. Amelia educadamente y disimuladamente pedio una tila. Estaban hablando sobre el viaje y de sus hermanos mellizos, Manuel y Marisol, que estaban volviendo del extranjero y llegarían aquella misma noche. Una alerta roja disparo en la cabeza de Amelia. No, Dios no lo haría. Mellizos no.

-Luisi. – llamo aprovechando que Manolita se había ido atender los clientes. – Mellizos? Luisi que yo no puedo tener mellizos. – Amelia respiraba rápido y sentía crecer la ansiedad y las ganas de vomitar y llorar.

Tu y Yo y todo lo que vino después...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora